XXXIX Presunto inocente
«En el sistema judicial, el pueblo está
representado por dos grupos distintos aunque igualmente
importantes: el Cuerpo de Policía, que investiga el delito, y la
Fiscalía del Distrito, que procesa al delincuente»
Ley y Orden (serie de
televisión)
—Ya se lo he dicho, se lo he repetido una y
otra vez! ¿Cómo cojones tengo que decírselo? —Su habitual aplomo
parecía haberse ido al garete—. ¡Yo no lo maté!
La sala de interrogatorios era un hervidero.
Varios policías contemplaban la escena desde detrás del cristal.
Nadie parecía poder apaciguar al sospechoso. Nadie parecía querer
hacerlo tampoco.
El policía se mostraba impasible, pese a los
gritos del acusado.
—Las pruebas indican lo contrario...
—Eso... —Se pasó la mano por la cabeza,
enredando su pelo negro—. Eso es imposible. ¡Joder, les digo que yo
no lo hice! ¡Tienen que creerme!
—Es complicado creerle cuando tenemos sus
huellas en el cadáver.
—Está claro —replicó, no sólo para
convencerles a ellos sino también a sí mismo— que alguien me ha
tendido una trampa. Es la única posibilidad.
—¿Ah, sí? Explíqueme eso.
—Vamos a ver. Tiene que ser alguien que nos
conocía a los dos, a mí y a... al muerto. De cuando trabajaba en
León...
—¿Sí?
—Déjeme... déjeme pensar, déjeme hacer
memoria... —Miró hacia arriba, hacia un lado, hacia abajo y
nuevamente hacia arriba. Sus ojos no dejaban de girar, tratando de
concentrarse.
—Mire, podemos acabar con esto aquí y ahora.
Simplemente firme esta confesión y asunto resuelto. —Le acercó una
hoja impresa.
—¡No voy a firmar nada! ¡No pienso cumplir
condena por algo que no he hecho!
—Está bien. Tendrá que ser por las malas en
ese caso.
El agente que estaba llevando el
interrogatorio se levantó e hizo un gesto a través del cristal y,
de inmediato, otro policía se introdujo en la sala. Iba vestido de
uniforme, porra incluida.
—Así que no quiere confesar —dijo con voz
ronca y áspera—. Una lástima. Una verdadera lástima.
Sacó la porra de la funda con la mano
derecha y empezó a golpearla suavemente contra la palma de su mano
izquierda. El acusado se levantó de la silla y comenzó a protestar,
la frente empapada en sudor. Se le había formado, además, una
aureola oscura bajo los sobacos.
—No pueden hacer esto. Es... un crimen. Es
inconstitucional, vulnera infinidad de leyes... No pueden.
Mientras hablaba, iba reculando, acercándose
a la pared. El policía seguía dándose en la mano con la porra, pero
ahora más fuerte.
—¡No pueden hacerme esto! ¡Yo no he matado a
nadie, lo juro!
El primer golpe fue a la boca del estómago.
Ni siquiera lo vio venir. Tan concentrado estaba apartándose del
policía de la porra que no se percató del derechazo que le lanzó el
otro policía, el que hasta ahora había sido el «poli bueno». Le
cogió por el cuello y le apretó contra la pared, levantándolo
ligeramente del suelo.
—Confesarás, hijo. Ya lo creo que
confesarás.
Sintió las manos sobre su garganta; le
empezaba a faltar el aire.
—No puedo... —Su voz ya no era tal, sino tan
sólo un leve gimoteo—. No puedo respirar...
Sonaron los primeros acordes que tan bien
conocía. Slash en estado puro.
Abrió sus ojos castaños.
She's got a smile that
it seems to me, reminds me of childhood memories...
Se incorporó a medias, quedando sentado en
la cama. La música seguía sonando.
...where everything was
as fresh as the bright blue sky...
Apagó la alarma, haciendo callar
abruptamente a Axl Rose11.
El sudor era real. El resto, al parecer, sólo un sueño. Una
terrible y muy detallada pesadilla. Sintió la rigidez propia de
cuando se dormía en mala postura. Una voz que parecía venir de
cualquier parte menos de su boca dijo:
—¡Joder! Menos mal...
Jaime Cano se levantó de la cama con el
susto aún en el cuerpo y se quedó un gran rato bajo la ducha,
tratando de despejar sus ideas.