8
Esa bruja exaltada
—¡A usted le hablo! ¡Míreme! ¡Usted, sí! ¡El monstruo repugnante que asesinó a Lupe Quintana! ¡Escúcheme!
Era la voz de Ana Espinosa a través del televisor de Fernando Castelli.
Fernando no lo podía creer.
Era un mediodía como cualquier otro. Había regresado a su casa para cambiarse de ropa, para prepararse e ir a Todofilm. Había abierto una Coca-Cola, se había dejado caer, no sin cierto cansancio, sobre su sillón predilecto y había empezado a hacer zapping con el control remoto. Como no toleraba a Mirtha ni a Susana —comunicadoras triunfantes en el horizonte estelar de la Argentina— fue a ampararse, sin excesiva conciencia de tal decisión, en ese noticiero insignificante, en ese noticiero sin rating de un canal sin rating, en ese noticiero, al menos, sin ampulosidades ni truculencias, en ese noticiero desde el que, ahora, esa bruja exaltada le arrojaba desafíos vehementes, insultantes.
Fernando no lo podía creer.