17

Un rostro del Demonio

Caminaban sin apuro. ¿Qué apuro podrían tener? Fernando, recurriendo al amado lenguaje de los filmes de acción, se dijo: «Todo está muy quieto allí. Algo terrible está por ocurrir». Se dijo: «Éste es el silencio que anuncia las grandes tormentas». A su lado, Jack el Destripador lucía más irreal que nunca. La noche lo tornaba irreal. La noche y la niebla. Fernando nunca había visto tanta niebla en su ciudad. ¿Era Jack el que la convocaba a su alrededor?

Decidió decirle algo —una incómoda confesión— que había logrado callar hasta ese momento. Dijo:

—Debo confesarle algo terrible, Jack.

Jack fumaba su pipa serenamente. Había deseado esta salida. La noche, había dicho, el aire y las sombras de la noche, la quietud misteriosa de la noche, la niebla, todo esto era bueno para él. Un alimento esencial que su espíritu reclamaba.

Tan abstraído caminaba Jack que Fernando tuvo que repetir su intranquilizadora frase.

Dijo una vez más:

—Debo confesarle algo terrible, Jack.

—Qué.

—Lo nuestro no es original. Ya lo hizo Woody Allen en Sueños de un Seductor. A él se le aparecía Humphrey Bogart.

—¿Quién es Humphrey Bogart?

—Un actor.

Jack sonrió entre dientes, con jactancia.

—Yo no soy un actor, Fernando —dijo—. Soy un asesino. Una aparición maléfica. —Detuvo su marcha. Apretaba la pipa entre sus dientes. Miró con fijeza a Fernando, quien, más que nunca, advirtió esa llama ardiente, satánica, en la profundidad de sus ojos. Dijo—: Tengo un antecedente, sí. El Fausto de Goethe.

Un escalofrío recorrió el cuerpo sensible de Fernando. Preguntó:

—¿Usted es el Demonio, Jack?

—Uno de sus rostros.

Una bruma rojiza circundó la silueta de Jack. Un rayo quebró las nubes negras que cubrían el cielo. Y estalló un trueno ensordecedor.

—Si es así, Jack. Si es usted uno de los rostros del Demonio, el honor que me hace al estar junto a mí, es infinito —confesó, emocionado, Fernando.

—¿Qué harás para merecerlo? —preguntó Jack el Destripador—. ¿Qué harás, tú, Fernando Castelli, para merecer tal honor?

Por toda respuesta, con deliberada lentitud, Fernando llevó su mano hacia un bolsillo de su saco y extrajo de él algo, algo que un terciopelo rojo envolvía casi reverencialmente.

Lo extendió hacia Jack, quien, con sus manos hábiles y pulcras, desenvolvió el terciopelo hasta dejar expuesto el objeto que allí se ocultaba.

Era una navaja. Jack la abrió y el brillo de la hoja fue aún más terrible que el rayo que había quebrado la noche sólo hacía unos instantes.

Durante un prolongado momento, Fernando y el Destripador, extasiados, contemplaron la navaja.

—Un maravilloso aliado de la Muerte —dijo Jack el Destripador. Miró con el brillo rojizo de sus ojos los de Fernando y añadió—: Nadie que empuñe esta navaja puede… no matar.

—Se la compré a un anticuario —narró Fernando—. Un hombre muy viejo, casi ciego, casi muerto. Jamás podría reconocerme. —Se detuvo. Vaciló. Luego dijo—: Necesito su consejo, Jack.

—Para eso estoy a tu lado, Fernando.

Fernando, entonces, le formuló a Jack el Destripador una pregunta mortalmente decisiva:

—¿Cuál de todos los asesinatos posibles de este mundo elijo cometer primero?

Jack el Destripador no pensó en exceso su respuesta. Casi de inmediato, muy seguro, dijo:

—Yo maté sólo mujeres, Fernando. Prostitutas. Podrías empezar con algo así. Digamos… como para homenajearme. —Decidido, propuso—: ¿Qué tal una bailarina de can can?

—Lo siento, Jack. Ya no hay bailarinas de can can —respondió Fernando. Y, luego, sombrío, con un odio creciente, un odio que presagiaba inminentes ceremonias de muerte, dijo—: Sin embargo, hay mujeres que se sacan la ropa en público. Que excitan a los hombres con su paulatina pero inexorable desnudez. Hacen strip-tease, Jack. Son desdichadas que enardecen a desdichados, pero que nunca los sacian.

Jack depositó la navaja en manos de Fernando.

—Que no vacile tu mano —dijo.

Y Fernando sintió que el Demonio en persona acababa de bendecirlo.

Continuaron caminando. Pocas palabras. Había salido la luna. No llovería.

—¿Sabe, Jack? —dijo, por fin, Fernando—. Desde niño anhelaba conocerlo. Cierto día, no recuerdo qué edad tendría entonces, pero no más de siete años, supongo, encontré, en una librería de viejos libros, un libro que se llamaba Los Crímenes de Jack el Destripador. ¡Ah, Jack, qué lectura deslumbrante! Era un libro traducido del inglés. Un libro español, de tapas amarillas, de la Editorial Molino, creo. Pero la traducción no era buena, eh. Hablaba usted más como un caballero de Felipe II que como un súbdito de la Reina Victoria.

—¿Recuerdas quién era ese traductor, Fernando?

—Lo olvidé por completo, Jack.

Jack el Destripador apagó su pipa. Con algún fastidio, dijo:

—Diantres, qué pena. Me hubiera gustado arreglar cuentas con ese granuja.

Se perdieron en la noche.

Los crímenes de Van Gogh
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
cap01.xhtml
cap01-01.xhtml
cap01-02.xhtml
cap01-03.xhtml
cap01-04.xhtml
cap01-05.xhtml
cap01-06.xhtml
cap01-07.xhtml
cap01-08.xhtml
cap01-09.xhtml
cap01-10.xhtml
cap01-11.xhtml
cap01-12.xhtml
cap01-13.xhtml
cap01-14.xhtml
cap01-15.xhtml
cap01-16.xhtml
cap01-17.xhtml
cap01-18.xhtml
cap01-19.xhtml
cap01-20.xhtml
cap01-21.xhtml
cap01-22.xhtml
cap01-23.xhtml
cap01-24.xhtml
cap02.xhtml
cap02-01.xhtml
cap02-02.xhtml
cap02-03.xhtml
cap02-04.xhtml
cap02-05.xhtml
cap02-06.xhtml
cap02-07.xhtml
cap02-08.xhtml
cap02-09.xhtml
cap02-10.xhtml
cap02-11.xhtml
cap02-12.xhtml
cap02-13.xhtml
cap02-14.xhtml
cap02-15.xhtml
cap02-16.xhtml
cap02-17.xhtml
cap02-18.xhtml
cap02-19.xhtml
cap02-20.xhtml
cap02-21.xhtml
cap03.xhtml
cap03-01.xhtml
cap03-02.xhtml
cap03-03.xhtml
cap03-04.xhtml
cap03-05.xhtml
cap03-06.xhtml
cap03-07.xhtml
cap03-08.xhtml
cap03-09.xhtml
cap03-10.xhtml
cap03-11.xhtml
cap03-12.xhtml
cap03-13.xhtml
cap03-14.xhtml
cap03-15.xhtml
cap03-16.xhtml
cap03-17.xhtml
cap03-18.xhtml
cap03-19.xhtml
cap04.xhtml
cap04-01.xhtml
cap04-02.xhtml
cap04-03.xhtml
cap04-04.xhtml
cap04-05.xhtml
cap04-06.xhtml
cap04-07.xhtml
cap04-08.xhtml
cap04-09.xhtml
cap04-10.xhtml
cap04-11.xhtml
cap04-12.xhtml
cap04-13.xhtml
cap04-14.xhtml
cap04-15.xhtml
cap04-16.xhtml
cap04-17.xhtml
cap04-18.xhtml
cap04-19.xhtml
cap05.xhtml
cap05-01.xhtml
cap05-02.xhtml
cap05-03.xhtml
cap05-04.xhtml
cap05-05.xhtml
cap05-06.xhtml
cap05-07.xhtml
cap05-08.xhtml
cap05-09.xhtml
cap05-10.xhtml
cap05-11.xhtml
cap05-12.xhtml
cap05-13.xhtml
cap05-14.xhtml
cap05-15.xhtml
cap05-16.xhtml
cap05-17.xhtml
cap05-18.xhtml
autor.xhtml