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Nelly y Teresa, conjuradas

Era un día perfecto para tomar una cerveza. Así, al menos, lo decidieron Nelly y Teresa cuando se sentaron a una mesa con sombrilla ubicada en la vereda de una confitería de Libertador.

Pidieron dos balones y la picada especial de la casa. La picada les pareció excesiva: papas fritas, aceitunas, maníes, canapés, salchichas, daditos de jamón y de queso. Todo excesivo. Tanto, como el apetito que les despertó. Que fue alarmante para Nelly.

—Me tengo que cuidar —intentando contenerse—. Si engordo, adiós genial carrera en los sets publicitarios.

—Vos comé en paz —la tranquilizó Teresa—. Cuando te estés por pasar, yo te digo.

Nelly siguió comiendo. Aliviada, dijo:

—Menos mal que te tengo a vos.

—También lo tenés a Colombres.

—Eso. ¿Qué lío, no?

—Un lío que hay que arreglar, Nelly. No podemos seguir así.

—Seguro. Yo quiero mudarme con vos.

—¿Entonces?

—Voy y se lo digo: «Flaco, te largo».

—«Te largo por una mina».

—Eso: «Te largo por una mina». ¿Cómo le caerá, che?

Teresa reflexionó brevemente. Dijo:

—A algunos les cae peor. Prefieren que los dejés por un tipo.

—Pero, en general, prefieren que no los dejés, ¿no?

—Y… sí. A nadie le gusta que lo dejen.

—Ah, no. Pero yo al flaco lo dejo. «Lo nuestro ya fue, flaco», le digo. Y a otra cosa.

Teresa eligió un canapé de ananá. Preguntó:

—¿Será tan fácil?

Nelly, preocupada, dejó de comer. Dijo:

—Qué sé yo. Por allí me calza un cross.

Teresa propuso:

—¿Y si vamos juntas?

—¿En serio?

—Es más práctico. Le decís: «Flaco, te largo. Y te largo por ella». Y yo le digo: «Mucho gusto, Teresa Castro».

—«Binorma».

—Nelly, yo no me presento diciendo «binorma».

—Digo, para que él la tenga clara de entrada.

—De entrada o de salida, más tarde o más temprano, clara la va a tener.

—Pobre flaco, me da cosa. No sé. Un cacho de lástima.

—A mí también.

—Si no lo conocés.

—Pero es como si.

—Bueno, hecho. Vamos juntas.

—Juntas.

Entrechocaron los balones de cerveza.

Nelly continuó comiendo con incontenible avidez.

Teresa preguntó:

—¿El chicle lo escupiste, no?

—Carajo, creo que me lo tragué.