LV Al rojo vivo
«El miedo es mi compañero más fiel, jamás
me ha engañado para irse con otro»
Woody Allen
—Ya se lo he dicho, yo no sé nada! ¿Cuántas
veces tengo que decírselo? —Todo el asunto le ponía los nervios a
flor de piel y aquel interrogatorio no hacía sino agravar el tema—.
¡No sé nada, ni siquiera lo conocía!
La sala de interrogatorios era un hervidero.
Varios policías contemplaban la escena desde detrás del cristal.
Nadie parecía poder apaciguar al sospechoso. Maxi se mostraba
impasible, Daniel trataba de razonar con el acusado.
—Creo que no hemos empezado con buen pie.
Volvamos al principio, ¿por qué no avisó del descubrimiento del
cadáver?
—No quería problemas...
—¿Venir a declarar y todo ese rollo? —apuntó
el joven policía—. En ese caso, creo que no ha tenido mucho
éxito.
—Él me dijo que con lo que le había contado
era suficiente, que no tendría que venir aquí ni nada. ¿Qué es lo
que ha cambiado?
—Estás aquí —Maxi se permitió tutearle—
precisamente porque él nos ha dicho que habló contigo.
—En ese caso, ya sabrán que no sé nada. ¿No
está él por aquí para aclarárselo?
—¿Por qué habría de estar?
—Porque es policía.
La respuesta les pilló de sorpresa a los
agentes. Se miraron y Maxi soltó un sonoro exabrupto. Daniel siguió
con el interrogatorio:
—El caso es que no está. Y fue muy escueto
en lo que nos dijo, así que recuérdenoslo.
—No vi nada. Se me acabó la batería del
reproductor de MP3 y fui mirando el paisaje mientras corría. De lo
contrario, nunca me hubiese dado cuenta de la existencia del
cuerpo. Me acerqué, lo miré, me di cuenta de que estaba muerto y me
marché corriendo. Y eso es todo.
—Y, para que conste, no conocía ni a Ricardo
Castillo ni tampoco a Isabel Sampedro —mencionó a la viuda para ver
su reacción.
—No tengo ni idea de quién era el muerto, y
jamás he oído hablar de Isabel Sampedro.
—Tampoco conocerá, por tanto, a Patricia
Cornejo o a Diana Zamora, ¿verdad?
Más palos de ciego.
—No. No sé quiénes son esas mujeres.
Ni un solo gesto que hiciese pensar que
mentía.
—Está bien. Creo que por ahora no tenemos
más preguntas.
Se levantó y se disponía a marcharse cuando
Joserra entró en la sala. Le dijo algo al oído a sus compañeros y
se fue de nuevo.
—Una última cosa: ¿le dice algo el nombre de
Iván González?
—Nada de nada.
—Bien. Puede irse, pero procure estar
localizable.
Jorge Martín abandonó, por fin, la
comisaría, maldiciendo internamente a Lorenzo y a su reproductor de
MP3, que tantos problemas le estaban causando.
Por su parte, Maxi y Daniel quedaron
debatiendo sobre la noticia que les acababa de dar Joserra: Iván
González, el conductor del Renault Megane granate que había estado
a punto de atropellar a Margarita Morán, acababa de fallecer en el
hospital de Cabueñes. De confirmarse que Margarita había sido
empujada, la persona que lo hizo sería también responsable de la
muerte del conductor. La situación estaba al rojo vivo.