1951
Distinguidos señores de la empresa Volkswagen:
Debo quejarme nuevamente por no haber recibido respuesta de ustedes. ¿Se debe a que, por haberlo querido así el Destino, tenemos nuestra residencia en la República Democrática Alemana? Sin embargo, nuestra casa está cerca de Marienborn, muy cerca de la frontera, que no podemos atravesar desde que, por desgracia, hubo que levantar el muro de protección.
¡No es justo que no respondan! Mi marido estuvo con ustedes desde el principio, y yo después. Ya en el treinta y ocho, él se formó en Brunswick como ajustador de herramientas para la Volkswagen. Luego fue soldador y, cuando terminó la guerra, ayudó a desescombrar, porque casi la mitad había sido destruida por las bombas. Luego, cuando asumió la dirección el señor Nordhoff y otra vez comenzó el montaje, fue incluso controlador de calidad y, además, miembro del Consejo de Empresa. Por la foto adjunta pueden ver que estaba ahí cuando, el 5 de octubre del cincuenta y uno, el Volkswagen número 250.000 salió de la cinta transportadora y todos lo celebramos. El señor Nordhoff pronunció un hermoso discurso. Todos estábamos de pie rodeando al Escarabajo, que no habían pintado de amarillo fuerte, como el que hizo el millón y celebramos cuatro años más tarde. Sin embargo, la fiesta fue mejor que la de tres años antes, porque entonces, cuando se trataba del 50.000, no hubo suficientes vasos de cristal y tuvimos que utilizarlos de algún material sintético, con lo que huéspedes y colaboradores tuvieron serias molestias estomacales y más de uno vomitó en la misma nave o fuera de ella. Sin embargo, esta vez hubo verdaderos vasos. Solo fue una pena que, ese año, el profesor Porsche, que fue en realidad —y no aquel Hitler— quien inventó el Volkswagen, muriera en Stuttgart y no pudiera celebrarlo también. Él hubiera respondido a nuestras cartas, si hubiera visto nuestras cartillas de ahorro de antes.
Yo no empecé a trabajar en la VW-Wolfsburg hasta la guerra, inmediatamente después de Stalingrado, cuando todos tuvieron que ir a luchar. En aquella época, como recordarán sin duda, no se fabricaban escarabajos, sino un montón de vehículos cuadrados para la Wehrmacht. En las prensas en donde yo estampaba la chapa, trabajaban, sin cobrar la tarifa, muchas mujeres rusas, con las que, sin embargo, no nos hablábamos. Eran tiempos malos. Así que viví también los bombardeos. Pero, cuando todo empezó a funcionar de nuevo, tuve un trabajo más fácil en la cadena de montaje. Entonces conocí a mi marido. Sin embargo, sólo en el cincuenta y dos, cuando mi querida madre murió y nos dejó una casita con jardín en Marienborn, me vine a la zona de ocupación soviética. Mi marido se quedó aún un año escaso, hasta que tuvo aquel accidente grave. Quizá fue una equivocación por nuestra parte. Porque ahora el Destino ha querido que nos encontremos cortados de todo. Ni siquiera nuestras cartas responden ustedes. ¡Eso no es justo!
Sin embargo, el año pasado presentamos a tiempo nuestra declaración de ingreso en la mutua de la Volkswagen y les enviamos toda la documentación. Primero, el justificante de que mi marido, Bernhard Eilsen, desde marzo del treinta y nueve pagó cada semana al menos cinco marcos del Reich y, durante cuatro años, pegó cupones de ahorro para comprar un coche negro azulado «A la Fuerza por la Alegría», como entonces se llamaba todavía el VW. En total mi marido ahorró 1.230 marcos. Ése era entonces el precio en fábrica. En segundo lugar, recibieron ustedes un certificado de la inspección de coches del distrito, expedido por la sociedad nacionalsocialista «A la Fuerza por la Alegría». No obstante, como los pocos Volkswagen fabricados durante la guerra sólo se destinaban a los capitostes del Partido, mi marido se quedó in albis. Por eso, y porque ahora está inválido, reclamamos un escarabajo, y concretamente un VW 1500 de color verde manzana y sin extras.
Ahora que han salido ya de la cadena más de cinco millones de escarabajos y ustedes han construido hasta una fábrica para los mexicanos, sin duda les será posible atender nuestra reclamación del Volkswagen ahorrado, aunque tengamos nuestra residencia habitual en la RDA. ¿O es que no se nos considera ya alemanes?
Como el Tribunal Federal de Karlsruhe ha llegado a un acuerdo con la asociación benéfica de ex ahorristas de la Volkswagen, nos corresponde un descuento de 600 marcos alemanes. El resto se lo pagaremos de buena gana en nuestra moneda. Debe de ser posible… ¿no?
En espera de su respuesta, muy atentamente,
Elfriede Eilsen