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Otra vez los mass-media

El asesinato de Ana Espinosa no sólo reveló que Van Gogh seguía libre y seguía matando, sino también reveló la inocencia de Ricky Mintrone. La inocencia, al menos, acerca de los tres primeros asesinatos.

Ricky Mintrone, al fin y al cabo, sólo había matado a la vieja, a Doña Clara Castelli. Sólo era un adolescente confundido que fumaba algunos porros, quería librarse de su familia e irse a las Islas Vírgenes.

El vespertino Crónica tituló:

Ricky Mintrone sólo mató a Clara Castelli.

¡EL NUEVO CHACAL NO ES EL NUEVO CHACAL!

Algunos sexólogos consultados afirmaron que el de Ricky Mintrone no era un caso de asesinato como consecuencia de represiones sexuales. Que sólo lo guiaba el deseo de alejarse de su familia y viajar. Que, seguramente, su novia lo debía satisfacer adecuadamente en la faz sexual, ya que un reprimido no comete uno sino muchos crímenes. Es, en suma, un asesino serial y no un asesino ocasional como Ricky.

El matutino Tambor tituló:

Ricky Mintrone sólo sería un asesino ocasional

Al no ser considerado Ricky como un reprimido sexual, la ausencia de tal represión repercutió sobre su novia, Pamela Iriarte, quien, concluyeron todos, debía, sin lugar a dudas, satisfacerlo en ese campo. Así, triunfador, el cómico Jorge Grinberg pudo afirmar: «Yo lo dije: se la chupaba». Ante lo cual, indignada, Mónica Rodríguez invitó nuevamente a Betty Sarli a su programa Las Unas y los Otros. Pero esta vez Sarli se negó a concurrir. Dijo que estaba muy atareada concluyendo un ensayo cuyo título provisorio era Transgresión y lumpenaje: una teoría sobre los mass-media en el fin del milenio.

Quien, sí, concurrió al programa de Rodríguez fue el filósofo y escritor José Pedro Fellmann, quien desdeñó hablar de la sexualidad de Ricky pero volvió a insistir en el tema del asesino solitario que reclama de la sociedad que le ponga una oreja. Mónica Rodríguez le dijo que eso ya lo había dicho, si no tenía algo nuevo para decir. A lo que Fellmann respondió: No. Y fueron a un corte.

La profesora de piano Esther Monteavaro declaró que siempre había creído que Ricky no era Van Gogh, que su corazón de artista se lo decía, que alguien que tocaba la Sonata en do mayor de Mozart como Ricky no podía ser el asesino de cuatro personas. A lo sumo, dijo, de una. Y, agregó, de una vieja, a la que, cómo no advertirlo, ayudó a superar sin enfermedades ni dolor el inminente hecho de la muerte. «Ricky siempre fue un amor de chico», concluyó.

Los tres hermanos de Ricky regresaron de Francia, la madre abandonó, curada, la Clínica Psiquiátrica, la hermana que se había metido a monja dejó los hábitos y la otra, Adelina Mintrone, la que, con suma felicidad, se había dedicado a administrar los bienes de la familia, contrajo una fulminante hepatitis. Sólo el padre suicida quedó donde estaba, bajo tierra, víctima, según todos, de una «decisión apresurada».

El periodista Bernardo Neuman se comunicó con el comisario Pietri y, calurosamente, lo felicitó por no haber dicho, nunca, que Ricky Mintrone era Van Gogh. Pietri respondió que él era así, cauto. Y que cuando supiera quién era Van Gogh lo iba a decir sin vueltas, sin, añadió, eufemismos. Y que para que tal cosa ocurriera no faltaba —se lo aseguro, Bernardo— mucho. Por su parte, el periodista reflexivo Mariano Neurona dictaminó que era evidente que la sociedad se había equivocado con Ricky Mintrone. Que creyó, la sociedad, tener la episteme de que era Van Gogh cuando, en realidad, sólo tenía la doxa de que era Van Gogh, y que, con frecuencia, dijo, la doxa conduce a una episteme apresurada, que al ser así, es decir, apresurada, no es episteme sino doxa.

El Presidente declaró que fuera o no fuera Ricky Mintrone el feroz Van Gogh, él, como Presidente de todos los argentinos, seguía estando a favor de la pena de muerte. Para un crimen o para veinte. Porque, por favor, Bernardo, no es cuestión de cantidad, sino de calidad. Como decía Bartolomé Mitre, dijo.

El astrólogo Mario Fresedo «Ternura» concurrió nuevamente al programa de Mirtha Leblanc y dijo que el hecho evidente de ser Ricky Mintrone el asesino de una sola persona y no de cuatro, según se había creído en un principio, demostraba que la influencia maléfica de Saturno y Urano no había sido tan maléfica, y que, él, hombre de Ciencia, no vacilaba en declarar que tal cosa lo obligaba a revisar sus conceptos sobre la conjunción de Saturno y Urano, que si bien, no cabía duda, era maléfica, quizá no lo fuera en extremo, quizá lo fuera, dijo, para un solo acto de maldad, para un mal momento, que, afirmó, lo puede tener cualquiera, según todos sabemos, dijo.

La Acme Entertainment Corporation informó que no retiraría su videogame ¡Ricky Kills! porque, aunque Ricky Mintrone no fuera Van Gogh, igual había matado; igual era, argumentaron, un asesino, de modo que el videogame bien podía seguir denominándose con precisión ¡Ricky Kills! y que, asimismo, dijeron, no retirarían el videogame porque a los jóvenes les encantaba, hasta tal punto, dijeron, que toda vez que cortaban la garganta y la oreja de Lupe, Lucía o, más aún, de la Vieja, entusiasmados gritaban: ¡Fuck you, bitch!

De todos modos, el pueblo argentino, el gran pueblo argentino salud, se sentía inseguro. Ahora, con Van Gogh, se decía, no era como con los militares, con los que «si uno no estaba en nada no le pasaba nada». Con Van Gogh le podía pasar algo a cualquiera.

Para colmo de males, durante esos días la inflación subió tres puntos y aumentaron las cuotas de los autos, las heladeras, los televisores, la medicina prepaga y los colegios privados.

Una catástrofe.

Los crímenes de Van Gogh
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