DOS CANCIONES DE UN DRAMA4
I
VI, donde falleció el sacro Dionisios,
una erguida doncella fascinada,
que el corazón del pecho se arrancaba,
llevarlo palpitante entre sus manos;
luego, todas las Musas le cantaron
del Gran Año al llegar la primavera,
cual si se interpretase la agonía de Dios.
Debe alzarse y hundirse nueva Troya,
alimentar al cuervo otro linaje,
llevar otra pintada prora de Argos
una relampagueante chuchería.
El Imperio Romano, consternado,
abandonó las riendas de la paz y la guerra
cuando la fiera virgen y su Estrella invocaron
desde la fabulosa oscuridad.
II
Triste por el oscuro pensamiento humano
cruzó la sala aquella y retiróse
en una turbulencia galilea;
nos trajo la estrellada Babilonia
una magnifícente obscuridad informe;
el olor de la sangre, cuando a Cristo mataron,
inútil hizo toda tolerancia platónica
y vana toda disciplina dórica.
Cuanto el hombre valora, dura un día, un instante,
el placer del amor su mismo amor aleja,
el pincel del pintor sus ensueños consume;
el pregón del heraldo, los pasos del soldado,
debilitan su gloria y poderío:
todas las llamas de la noche nutren
el combustible corazón del hombre.