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Nelly, modelo

Si alguien hubiera dicho que aún era madrugada, que aún no había amanecido, que aún no había salido el sol, Colombres le habría dado la razón. Pero no era Nelly quien diría algo semejante. Para ella era la mejor hora del día. La mejor, al menos, para hacer lo que ahora, ella y Colombres, estaban haciendo: jogging por Palermo.

Hasta que Colombres se detuvo, semiahogado, aspirando y expeliendo un aire imperioso para sus pulmones.

—Pará, Nelly, pará —dijo—. Esto es insalubre.

Nelly se detuvo pero siguió trotando sobre una misma baldosa: un pie, otro, un pie, otro, un pie, otro. Lo hacía muy bien.

—¿Cómo insalubre? —se encrespó—. ¡Esto es salud! Vida. Energía. Sangre que corre por las arterias.

Colombres se recostó contra un árbol.

—¿Y vos te preocupás por tus arterias? —preguntó.

Nelly seguía trotando.

—No seas forro. Por las tuyas me preocupo. Para que te funcione mejor el bobo. Decime, ¿todavía no cazaste para qué venimos aquí?

—Creo que no del todo. Explicame. Pero dejá de saltar.

Nelly abandonó su rítmico trotecito. Dijo:

Por tu cuore venimos. Para que te dure unos añitos más.

—Eh, che, ¿cómo unos añitos más? —quejoso, Colombres.

—Bueno, quien dice unos añitos más dice veinte o treinta. ¿Está bien?

—Afirmativo. ¿Y además?

—¿Para qué venimos… además?

—Afirmativo.

—¡Por mi figura venimos, chabón! —exclamó, entusiasta, Nelly. Y explicó—: Para que yo me conserve en forma. Con los muslos duros. Las gomas turgentes. ¿Turgentes se dice? El culo sin estrías, sin celulitis. Puro culo nomás. ¿Está claro?

Con una toalla, Colombres se secó la transpiración del cuello. Todavía respiraba como pidiendo clemencia. Preguntó:

—¿Y para qué… para qué querés estar tan buena vos?

Nelly lo abrazó y lo besó en los labios. Colombres casi se ahoga definitivamente. Nelly, luego, dijo:

—Quiero estar buena para tus ojos, corazón. Ante todo, para tus ojos. ¿Okay?

—Okay.

—Y después…

—¿Después?

Nelly, separando sus piernas, se plantó firme, puso las manos sobre sus caderas, escupió el chicle y dijo:

—Agarrate, Colombres.

—Me agarro.

—Voy a ser modelo —anunció. Y, con mayor firmeza aún, dijo—: Y esto no se discute, eh. Mo-de-lo voy a ser. Esta tarde tengo una sesión de fotos con Teresa Castro. Después… a las agencias.

Colombres, resignado, aceptando, meneó su cabeza. Sólo le preocupó un aspecto que, con cierto rigor, se infería de la cuestión principal. Porque dijo:

—Esto tiene la implicancia de que las milanesas…

—De ahora en adelante te las cocinás vos —completó Nelly.

—No me animaba a confesártelo —dijo Colombres—, pero no veía la hora de que ocurriera este acontecimiento.

—Todo llega —confirmó Nelly.

—Y las fotos, ¿son en bolas?

—Casi.

—¿Teresa Castro dijiste?

—Teresa Castro.

—Por lo menos no es un tipo.

Nelly se largó a reír. A Colombres le gustaba verla reír. «Es tan linda», pensó. «Tan pendeja». Comenzó a trotar otra vez.

—Dale, sigamos —dijo—. Si no reviento hoy, no reviento más.

Siguieron.