EL SECRETO DE EROS
VIVO rojo. Vivo mi sangre.
No he renegado de Eros.
Mis rojos labios arden en tus helados
altares de sacrificio.
Te conozco, Eros,
no eres ni hombre ni mujer.
Eres la fuerza
que, agazapada en el templo,
al levantarse -más indómita que una algarabía,
más violenta que una piedra arrojada-
lanza sobre el mundo
las certeras palabras del mensaje
desde la puerta del templo omnipotente.