28

Irene estaba contra las cuerdas, las pupilas ligeramente dilatadas y los músculos en tensión. Una cosa era soltar algo inconveniente desde la puerta y otra muy distinta estar en comisaría con dos agentes prontos a someterla a un serio y exhaustivo repaso verbal con posibles consecuencias. El comisario en persona ocupaba la silla que había al otro lado de la mesa, frente a la suya, y Jasper estaba apoyado en la pared.

—Antes me has dicho —comenzó Trokic lentamente—… que no conocías personalmente a Christoffer Holm y que tampoco sabías que existiera ninguna relación entre ellos dos. Después hemos sabido que no es así.

—Creí que no…

—¿Qué? ¿Que no era relevante? ¿Que la cosa no pintaba bien? Pues no, no pinta nada bien. Christoffer Holm era tu novio y ahora resulta que tu amiga, a la que han asesinado, esperaba un hijo suyo.

—Me enteré de que estaba embarazada por ustedes.

—Ya, pero una vez enterada sabrías que él era el padre y aún así te lo callaste.

—Y no era mi novio.

—Ah, ¿no? ¿Y cómo lo llamarías?

—Salimos un par de veces, no llegamos muy lejos.

—¿Cómo de lejos?

—Sólo lo hicimos una vez, ya que quiere saberlo.

—Pero ¿estabas enamorada de él?

—Sí, supongo que sí.

Con aire de haber probado una tarta que le habían prohibido tocar, apartó la mirada.

—¿Qué ocurrió luego? ¿Te lo quitó?

—Sí, supongo que se podría decir así, aunque odio esa expresión.

—¿Cuánto tiempo estuvieron juntos?

—Desde mi cumpleaños, a principios de este verano. Se conocieron ese día —suspiró—. Organicé una fiesta para un grupo de amigos y empezaron a charlar. Y siguieron. Se metieron en la cocina y estaban tan enfrascados que se olvidaron de todo lo demás. No se besaron ni nada, sólo hablaron. Con mucha vehemencia, intensamente, sin parar, como si los demás fuésemos gente sin el menor interés.

Trokic le lanzó una mirada a Jasper.

—C+I —dijo pensando en la nota que habían encontrado en casa de Anna Kiehl.

Irene tragó saliva y le miró a los ojos. Debería sentir compasión de ella, pero era un sentimiento que no terminaba de encontrar. Tenía la impresión de que aquel amor suyo estaba lleno de egoísmo. Parecía referirse a otras personas, pero en realidad sólo hablaba de sí misma.

—Ella sabía lo que yo sentía por él, por eso cuando empezaron a verse nunca me contaba nada. Pero un día, de pronto, Christoffer desapareció. Anna estaba destrozada, me di cuenta, y ahora comprendo mejor por qué. Ya sabía que estaba embarazada, claro.

Se mordió el labio con gesto insatisfecho al proseguir:

—A lo mejor se lo dijo y él se largó.

—Eso no es más que una conjetura. Atengámonos a los hechos —ordenó Trokic—. ¿No te enfadaste con Anna por quedarse embarazada del hombre que amabas?

—Yo no lo sabía.

Sus palabras cortaron d aire como un áspero gruñido.

—¿Y tampoco conoces a nadie que tenga algo que ver con el asesinato de Anna?

—No —escupió—. Y quiero irme a mi casa.

—Despacito. Sólo estamos hablando.

Balanceándose en la silla, Trokic trató de recuperar el control de la declaración de la joven mientras la dejaba beber un sorbo del vaso de agua que tenía delante.

El móvil del comisario empezó a sonar. Estuvo tentado de ignorarlo, pero lo sacó y echó un vistazo a la pantalla. Era Agersund.

—¿Diga?

—¿Qué coño llevas haciendo toda la tarde?

—Estamos en pleno interrogatorio…

La voz de Agersund se ensombreció y Trokic se dio cuenta de repente de que su conversación con la amiga de Anna Kiehl había concluido.

—Hay mucho que hacer en la laguna, será mejor que vayas para allá. Cuanto antes, mejor.

—¿El arma homicida? —preguntó con las cejas levantadas.

—Seguimos en ello. Pero hemos encontrado a Christoffer Holm y no tiene muy buen aspecto.