49

Esa misma mañana, Trokic entró en comisaría convocado por Agersund pensando que fin de semana era mucho decir. Nada menos que cincuenta y dos agentes habían dedicado los últimos días a interrogar a todo aquel que tuviese alguna relación con la pareja asesinada y el caso parecía a punto de esclarecerse.

Para su pequeño grupo hacía tiempo que todo giraba en torno a la pizarra, ahora atestada de fotos, pintarrajos y anotaciones y con un enorme círculo alrededor de Palle, el hermano de la secta.

—A raíz del hallazgo de cicuta tanto en el cuarto de Palle como en el primer cadáver, hemos pedido una prueba de ADN. Puede parecer extraño, injustificado, pero a veces es un dinero bien empleado. No hay duda, el esperma que apareció en el cuerpo de Anna Kiehl es de Palle.

El alivio se pintó en el rostro de varios de los presentes.

—A primera vista parece una simple violación que se le fue de las manos, pero hay muchos datos que indican que se conocían, sobre todo el símbolo de la Orden Dorada en la agenda. Además, en la secta sostienen que llegó psíquicamente destrozado por culpa de una mujer, así que todo apunta a que podría haber estado enamorado de Anna Kiehl, a lo que hay que añadir que alguien, probablemente él, llamó desde la secta asegurando saber quién era el asesino. Por último, se quita la vida tomando cicuta.

—Pero Anna Kiehl no fue su primera víctima —señaló Jasper.

—No, pero ¿no podríamos considerar el asesinato de Christoffer producto de los celos? Christoffer Holm acaba de regresar de Montreal y antes de llegar a casa se encuentra con Palle. Hay mil motivos posibles para que le lleve en el coche. De camino sufre o sufren un accidente, puede que la ventanilla la rompieran desde fuera o que perdiese el control del vehículo, no sé, el caso es que Palle le mata y deja el cadáver en la laguna.

Poco después, un miembro de la secta le encuentra vagando por la playa en un estado casi psicótico.

—¿Soy el único que opina que lo del esperma no acaba de encajar? —preguntó Jasper.

Agersund se volvió hacia él.

—¿Qué quieres decir?

—No hemos encontrado apenas huellas, las han borrado; todo lo que rodeaba a las dos víctimas estaba prácticamente esterilizado, menos el esperma que apareció encima de Anna, lo que equivale a ir por ahí dejando el ADN de uno como firma.

—Muy bien, pero ¿adónde quieres ir a parar? —preguntó Trokic.

—La verdad es que no lo sé, sólo me parece chocante.

—Sí, puede que queden un par de cabos sueltos en este caso —comentó Agersund—, pero hay que tener en cuenta que era un tipo totalmente impredecible. Además, nos vamos a ocupar de ellos…

—Y ¿cómo encaja la mano disecada en todo esto? —preguntó el comisario.

En su opinión, aquella mano marrón era lo más interesante que habían descubierto últimamente. Se trataba de una mano de hombre que le había impulsado a revisar los casos de los últimos años sin tener una idea demasiado exacta de qué buscaba. Nadie había denunciado profanaciones de tumbas ni vandalismos en los últimos tiempos y su procedencia resultaba de lo más oscura. Habían enviado una muestra de ADN a analizar, pero aún no les habían contestado.

—No podemos dedicarle más recursos, Daniel, así de sencillo. Palle tenía un sentido del humor muy peculiar y esa noche la dejó en el apartamento antes de quitarse la vida. Era un enfermo mental, no sabemos de cuánta gravedad, y puede que jamás averigüemos de dónde sacó esa mano ni con qué objeto. Ese tipo de personas suelen tener sus propios esquemas.

Todos habían vuelto a sus quehaceres salvo Jasper y Trokic, con lo que el local volvía a ser un lugar más o menos respirable. Sentado frente al comisario, el joven inspector sacaba largos gusanos de una bolsa de gominolas.

—Yo no me lo trago, ¿y tú? —masticó.

—Desde luego es muy extraño. Yo por mi parte pienso seguirle la pista al dueño de esa mano, con recursos o sin ellos no me queda más remedio que hacer que encaje esa pieza. Tú vete a casa a disfrutar del fin de semana; o de lo que queda de él.

Agersund apareció por la puerta.

—Un tal Tony Hansen quiere hablar con nosotros.

—¿Cómo?

Trokic se quedó perplejo. ¿No se había borrado del mapa?

—Vale, vale. Veré si Lisa tiene tiempo para hablar con él.