1929

Y de pronto todos éramos americanos. Pues sí, simplemente nos compraron. Porque el viejo Adam Opel no vivía y los jóvenes ejecutivos de la Opel no nos querían ya. Pero nuestra gente conocía desde hacía tiempo la cadena de producción. Todos trabajábamos a destajo colectivo. E incluso antes trabajé a destajo para la Rana Verde… Se llamaba así porque los chicos de la calle, cuando salió al mercado aquel dos plazas todo pintado de verde, le gritaban: «¡Rana Verde! ¡Rana Verde!». Oh sí, hacia el año veinticuatro se produjo en serie. Tenía lo que se llamaba una excéntrica de frenado, en la que yo trabajaba con el torno. Se necesitaba para el eje delantero. Sin embargo, cuando en el veintinueve todos nos volvimos americanos, sólo hubo destajos colectivos, también para la Rana Verde, porque ahora salía ya lista de la cinta transportadora. No, no con toda la gente, porque hubo despidos poco antes de Navidad, lo que fue horrible. Lo dijeron en el Opel-Prolet, que era el periódico de nuestra empresa, que los americanos, igual que en su país, iban a implantar el llamado sistema Ford: cada año echaban gente, y luego contrataban barato trabajadores no cualificados. Eso se puede hacer con cadenas de producción y destajos colectivos. Pero la Rana Verde era fenomenal. Se vendía como agua. Pues sí, la gente del ramo la ponía verde: decían que habían copiado a los franceses su Citroën, sólo que el de ellos era amarillo, decían. Los franceses reclamaron ante los tribunales daños y perjuicios, pero no les dieron nada. Y a la Rana Verde se la veía por todas las carreteras alemanas. Porque era barata, incluso para la gente modesta, no sólo para los señoritos y los que tenían chófer. No, yo no. ¿Con cuatro hijos y la casita que había que pagar aún? Pero mi hermano, representante de hilos y otras cosas de mercería, pasó de la motocicleta, en la que tenía que ir hiciera el tiempo que hiciera, a nuestro biplaza. ¡Doce caballos de vapor! ¿A que eso le asombra, eh? Sólo gastaba cinco litros y cogía los sesenta por hora. Al principio costaba aún cuatro seiscientos, pero mi hermano la consiguió por dos setecientos, porque los precios estaban bajando por todas partes y la falta de trabajo era cada vez peor. No, mi hermano estuvo mucho tiempo aún yendo con su muestrario en la Rana Verde. Siempre de viaje, sí, hasta allí abajo, hasta Constanza. Y en excursiones de un día con Elsbeth, que era entonces su novia, hasta Heilbronn o Karlsruhe. Tuvo suerte en unos tiempos difíciles. Porque un año más tarde, cuando aquí todos se hicieron americanos, tuve que empezar a cobrar el paro, lo mismo que muchos más en Rüsselsheim y otros sitios. Uy qué tiempos, ¿eh? Pero mi hermano me llevaba a veces con él en sus viajes de representante, como copiloto, por decirlo así. Una vez fuimos con la Rana Verde hasta Bielefeld, en donde estaba su empresa. Entonces vi la Porta Westfálica y lo bonita que es Alemania. Y vi donde los jeruscos, en otro tiempo, zurraron a los romanos, en el bosque de Teutoburg. Allí merendamos. Estuvo muy bien. Pero por lo demás he tenido bien poco que hacer. Unas veces algo para una oficina de jardinería, otras como trabajador eventual en una cementera. Sólo después del gran cambio, cuando vino Adolfo, hubo otra vez puestos en la Opel, y de hecho fui al principio comprobador de compras y estuve luego en el departamento de pruebas, porque había aprendido durante mucho tiempo en el torno, todavía con Adam Opel. Sin embargo, mi hermano anduvo aún muchos años de representante con su Rana Verde, más tarde incluso en las autopistas, hasta que se fue a la mili y su Rana Verde se quedó con nosotros en el cobertizo, para después de la guerra. Y ahí está todavía, porque mi hermano se quedó para siempre en Rusia y yo no consigo separarme de ella. No, a mí me enviaron sólo a hacer el servicio militar a Riga, en donde estaba nuestro taller de reparaciones. Pues sí, y luego, con nuestra gente, volví a empezar enseguida después de la guerra en la Opel. Menos mal que éramos americanos. Sólo algunas bombas antes y ningún desmantelamiento después. Tuvimos suerte, ¿eh?

Mi siglo
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