1919
Son aprovechaos e la guerra, eso es lo que son. Tós ellos. Mira ese que, con Bratolin, que se suponía qu’era una masa para chuletas, se forró e millones. Pero eran sólo cosas machacás, maíz, guisantes y nabas. También en las salchichas. Y ahora esos falsificaores e salchichas gritan que nosotros, el llamao frente patrio, bueno, tós los que no hicieron suficientes granás y también las amas e casa alemanas, a nuestros soldaos, traicioneramente y por la espalda… los apuñalamos… Pero mi hombre, al que al final se llevaron a la reserva territorial, volvió inválido y a las dos niñas, esmirriás como eran, se las llevó la gripe. Y también a Erich, qu’era mi único hermano y que, con un poquillo e suerte, sobrevivió en la Marina a tó, Doggerbank, Skagerrak y toas esas ensalás e tiros, qué sé yo, luego en Berlín, en dond’entró con su batallón, esde Kiel, en nombre e la República, se lo cargaron en una barricá. ¿Paz? Me río pa no llorar. Cómo que paz. Ná más que tiroteos por toas partes. Y ná mas que nabas. Nabas en el pan, en la carne picá. Hasta pasteles h’hecho hace poco e nabas, con su poquillo e hayucos entro, porque era domingo y tenía visita. Y entonces vienen esos estafaores, que nos venden por muchos cuartos blanco e’España con lo que llaman aroma, como salsa pa’l asao, y hablan en los periódicos e puñalá trapera. ¡No! Eberían colgarlos e’una farola, para acabar con tós esos suceáneos. ¿Cómo que traición? No queríamos más Káiser ni más nabas. Pero tampoco queríamos una Revolución sin parar ni una puñalá por elante o por etrás. Ebía haber otra vez suficiente pan e verdá. Y ná e Frux sino verdaera mermelá. Ni e Eirol, que sólo tenía almidón, sino huevos verdaeros e gallina. Y nunca más masa p’asar, sino un cacho e cerdo verdaero. Eso, ná más qu’eso queríamos. Entonces sí qu’habrá paz. Y por eso ahora, en Prenzlau, m’he apuntao en la República e Soviets, concretamente en el Soviet e Mujeres para Cuestiones e Alimentación, en donde hemos hecho una proclama, que ahora está impresa y por eso anda en toas las columnas e anuncios. «¡Ama e casa alemana!», grité en el Ayuntamiento esde la escalera. «Tiés que acabar con las estafas y con los aprovechaos e la guerra. Ná e puñalá. ¿No hemos luchao también tós estos años en el frente patrio? Ya en noviembre el año quince empezó, con margarina escasa y nabas e sobra. Y luego fue cá vez peor. ¡No! No había leche, sino pastillas e leche el Doctor Caros. Y luego vino además la gripe y se llevó su buena cosecha. Y luego, espués el duro invierno, no hubo ya patatas, sólo nabas. “Saben a alambrá”, ecía mi hombre cuando venía e permiso. Y ahora, cuando Guillermo s’ha largao con tós sus tesoros a Holanda, a su palacio, icen que somos nosotros los el frente interior, que con un puñal, y cobardemente por etrás…»