XXXIII En el sitio equivocado en el momento equivocado

 

 

«Esto es algo que he aprendido de la literatura popular: nunca seas el que encuentra el cadáver»
La calavera bajo la piel (PD James)

 

Los tortiglioni a la boloñesa que había preparado Sara estaban buenísimos y así se lo hizo constar Lorenzo, que había dado buena cuenta de un par de platos dejando, eso sí, un hueco para el postre, un helado de chocolate doble: chocolate recubriendo por fuera y exquisito relleno de chocolate por dentro.
—¿Así que crees que oculta algo?
—Me juego lo que quieras a que sabe algo; lo que no sé es el qué. Quizá no esté implicado de forma directa, quizá sólo conozca a quien lo hizo, o no lo conozca pero lo haya visto, o se imagine quién ha podido ser, o... La lista de opciones es interminable.
—¿Y no te das cuenta de nada que haya hecho o dicho que te pueda dar alguna pista?
El chico buscó la inspiración en el techo durante un momento mientras Sara aguardaba expectante. De pronto, sonrió y le dio un beso en los labios.
—Eres un genio.
—¿Por?
—Hay algo, un indicio, creo que muy significativo, en mi mini-charla con Jorge. Repasando mentalmente la conversación, me acabo de dar cuenta de que hubo un cambio de verbo muy interesante. Cuando le dije que era de la poli, lo primero que me dijo era que no sabía nada. Después, cuando insinué que podía ser un testigo, que encajaba con una descripción de alguien que había estado por la zona, dijo que no había visto nada. Lo repitió varias veces.
—Vale. —No parecía muy convencida.
—Sí, ya sé que no es gran cosa, pero es un matiz. Eso podría querer decir que sí que vio algo, pero no lo quiere confesar.
—O que fue él.
—Sí, claro, esa opción siempre ha estado presente. Aún no lo he descartado.
—Pero...
—No lo sé. Alguien que se carga a una persona dándole veneno y luego finge, de forma algo zafia vale, pero se molesta en fingir un suicidio, arrojando el cuerpo desde un puente, supongo que tendría buen cuidado de no ser visto.
—Y eso nos lleva...
—... a que mañana posiblemente vuelva al parque e intente hablar con él otra vez. Quizá tenga que llevar una placa si lo hago, ¿sabes si las tendrán en los chinos?

 

Mientras tanto, en casa del matrimonio Martín-Moreno:
—¿Policía de la secreta? A mí me pareció un tío legal, no sé, pensaba que sí que había perdido a su perro. Es un buen actor al parecer...
—Tampoco tenemos ninguna prueba de que realmente sea policía.
—Pero sabía que habías estado allí el día que se descubrió el cadáver.
—Gracias a tu anuncio.
La mujer reflexionó durante unos instantes.
—¿Y cómo sabía que encajabas en la descripción del testigo? ¿Cómo podría saber eso si no fuese policía de verdad?
—Igual se tiró un farol.
—Porque tú no viste nada, ¿no?
—Mira, Sandra, no empecemos.
—Si no le dices ni a tu mujer lo que pasa por tu cabeza, ¿cómo demonios te va a creer ese poli o lo que sea? ¿Cómo va a creerte nadie si no confías ni en mí?
—Sabes de sobra que confío en ti.
—Ya lo veo...
Jorge hizo acopio de valor. Ahora o nunca.
—Mira, ¿quieres que te lo diga? Está bien, te lo diré. ¡Yo encontré el cuerpo! Yo fui el primero en ver el puñetero cuerpo, el puto cadáver de Moreda.
Esta revelación trastocó bastante a Sandra, pero no provocó en ella la reacción que Jorge se temía. Al contrario, pareció sentirse aliviada.
—¿Me estás diciendo que lo único que me estabas ocultando es que fuiste el que descubrió el cuerpo?
—Acababa de salir de casa, iba corriendo por el puente y vi algo, desde arriba, pero no se distinguía bien. Cuando bajé del puente, me acerqué más, aparté un poco los arbustos y vi un zapato. Luego vi que también estaba el otro. Y que ambos tenían dueño. Un tío muerto. Vamos, supuse que estaba muerto; aquel tío tenía muy mala pinta, la cara amoratada... lo toqué y no se movía, me asusté y salí cagando leches de allí.
—¿Lo tocaste?
—Fue algo instintivo. De todos modos, el poli no dijo nada de huellas dactilares.
—Y en lugar de contármelo, te inventaste lo de la torcedura de tobillo.
—¡Yo qué sé! Fue lo primero que se me ocurrió.
Sandra se mordió el labio inferior con nerviosismo.
—¿Crees que la policía puede tener tus huellas y están tratando de sonsacarte con medias verdades?
—No. No lo creo. O sea... pueden tenerlas, yo qué sé, pero habrían ido de frente a por mí. Esta táctica que están usando...
—No tienen nada contra ti —trató de autoconvencerse la mujer—. Sólo quieren asustarnos, pero no tienen nada.
—¿Entiendes ahora por qué no te lo había contado?
—No. Deberías habérmelo contado igualmente.
—No quería preocuparte...
—Soy tu mujer.
—Ahora ya lo sabes. Yo no tuve nada que ver. Simplemente estaba en el sitio equivocado en el momento equivocado.
—Saldremos de ésta, tú no te preocupes.
Se abrazaron en silencio, con múltiples pensamientos surcando las mentes del uno y del otro.

 

El mensaje había sido escueto, críptico y, aun así, suficientemente significativo como para que entendiese lo que quería decir. «Conéctate hoy sábado por la tarde, a la página que ya sabes, y hablaremos. Y borra este mensaje». Número oculto, qué típico, pero sabía de sobra quién era y de qué página estaba hablando. Habían acordado minimizar al máximo el contacto, ya fuese telefónico, electrónico y, no digamos, físico. Pero ahora allí estaban, comunicándose vía chat. ¿Habría pasado algo? Miró con atención los nicks de las personas conectadas y decidió que Cenicienta2010 era a quien andaba buscando.

 

<b4nv1ll3> q pasa? espero q nada grave
<Cenicienta2010> eres tú?
<b4nv1ll3> a ti q te parece?
<Cenicienta2010> joder, con ese nick yo q sé
<b4nv1ll3> es el apellido de 1 escritor
<Cenicienta2010> b4nv1ll3???
<b4nv1ll3> banville, John Banville
<Cenicienta2010> la próxima vez pon shakespeare o alguien + conocido
<b4nv1ll3> bueno, al grano
<Cenicienta2010> dnd estás? no estarás en 1 sitio "conocido" o q t delate?
<b4nv1ll3> piensas q soy idiota? claro q no, estoy en 1 biblioteca
<Cenicienta2010> abren los sábados?
<b4nv1ll3> algunas... ésta evidentemente sí
<Cenicienta2010> ok, hay q extremar las precauciones
<b4nv1ll3> q es lo q pasa? el otro día quedamos en no hablar si no era necesario
<Cenicienta2010> pero lo es, andan investigando
<b4nv1ll3> ya lo sé, contábamos con ello
<Cenicienta2010> no, no lo sabes, me refiero a otra gte, no sólo los de uniforme
<b4nv1ll3> de q coño hablas?
<Cenicienta2010> no sé quién es o si es sólo 1 ó varios
<Cenicienta2010> sólo sé q hay q andar con pies de plomo
<Cenicienta2010> procura tener cuidado, sólo te quería decir eso
<b4nv1ll3> a ver, no dejes q la paranoia te altere, está todo controlado de momento
<b4nv1ll3> tienes algún dato + concreto?
<Cenicienta2010> no, aún no, pero estoy en ello, creo q es algo a título particular
<Cenicienta2010> tú no sabes o has visto/oído nada raro, no?
<b4nv1ll3> nada de nada
<Cenicienta2010> genial
<Cenicienta2010> ya te diré algo + cdo haga mis averiguaciones
<b4nv1ll3> tú procura no ponerte muy al descubierto para intentar averiguarlo
<Cenicienta2010> x supuesto

 

Pasaron treinta largos segundos hasta que alguno de los dos interlocutores volviese a teclear algo.

 

<Cenicienta2010> x el trabajo todo bien?
<b4nv1ll3> todo en orden, nada q no pueda gestionar
<b4nv1ll3> y tú?
<Cenicienta2010> sin probls
<b4nv1ll3> lo mejor es q cerremos esto
<Cenicienta2010> borra el historial de Internet antes de irte
<b4nv1ll3> ídem
<Cenicienta2010> ya me volveré a poner en contacto si hace falta
<b4nv1ll3> de acuerdo
Cenicienta2010 ha cerrado la conexión.
b4nv1ll3 ha cerrado la conexión.

 

—Deberías hablar con ella. Es sólo una cría, hace las cosas típicas de su edad...
—Mira, no me calientes que ya estoy bastante quemado con el trabajo como para andar teniendo que pelear también con mi mujer y mi hija.
—No pretendo que le levantes el castigo ni nada, sólo que le hagas entender la situación, igual que me la has explicado a mí y la he entendido.
—Ya lo intenté cuando la castigué.
—Sí, y lleváis cinco días sin apenas dirigiros la palabra. Es sábado, tiene dieciséis años, habla con ella. Hazlo por mí.
La mujer del jefe de policía puso aquella cara, la que llevaba poniendo desde que eran novios cuando quería conseguir algo de él. Y aún hoy, muchos años después, le seguía funcionando.
Ramón se hizo el remolón unos instantes para luego claudicar.
—Está bien, hablaré con ella.

 

Cuatro días antes:
—Bego, tenemos que hablar.
La adolescente levantó la cabeza ante la abrupta irrupción de su padre en su cuarto. Estaba con los cascos puestos, como de costumbre, tumbada boca abajo sobre la cama con los pies en alto, cruzados a la altura de los tobillos. Delante de ella se encontraba un batiburrillo de papeles y recortes a las que no parecía hacer mucho caso. Se quitó uno de los auriculares y preguntó:
—¿Qué pasa? Estoy ocupada.
—Sí, ya lo veo. —Había ironía en su tono. Más que eso, enojo. Parecía ofendido. Begoña se quitó el otro casco y cambió de postura, quedando sentada sobre la cama. Su padre continuó hablando sin prestarle mucha atención—. Me he enterado... tengo que hacerte una pregunta: en las redes sociales esas que usas, ¿subís muchas fotos?
—Eeeeh, sí, bueno, se suben fotos, claro.
—¿Alguna especialmente digamos... comprometedora?
La chica se sonrojó ligeramente.
—Papá, ¿qué es lo que pasa? ¿Por qué me haces esas preguntas?
—Vamos a entrar en tus cuentas de Internet, en el Tuenti, el Facebook o lo que sea, y me vas a dejar ver qué es lo que haces cuando vas por ahí de fiesta, qué fotos hay de ti, y de tus amigos y amigas. —Y se acercó al ordenador ubicado sobre el escritorio.
—¿Pero estás loco? ¡Eso son mis cosas, es privado, no puedes entrar ahí!
—Vamos, déjate de gaitas y dime cómo se entra. —Estaba delante de la pantalla del ordenador y acababa de hacer doble clic en el icono del Tuenti, pero la aplicación le pedía meter la contraseña—. No me hagas enfadar más aún, ¿eh?, que no he tenido muy buen día que digamos...
—¡Quítate de ahí! No puedes entrar en mi perfil... —La chica estaba visiblemente alterada y era del todo reacia a razonar con su padre—. Claro, como no te han ido bien las cosas en el trabajo lo pagas conmigo...
Ramón se levantó de la silla malhumorado.
—Muy bien, como quieras. Estás castigada sin salir hasta nueva orden. Olvídate de las discotecas, los chicos y la bebida. Me importa un pito que sea el cumpleaños de Fulanita o de Menganita, o que haya el concierto de Su Puñetera Madre en vinagre, no vas a volver a salir de noche hasta que me dé la gana, ¿está claro?
—¡Y una mierda! No puedes hacerme eso.
—Bego, no me calientes, ¿eh? Castigada y punto. —Y salió de la habitación dando tal portazo que casi saca la puerta de los goznes.

 

Actualmente:
Begoña se encontraba en su cuarto, tumbada en la cama como cuatro días antes, aunque en esta ocasión no tenía los cascos puestos ni los papeles delante. Hojeaba una revista del corazón sin demasiado entusiasmo. Ramón picó tímidamente en la puerta y entró sin esperar respuesta.
—¿Estás ocupada?
La chica levantó la vista con hastío durante unos segundos para luego regresar a la revista.
—Tu madre piensa... —comenzó Ramón—. Bueno, ambos creemos... Mira, no es fácil ser padre y personaje público a la vez, ¿entiendes?
—¿Personaje público? ¿Qué piensas que eres un actor o un futbolista? La gente te ve por la calle y no tiene ni zorra de quién eres —replicó visiblemente cabreada su hija.
Ramón contuvo su mal genio y dijo con bastante serenidad:
—Mira, tienes dos opciones: seguir cabreada conmigo hasta el final de los tiempos o entrar en razón. Como gesto de buena fe, voy a levantarte el castigo... dentro de unos días. Pero tienes que entender que, quieras o no, eres la hija del jefe de policía y, aunque yo no sea precisamente Messi ni Cristiano Ronaldo, hay gente que me conoce, y gente que quiere hacerme daño, atacándome en aquello que más me duele. Y ahí entráis tú, tu hermana y vuestra madre.
Begoña escuchaba ahora con atención.
—¿Se han metido contigo por mi culpa? ¿O por mamá?
—No es tan sencillo... Lo único que digo es que procures tener cuidado con el uso de las redes sociales, no subas fotos digamos comprometedoras ni hagas comentarios inapropiados y ese tipo de cosas.
—Lo tendré en cuenta.
—Bien, hija, eso es todo.
Ramón se disponía a abandonar la habitación.
—¿Cuándo me quitas el castigo? ¿Puedo salir... hoy?
—No, hoy todavía no. Pero si te comportas, el fin de semana que viene ya podrás.
Begoña ahogó un mohín de queja. Imaginaba que su madre había intercedido bastante para que su padre cediese. No era cuestión de presionarle más de la cuenta.
Lorenzo Blanco y los crí­menes inoportunos
titlepage.xhtml
index_split_000.xhtml
index_split_001.xhtml
index_split_002.xhtml
index_split_003.xhtml
index_split_004.xhtml
index_split_005.xhtml
index_split_006.xhtml
index_split_007.xhtml
index_split_008.xhtml
index_split_009.xhtml
index_split_010.xhtml
index_split_011.xhtml
index_split_012.xhtml
index_split_013.xhtml
index_split_014.xhtml
index_split_015.xhtml
index_split_016.xhtml
index_split_017.xhtml
index_split_018.xhtml
index_split_019.xhtml
index_split_020.xhtml
index_split_021.xhtml
index_split_022.xhtml
index_split_023.xhtml
index_split_024.xhtml
index_split_025.xhtml
index_split_026.xhtml
index_split_027.xhtml
index_split_028.xhtml
index_split_029.xhtml
index_split_030.xhtml
index_split_031.xhtml
index_split_032.xhtml
index_split_033.xhtml
index_split_034.xhtml
index_split_035.xhtml
index_split_036.xhtml
index_split_037.xhtml
index_split_038.xhtml
index_split_039.xhtml
index_split_040.xhtml
index_split_041.xhtml
index_split_042.xhtml
index_split_043.xhtml
index_split_044.xhtml
index_split_045.xhtml
index_split_046.xhtml
index_split_047.xhtml
index_split_048.xhtml
index_split_049.xhtml
index_split_050.xhtml
index_split_051.xhtml
index_split_052.xhtml
index_split_053.xhtml
index_split_054.xhtml
index_split_055.xhtml
index_split_056.xhtml
index_split_057.xhtml
index_split_058.xhtml
index_split_059.xhtml
index_split_060.xhtml
index_split_061.xhtml
index_split_062.xhtml
index_split_063.xhtml
index_split_064.xhtml
index_split_065.xhtml
index_split_066.xhtml
index_split_067.xhtml
index_split_068.xhtml
index_split_069.xhtml
index_split_070.xhtml
index_split_071.xhtml
index_split_072.xhtml
index_split_073.xhtml
index_split_074.xhtml