XXI Se busca

 

 

«Lo importante no es lo que se busca, sino los hechos que se desencadenan a partir de la búsqueda»
Jean Echenoz

 

Tras haber dado buena cuenta del suculento cachopo de ternera relleno de cecina y queso de cabra que Sara había preparado como celebración de su contrato con la editorial, Lorenzo le contó sus avances con la investigación del crimen de Moreda.
—He estado dándole vueltas al tema de los posibles testigos que estuvieron por el parque el día de autos, y en cómo poder contactar con ellos sin tener que esperar al sábado que viene y abordarlos en pleno parque, y se me ha ocurrido una idea que podría funcionar... quizá.
Los grandes ojos verdes de la chica contemplaban fijamente al joven detective, esperando que completase la frase. Al cabo de unos segundos, como éste no continuaba hablando, expresó:
—¿Sólo «quizá»? Seguro que sí que funciona. Cuéntame cuál es esa idea tan misteriosa.
—Vamos a ver, yo quiero hablar con gente que potencialmente haya estado en el parque el sábado que murió, o mejor dicho, que encontraron muerto a Ricardo. He tomado notas sobre la gente que ha estado en el parque el sábado siguiente, y es razonablemente probable creer que algunos o bastantes de ellos tengan la rutina de ir allí los sábados, a hacer deporte, a sacar el perro a pasear, a dar una vuelta, a llevar a los críos a jugar... ¿no? Pero el problema radica en que no tengo los datos personales de esa gente, no sé cómo poder contactar con ellos a no ser en el propio parque al que quizá algunos no vuelvan hasta el sábado, porque por semana trabajarán o tendrán otros asuntos que atender, al menos la mayoría de la gente. Así que he pensado: si la montaña no viene a Mahoma...
—¿Y cómo vas a hacer para que el parque de Moreda venga a ti? —preguntó entre risas la chica.
—Pues muy fácil. ¿Qué motivo razonable se te ocurre para que un desconocido se ponga en contacto contigo? —Acto seguido bajó la vista hacia el exuberante pecho de Sara, que en esos momentos lucía una camiseta de tirantes bastante escotada—. Y no me digas que quedándote en topless.
La chica se rio con ganas mientras sus pómulos experimentaban un ligero enrojecimiento.
—Serás bobo...
—No, en serio. Piensa, gente que acude habitualmente a un parque... ¿qué podría motivar que se comunicasen ellos conmigo y no al revés?
—No sé... —La chica quedó pensando durante unos instantes—. ¿Tal vez si les ofrecieses un trabajo, o dinero o algo así?
—Vas bien con lo del dinero, pero con un matiz. La gente que va a los parques, entre otras cosas, suele llevar a pasear a sus perros. La gente que tiene animales domésticos les suele coger mucho cariño, están muy sensibilizados con todo lo relacionado con ellos, ¿me sigues? —Sara asintió en silencio—. Si yo tuviese una mascota, un perro pongamos, y mi perro se hubiese perdido en ese parque o sus inmediaciones, ¿no sería perfectamente verosímil que tratase por todos los medios de recuperarlo? ¿No sería lógico que removiese Roma con Santiago para intentar encontrarlo? ¿No sería, en definitiva, lo más normal del mundo que pusiese un anuncio en el periódico o carteles por los alrededores de la zona, dejando un teléfono e incluso ofreciendo una recompensa económica a quien me pudiese dar información relacionada con la desaparición de mi apreciado perrito?
—¡Es una idea genial! —replicó Sara con ostensible entusiasmo.
—Hombre, tanto como genial... no sé. Pero al menos es algo. Así que voy a hacer las dos cosas. Voy a colgar carteles por donde el parque a ver si alguien se pone en contacto conmigo, y paralelamente también voy a poner un anuncio en el periódico.
—Me acabo de dar cuenta de que hay un problema —dijo de pronto la joven traductora.
Lorenzo la miró sonriente.
—¿Te refieres al insignificante detalle de que no tenemos ningún perro? Ya había pensado en eso. He estado recopilando datos y he llegado a la conclusión de que las dos razas más en boga en los últimos tiempos son el West Highland White Terrier y el Bulldog francés. Y no te puedes ni imaginar la cantidad de fotos que se encuentran en Internet de cualquiera de las dos razas.
—Ya, eso está muy bien, pero realmente el problema que veía era otro —replicó con tranquilidad—. Es posible que nadie se ponga en contacto contigo porque realmente no se ha perdido ningún perro de esas características.
Lorenzo sonrió nuevamente.
—También contaba con eso. Pero, ¿y si en el anuncio pongo no simplemente que mi perro ha desaparecido sino que incluso ha podido ser secuestrado por alguien, algún conocido mío que no se lleve muy bien conmigo y que, digamos, sólo quería robármelo para tocarme las narices? El perro podría conocer al nuevo dueño, el que me lo ha birlado, y pasearse con él por ahí como si fuese suyo. En ese caso, no se trataría de buscar a un perro suelto que, como bien dices, es más difícil de simular, sino a cualquier persona que llevase un perro de esas características y pudiese de alguna manera resultar sospechoso. Sé que es algo rebuscado pero es lo mejor que se me ocurre.
—Ya, es un poco rebuscado, sí. —El entusiasmo inicial se había transformado en algo cercano al escepticismo—. Pero quizá pueda funcionar.
—¿Ves como al final era sólo un «quizá»?

 

El lunes por la tarde el ambiente en comisaría estaba algo enrarecido. Las continuas idas y venidas de Maxi y Daniel, ora vestidos de policía, ora vestidos de paisano, y sus reuniones privadas o en petit comité con el jefe de policía habían levantado ciertas suspicacias entre el resto de compañeros, que sospechaban que se estaba tramando algo aunque no tenían muy claro el qué. La futura cita del día siguiente entre Ramón y el alcalde no hacía sino agravar el asunto. ¿De qué querría hablarle el máximo mandatario de la localidad al jefe de policía? ¿Su reunión tendría algún tipo de relación con los agentes de policía que allí trabajaban? ¿Se plantearía la posibilidad de reducir gastos municipales prescindiendo de algunos de los miembros del Cuerpo y, en tal caso, de cuáles? Probablemente de los más jóvenes e inexpertos...
Para más inri, Ramón se había encerrado en su despacho, pues no dejaba de darle vueltas a la famosa reunión. Él tampoco sabía qué demonios querría debatir con él Jacobo Arjona pero, teniendo en cuenta su conversación de la semana anterior con su «lugarteniente», Tomás Lobo, nada bueno seguramente. Por su parte, Maxi y Daniel también estaban escamados. Ramón se había negado a hablar con ellos de sus —todo hay que decir— pírricos avances en el asunto de Marcos Tuero. En realidad no se había negado como tal, simplemente les había dicho que ese tema «podía esperar». Y después se había metido en el despacho, dando orden estricta de no ser molestado bajo ningún concepto. De esto hacía ya un par de horas.
Daniel tamborileaba sobre su mesa con la parte de atrás de un lápiz eficientemente afilado, tratando de concentrarse en el expediente que tenía sobre la mesa, un caso de escasa envergadura vinculado a un pequeño robo de productos alimenticios en un supermercado. Maxi no se molestaba demasiado en disimular y se dedicaba a navegar por Internet, leyendo noticias de deportes y mirando la cartelera del cine. Daniel se levantó y fue a la máquina del café. De la que pasaba al lado de Maxi, le tocó sutilmente en el hombro, confiando en que, por una vez, su compañero entendiese el mensaje y lo acompañase. Éste tardó unos segundos en reaccionar pero finalmente se levantó y fue tras los pasos de su joven compañero. Camino a la máquina, se cruzaron con Pablo, que se paró un segundo a hablar con ellos.
—¿Qué contáis, alguna novedad?
—Nada, lo de siempre. Casos sencillos y aburridos —respondió con convicción Daniel, que no tenía pensado mostrar sus cartas ante ningún compañero mientras Ramón no se lo permitiese.
—Pues por ahí se comenta que os traéis algo gordo entre manos —dejó caer Pablo.
—Lo mejor será que cada uno se dedique a lo suyo y no meta las narices donde nadie le llama, ¿no crees? —terció Maxi sin demasiada diplomacia.
—Sí, supongo que será lo mejor —se quedó con ganas de añadir «¿qué mosca creéis que le ha picado al jefe?» pero parecía que no estaba el horno para bollos así que se abstuvo.
—No hace falta que seas tan borde con él —protestó Daniel cuando estuvieron solos. Maxi se dispuso a sacar su café y no se molestó en contestar—. Las cosas pintan feas con los periodistas —dijo de forma retórica—. ¿Crees que podremos llegar a alguna parte en este caso? Llevamos un fin de semana con él y no hemos avanzado una mierda.
La frustración del novato no parecía inquietar al agente más experimentado, que con la mano con la que no sostenía el vaso se rascó la zona central de la cabeza, donde en algún momento de la vida había tenido cabello.
—Yo lo que creo es que este caso es una mierda, chico. Una auténtica y jodida mierda maloliente. ¿No te hablaron de esto en la academia?
—Contaba con tener casos difíciles —aclaró—, pero lo que me frustra es estar en un callejón sin salida. Las coartadas de ambos tíos parecen sólidas, sin fisuras. Y si ninguno de los dos, que aparentemente tenían móvil para cometer el crimen, están implicados, no veo a quién coño podemos interrogar.
—¿Se sigue sin saber nada de la licencia del arma? —preguntó Maxi, en un arranque de lucidez.
—Nada. Ese arma no existe. Matan a un tío a plena luz del día en un lugar plagado de gente con una pistola que no se ha vendido o fabricado, y nadie ve nada ni sabe nada. Estamos jodidos.
—Bueno, ya habrá más casos. De momento vamos a ver qué nos dice Ramón...
—... cuando decida hablarnos, que no tengo muy claro que vaya a ser hoy.
—Paciencia, chico, paciencia.

 

En la casa consistorial se encontraban reunidos Pedro Mata y Jacobo Arjona. El máximo representante político de la ciudad había hecho llamar a Pedro para dejarle claro ciertos aspectos en previsión de lo que pudiese acontecer en la jornada del día siguiente. El portavoz de la Junta de Gobierno, que vestía una informal camisa blanca con pequeños cuadros de bordes azules y amarillos y un anodino pantalón gris, se mantenía en silencio mientras el alcalde exponía sus ideas.
—Lo que ahora nos conviene —decía Jacobo, mientras blandía sus gafas en el aire, agarradas por una patilla— es silenciar lo máximo posible a los medios de comunicación. Como ya sabes, mañana mantendremos una reunión Ramón Candela y yo. Será una reunión totalmente extraoficial en la que trataremos asuntos que no deberían traslucir a la opinión pública, así que tu misión es procurar que se publicite lo menos posible, ¿de acuerdo?
El portavoz asintió con servilismo.
—Bastante lío tenemos ya con el tema de los asesinatos —continuó Jacobo—, como para que encima se ande publicando que si el alcalde y el jefe de policía se reúnen en secreto, que si pactan a escondidas, etcétera. Haz lo que te salga de los huevos pero no quiero leer nada en la prensa ni mañana ni pasado relacionado con este asunto, ¿estamos?
—Si me permites —dijo con marcada petulancia Pedro—, se me había ocurrido que mañana y pasado serían días apropiados para sacar a la luz pequeñas noticias a modo de cortina de humo, de forma que la gente se olvidase de otros asuntos y no prestase atención a vuestra reunión, en el hipotético caso —dirigió una muy significativa mirada a su superior que podría catalogarse de rastrera—, aunque por descontado procuraremos por todos los medios que no sea así, en el hipotético caso, decía, de que se filtrase algo a la prensa.
El discurso de su pupilo iba muy en la línea de lo que le gustaba oír a Jacobo. Éste formuló la pregunta que el otro esperaba:
—¿Y has pensado qué noticias son ésas que podríamos facilitarle a los medios?
Pedro mostró una amplia sonrisa.
—Efectivamente. He estado dándole vueltas al asunto desde la semana pasada, cuando acudí a la TPA, y creo que lo mejor que nos podría venir en este momento sería hacer dos anuncios oficiales, uno más importante y otro más discreto.
—¿Y bien?
—El discreto, que podríamos sacar el primer día, sería decir que de cara al próximo mandato, en caso de que nuestra candidatura vuelva a ser elegida...
—... cosa que ahora mismo se antoja más que complicada —replicó el alcalde, más para él mismo que otra cosa.
—Nunca se deben bajar los brazos, Jacobo. Y tú lo sabes mejor que nadie. —No dio tiempo a que el otro interpretase con exactitud su frase y prosiguió—: Si volviesen a elegirnos, a elegirte en definitiva —nueva sonrisa de tiburón—, podríamos prometer una mayor transparencia en el gasto público, así como la publicación de los sueldos de los miembros de la Junta de Gobierno.
—Palabras huecas...
—Sí, por descontado. Pero de eso se trata, ¿no? Además, a la gente le encanta conocer los salarios de los políticos y tener acceso a ese tipo de datos. Después, una vez elegidos, aquí paz y después gloria.
—Bueno, podría valer como anuncio «discreto». ¿Y qué hay del anuncio más importante, el «bombazo informativo»?
—Podríamos anunciar, y llevar a cabo, una serie de cambios inmediatos entre los miembros de la junta.
Jacobo arqueó las cejas interrogativamente.
—Sé lo que estás pensando —aclaró, braceando con moderación como en él era habitual para dar explicaciones—. No se trataría de un cambio real, sino tan sólo de un cambio de cromos. Que el teniente de alcalde segundo pasara a ocupar el puesto del cuarto, el cuarto el del quinto..., o añadirle algún otro cargo a alguno de ellos, alguna ocupación adicional que pasaría a desempeñar desde ya. Algo que, a fin de cuentas, formase en los ciudadanos la idea mental de cambio, de modernización, de reajuste, de tratar de mejorar.
—¿Un cambio de cromos y ya está? La gente no es tan estúpida.
—¿Estás completamente seguro?
—Bueno, tendré que meditar sobre ello. De momento, prepara las cosas para dar el primer anuncio mañana y ya veremos si un día o dos después te doy luz verde o no para notificar el cambio de cromos.

 

Lorenzo leyó en voz alta el borrador de anuncio que había redactado para ver qué le parecía a Sara:

 

Perdido o robado

 

Ha desaparecido un West Highland White Terrier, en la zona del parque de Moreda o alrededores, en la mañana del sábado 10 de julio. Se llama Sprocket, tiene cuatro años, es blanco, tiene el pelo largo y es muy juguetón y cariñoso. Tenemos serias sospechas de que no se haya perdido sino que haya podido ser raptado por unos conocidos con los que no tenemos buena relación. Cualquier persona que haya estado por el parque ese día y haya visto un perro que responda a esta descripción, por favor que se ponga en contacto con nosotros. Agradeceríamos cualquier tipo de información que nos puedan facilitar y estamos dispuestos a recompensar económicamente a quien nos dé algún dato que nos permita localizarlo.

 

Persona de contacto: Iván Muelas
Teléfonos: 654176321 / 985041105

 

—Lo veo perfecto —expresó con sinceridad Sara.
—¿Crees que hará falta que deje también un e-mail?
—No sé... no creo que haga falta.
—Ya, no creo.
—¿En qué periódico lo piensas publicar?
—En los tres de aquí: Comercio, Nueva España y Voz de Asturias. Creo que con eso cubrimos todo el espectro de posibilidades.
—Genial. ¿Qué vas a hacer ahora? —En los ojos de la chica había un brillo malicioso.
—Tenía que preparar los carteles con una foto de nuestra mascota para luego ir a pegarlos por el parque. ¿Por?
Sara jugueteaba coquetamente con el tirante derecho de su escotada camiseta mientras clavaba con aire inocente sus verdes ojos en el chico.
—Lo cierto es que tampoco tengo tanta tanta prisa —reconoció Lorenzo, aproximándosele hasta casi chocar cabeza con cabeza. Después, el tirante se deslizó suavemente por su hombro derecho hacia abajo. Al tirante derecho le siguió el izquierdo. Y así sucesivamente.
Lorenzo Blanco y los crí­menes inoportunos
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