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Enamorados

A las 14.30 el comisario Pietri llegó al Ministerio del Interior. Tenía una nueva e imperiosa reunión con el Ministro y con la diputada Julia Rauch.

No había dientes en el rostro del Ministro. No había ningún motivo para sonreír. Sólo su calvicie progresaba.

—¿Y ahora qué hacemos, Pietri? —preguntó—. A ver, dígame, ¿qué hacemos ahora?

—Yo lo había anticipado —se atajó Pietri—. Lo había dicho, aquí, exactamente aquí, con todas las letras: Ricky Mintrone no era Van Gogh, dije. Y también dije que Van Gogh volvería a matar. —Buscó los ojos comprensivos de Julia Rauch. Dulcemente, preguntó—: ¿Lo dije o no, mi amor?

—Sí, mi vida —respondió la diputada.

El Ministro miró a uno y a otro. ¿Qué significaba ese lenguaje? Decidió no averiguarlo. Y continuó:

—Con vaticinar los hechos no se resuelve nada, Pietri. Hay que evitarlos. Mire si usted ahora me dice que la próxima víctima soy yo… ¡y me matan! Me costaría encontrarle alguna utilidad a su astucia, Pietri. Sobre todo bajo tierra y con los gusanos devorándome.

Julia Rauch se cubrió el rostro con las manos. Exclamó:

—¡Ay, señor Ministro, qué imagen tan desagradable!

—¡Tan desagradable como la verdad! —exclamó, a su vez, el Ministro—. ¿O quiere que dentro de un mes exhumemos el cadáver de Ana Espinosa y le demos una miradita?

Julia Rauch descubrió su rostro. Miró con dureza al Ministro y dijo:

—Se empeña en ser obsceno.

El Ministro comenzó a pasearse a grandes pasos por el recinto. Agitaba las manos, transpiraba.

—¡Esta sociedad no tolera un crimen más! —bramó—. Ya se habla de la ineficacia de las instituciones democráticas. Y lo que es peor: ¡ya se habla mal del Gobierno! De nuestro partido. Del Presidente. —Hizo una pausa. Con una voz algo más tenue, dijo—: De mí.

—Calma señor Ministro —aconsejó Pietri—. Confíe en mí. Pronto Van Gogh va a dar un paso en falso. Algo me lo dice.

—¿Y qué se lo dice? —escéptico, el Ministro.

—Mi corazón —dijo Pietri.

Julia Rauch sonrió y lo miró con inefable ternura. Dijo:

—Tu corazón es mío, caramelo.

—Todo yo soy tuyo, bombón —respondió Pietri.

El Ministro, atónito, exclamó:

—¡Caramelo, bombón! Pero ¿en qué idioma hablan ustedes? ¿Qué les pasa?

—Estamos enamorados —suspiró Julia Rauch.

—¿Y eso cuándo pasó? —curioso, el Ministro.

—¿Se lo contamos, mi amor? —preguntó Pietri.

Julia Rauch frunció la boca y le lanzó un beso. Y le dijo:

—Sos un tierno.

—Insisto: cuándo pasó —insistió el Ministro.

—Entre crimen y crimen.

Dijo Julia Rauch.