GEORG TRAKL
TRADUCCIÓN DEL ALEMÁN Y PRESENTACIÓN DE AMÉRICO FERRARI
Georg Trakl (1887-1914) no sólo cifra en su obra poética las tendencias esenciales de lo que sólo después de su temprana muerte vino a llamarse en el mundo germánico Expressionismus, el movimiento poético sin duda más importante que se ha dado en Occidente después del romanticismo: encama sobre todo de manera sobrecogedora la consciencia del fin, la visión del más sangriento de los crepúsculos en el umbral de este siglo alumbrado entre los estragos de una guerra por primera vez mundial. Se podría decir pues que el gran poeta austríaco es un vate en la acepción más clásica del término; pero lo que más asombra en él es cómo la visión de una horrenda realidad roja, negra, verde —de noche, tumbal, de sangre, de podredumbre de la carne— se remansa en la pureza cristalina de la voz lírica, cómo el tormento de la muerte, del seno frío de la noche, la angustia del atroz arrebol crepuscular se conciban en el manantial del canto y se hacen misteriosamente uno con la paz de los caminos en la suavidad de un crepúsculo, la verde alegría de las praderas, el manso animal, la dicha apacible del estanque, dicha que el agua serena promete a los ahogados. Hay en Trakl una percepción simple, original y prístina de la inmanencia palpable de la muerte en la vida, de la comunicación incesante y real de los vivos con los muertos que no necesita de ninguna dialéctica hegeliana u otra para ser esto y su contrario, sin más.
El yo poético que se expresa en una obra no se confunde ciertamente con la persona del autor de ésta y el poeta de Sebastián en sueños, como ya ha observado la crítica, escribe una poesía “impersonal”: en la poética del Trakl la “forma universal” habla mejor al lector que la forma “estrechamente personal”; pero eso no supone
que la poesía no refiera, por ocultos caminos, a la experiencia íntima que el poeta, un ser humano entre otros, tiene del mundo. La experiencia vital de Trakl, preñada de angustias y sentimiento de culpa; el vivo sentimiento de decadencia y derrumbe de un mundo familiar; la vida alucinada por la que duramente avanzó, las drogas, el alcohol, la relación incestuosa con su hermana trazan invisibles líneas o surcos, versos ya en buena cuenta, a los que la mano del poeta imprimirá en la escritura del poema una forma y un sentido universal. En los cincos libros de Sebastián en sueños (se puede pensar que Sebastián es un Georg Trakl entre otros) se concentra todo este universo de formas y vivencias.
Al estallar la guerra, el primer paso de una danza macabra de Occidente que en sólo tres decenios causó tantas decenas de millones de muertos, Trakl fue enviado al frente en agosto de 1914. Tras la batalla de Grodek, a la que consagró un poema, fue devuelto a un hospital militar en Cracovia por “trastornos mentales”. Ahí murió en noviembre de una sobredosis de cocaína a los 27 años. Suicidio, visiblemente: no es creíble en efecto que el poeta drogadicto, farmacéutico de profesión, no supiera dosificar la droga. Oh la hora amarga del ocaso/ahora que contemplamos en las aguas negras un rostro de piedra. ¿Qué le quedaba por ver al poeta en la historia inminente que no hubiera previsto ya en sus versos?
Américo Ferrari