13
Teresa
Nelly entró en el ascensor y hundió su índice en el botón del séptimo piso. La sesión de yoga se había prolongado. No había estado mal, todo lo contrario. Pero sí: se había prolongado. ¿Estaría preocupada Teresa? Era una linda noche para ir al cine.
Llegó y entró en el departamento.
Cerró la puerta.
—¿Tere? —llamó.
Lo primero que vio fue la fatídica firma. La rúbrica de la desdicha. Sobre una pared muy blanca, en letras de sangre, se leía:
VAN GOGH
Después la vio a Teresa. Ahí, caída sobre el piso. Con los ojos muy abiertos. Ensangrentada. Muerta.
Fue hacia ella. Tomó delicadamente su cabeza. Le cerró los ojos. Comenzó a acunarla. Comenzó a llorar. Con un llanto quedo, silencioso.
Sólo una vez:
—Teresa… —susurró.