15
Un revolucionario
Teresa puso sobre la mesa una panera llena de facturas.
—¿Y si engordo? —preguntó Nelly.
—Ya te dije: vos comé. Cuando estés engordando yo te aviso —dijo Teresa.
Y sirvió el café con leche.
Esa mañana había colocado sobre una de las paredes un póster del Che. Justo al lado de John Lennon.
Nelly mojó una medialuna en el café con leche.
—Sacate el chicle antes de comer eso —advirtió Teresa.
—Te voy a confesar algo, Tere.
—Qué.
—Lo dejé al chicle.
—Dejás todo vos. A Colombres. Al chicle.
—Pero a vos no —con dulzura, Nelly. Se comió la medialuna. Señaló el póster del Che—: ¿Para qué pusiste eso?
—Da bien con Lennon. Los 60.
—Lo tengo rejunado a ese tipo.
—Es el Che.
—¿No era rockero, no?
—Era revolucionario.
—Bue, eso me lo explicás otro día. —Siguió comiendo.
—¿Sabés algo de Colombres? —preguntó Teresa.
—Todo malo. Se emborracha. Se deprime. Ni siquiera se afeita.
—Es un acting.
—Un qué.
—Una actuación para provocarte culpa.
—¿En serio? Mirá si será turro.
—No lo hace por turro. No lo puede evitar.
—A mí me da, qué sé yo, lástima.
—A mí también. Sé que él nunca lo podría entender, pero yo lo quiero. A mi modo, pero lo quiero.
Siguieron comiendo. Nelly volvió a mirar el póster del Che.
—Ahora me acuerdo.
—¿Del Che?
—Sí, Colombres me contó. Los milicos te amasijaban si te encontraban con una foto suya. O con un libro. ¿Escribió libros?
—Creo que sí.
—Sí, Colombres me contó. También me dijo que él nunca estuvo en ésa. Que se abrió. Me dijo que los milicos decían que era una guerra. Una guerra…
—Sucia.
—Eso, me dijo eso. Una guerra sucia. Y que él se abrió. —Terminó de beber su café con leche. Se secó con una servilleta. Miró a Teresa. Preguntó—: ¿Y si lo llamamos?
—¿Para?
—Para que se venga a vivir con nosotras. Los tres juntos.
—Imposible. Él nunca aceptaría compartirte conmigo.
—No es de los 90.
—De los 90 o no, nunca se metería en un baile como ése.
—Lástima, ¿no? Sería lindo. Los tres juntos. Como quien dice un hogar. Una familia.
Teresa sonrió. Dijo:
—Mirá, si tanto te gusta la idea, un día de éstos vamos y se lo proponemos. Total, con probar…
—No se pierde nada.
—No se pierde nada.
—Dale, cuándo.
—Qué sé yo. Mañana. Llamalo y arreglá. ¿Querés más café?
—Sí. ¿Hay más medias lunas?
—Un montón.
—Bueno, y ahora contame: ¿qué era un revolucionario?