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Conferencia de prensa en el Hyatt

Sólo dos días después del arresto de Van Gogh, cuando el tema tenía en total alboroto a los medios y a la ciudadanía, Greta Toland convocó a una conferencia de prensa que tuvo lugar en el Grand Salon del Park Hyatt Hotel, lugar con capacidad para cuatrocientas personas cómodamente ubicadas, como decían, sin faltar a la verdad, los folletos informativos de ese monumento de la Argentina finisecular.

Hubo, allí, ese día, a las 19 una multitud de periodistas, cámaras, micrófonos, grabadores, minigrabadores, cables y mil elementos más que configuraban el paisaje tumultuoso de los medios de opinión e información. Todo destellaba, nada restaba sin iluminar, todo, absolutamente, se veía. El Hyatt era, esa noche, un espacio de infinita visibilidad.

Se formó un panel que se ubicó frente a los periodistas. En el centro de la mesa, Greta Toland. A su lado, el comisario Pietri. A su otro lado, el Ministro del Interior. Y, junto a Pietri, la diputada Julia Rauch.

Greta Toland, con gran seguridad, se adueñó de la palabra:

—Están aquí convocados —dijo— por la empresa que represento y de cuyo directorio formo parte, diríamos, fundamental. Me refiero a Rosebud Pictures. —Alzó, ante una pregunta de algún despistado, una mano imponente, una mano que era la mano del poder, y dijo—: Sin preguntas por el momento. Primero, escuchen. Luego responderemos algunas preguntas. Como notarán, dije algunas. No es mi propósito, señores, estar aquí toda la noche, sino ofrecerles un par de noticias de interés para todos nosotros. Para el país de ustedes… y para el nuestro también. —Absoluto silencio entre los periodistas. Greta sabía imponerse, una vez más acababa de demostrarlo. Dijo—: Filmaremos una película sobre los crímenes de Van Gogh. La filmaremos, naturalmente, aquí, en la Argentina. —Giró levemente hacia Pietri. Dijo—: Comisario, ¿fue muy difícil descubrir al asesino? —Un periodista, sintiéndose casi injuriado, dijo que esas preguntas le correspondían a ellos, los hombres de prensa. A lo que le respondieron: «Callate, loco. La yanqui quiere hacerlo todo y contra eso no se puede, man».

Pietri respondía a la pregunta de Miss Toland.

—Difícil, en efecto, es la palabra, Miss Toland. Diría: extremadamente difícil. Era un hombre escurridizo. Inteligente. Con una inteligencia, me permitiré decirlo así, superlativa. —Miró a los periodistas. Dijo—: Pero ustedes me conocen: me gustan los grandes desafíos. La labor policíaca se acerca cada vez más a las esferas rigurosas de la Ciencia. Y, con más razón, en un país como el nuestro integrado tecnológicamente a las primeras potencias del orbe. —Hizo una breve pausa. Llegaba, ahora, el momento de restarle a la Ciencia y sumarle a los hombres. Es decir, a él. Así, dijo—: Aunque, cabe advertir, que no todo lo resuelve la Ciencia. Siempre es importante el factor humano. Siempre la intuición, la imaginación, la inteligencia y el coraje de un buen policía son fundamentales.

—Y todos sabemos que ésas son condiciones que usted reúne sobradamente, comisario —dijo Greta Toland.

Pietri sonrió complacido. Muy complacido. Y dijo:

—Bueno, si ustedes lo saben, no es necesario entonces que yo lo diga.

Hubo un aplauso unánime. Alguien gritó: «¡Ídolo!». Y alguna mujer: «¡Tierno!». «¡Macho de Buenos Aires!», se excedió un tiracables.

Greta Toland se dirigió al Ministro. Dijo:

—Señor Ministro, su opinión nos interesa. Como hombre del Gobierno, claro.

Todos los dientes brillaron en el rostro del Ministro. Que dijo:

—Como Ministro del Interior quiero decirle a la población que la paz ha vuelto a nuestra comunidad. Que el llamado «asesino de la democracia» está, finalmente, entre rejas. Quiero destacar la efectividad de la Policía Federal, del comisario Pietri, desde luego, de mí, en alguna medida, y, cómo no decirlo, de nuestro Presidente sin cuya brillante conducción estratégica no tendríamos el brillante país que hoy, todos los argentinos, disfrutamos. —Se entusiasmó en el remate. Dijo, con exaltación—: ¡La Argentina es el país de la seguridad para sus habitantes y para los inversores que quieran colaborar con nuestro pujante desarrollo! Por último, quiero llevar tranquilidad al corazón de nuestros conciudadanos: ¡ya pueden transitar otra vez por nuestras hermosas calles y plazas!

Otro unánime aplauso. Había, ahora, más curiosos, pasajeros del Hyatt, personal de vigilancia, que periodistas. Disfrutaban de ese espectáculo luminoso y desbordante de buenas ondas.

Greta Toland se dirigió a Julia Rauch. Preguntó:

—¿Feliz, señora diputada?

—Muy, muy, muy feliz —dijo Julia Rauch—. Y no sólo por la captura de Van Gogh. —Una breve pausa. En seguida—: Quiero, ¿por qué no?, aprovechar esta feliz ocasión para anunciar que el comisario Pietri y yo, bueno, ¡nos casamos el mes que viene!

Otra vez estruendosos aplausos. «¡Viva el amor!», gritó una señora ubicada en primera fila. «¡Pietri corazón!», algunas jovencitas. «¡Pietri tierno!», dos o tres modelos. «¡Vamos, Julia, rompelo todo al cana!», el desmedido tiracables.

Greta Toland, ahora, dirigió una amplia mirada al auditorio, y todos comprendieron que exigía silencio, ya que se aprestaba a decir algunas palabras fundamentales. Nadie tuvo la menor duda.

Greta Toland dijo:

—Vuelvo al tema del film. Rosebud Pictures invertirá sesenta millones de dólares en el proyecto. Y ahora: ¡atención! Robert de Niro hará el papel del comisario Pietri.

Una ovación. Entre el público, semiahogado, perdido, pero feliz, el oficial Méndez, con lágrimas en sus ojos, exclamaba:

—¡Mi jefe es Robert de Niro! ¡Robert de Niro va a ser mi jefe! ¡Mi jefe es un grande! ¡Un grande de la Argentina! ¡Viva el comisario Pietri! ¡Viva la patria!

Greta continuó:

—El papel de Van Gogh, papel, debo decir, extremadamente difícil, se lo ofreceremos a Harrison Ford, quien, creo yo, es hora de que haga un villano. Si Harrison no acepta, ¡lo hará Tom Cruise! —Más ovaciones. Greta aguardó que se acallaran. Y continuó—: Michelle Pfeiffer interpretará a Ana Espinosa, quien, me alegra decirlo desde ya, no morirá en el film, porque es un personaje muy querible y no queremos entristecer a nuestros espectadores. Sólo deseamos que vean un producto lujoso, honesto, agradable y… ¡optimista! —Tomó algo de agua. Una pausa. Luego dijo—: El film, tal como ya anuncié, costará sesenta millones de dólares. Y atención: se basará en el guión de Fernando Castelli. Por consiguiente, a causa de esta razón, se le dará a Fernando, sin el cual nada de esto sería posible, un porcentaje en las ganancias del film que, me animo a decir, llegará a totalizar unos tres millones de dólares. La cantidad, justamente, que él quería, y la cantidad, también, que le permitirá contratar un muy buen abogado, que, con generosidad, nosotros mismos le recomendaremos. ¡Ah, y algo más! He elegido a Anjelica Huston para hacer… de mí. De Greta Toland. —Otra ovación. «Vamos todavía, Greta». «¡Genial!». «¡Ídola!». «¡Divina!». Greta continuó—: El film se llamará Los Crímenes de Van Gogh. Le ofreceremos la dirección a Brian de Palma o a nuestro adorado Francis Coppola, si no está demasiado atareado. Con Francis, en fin, nunca se sabe. —Concluyó—: Y creemos, señoras y señores, que será un gran film que deleitará a todos. Nada más. Muchas gracias.

Fueron todos a cenar y a bailar a Pachá.

La Argentina —y nadie allí hubiera perdido un minuto en desmentirlo— era una fiesta.

Los crímenes de Van Gogh
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