BIZANCIO
SE alejan las inexpurgadas imágenes del día;
la soldadesca imperial, borracha, está dormida;
se aleja la resonancia de la noche y el canto de los trasnochadores
después del gong de la catedral espléndida;
una cúpula estrellada o lunada desdeña
todo cuanto es el hombre,
todas las simples complejidades,
la furia y el fango de las venas humanas.
Ante mí flota una imagen, hombre o sombra,
sombra más que hombre, más imagen que sombra;
la bobina del Hades envuelta en vendajes de momia
puede desenvolver el sinuoso sendero;
una boca, sin humedad y sin aliento,
bocas sin aliento puede convocar,
saludo lo sobrehumano
lo llamo muerte-en-vida y vida-en-muerte.
Milagro, ave o dorado artificio,
más milagro que ave o artificio,
plantado en la estrellada rama dorada,
puede cacarear como los gallos del Hades,
o, amargado por la luna, menospreciar con ruido,
en la gloria del metal inmutable,
el ave común o el pétalo
y todas las complejidades de fango o sangre.
A medianoche, sobre el pavimento del Emperador,
centellean llamas que ningún leño alimenta,
ni enciende el acero, ni perturba tormentas,
llamas engendradas por llamas,
donde vienen espíritus engendrados por la sangre
y dejan todas las complejidades de la furia,
muriendo en una danza,
una agonía de trance,
una agonía de llama que no quema una manga.
¡Espíritu tras espíritu, cabalgando a horcajadas en el fango
y la sangre del delfín! ¡Las fraguas rompen el diluvio,
las doradas fraguas imperiales!
Mármoles del piso de danza
rompen complejidad de amarga furias,
esas imágenes que todavía
frescas imágenes engendran,
ese mar que rasgan los delfines y el gong atormenta.
1930
[De La escalera de caracol y otros poemas, 1933]