A LOS ENMUDECIDOS
OH, demencia de la gran ciudad: cae la noche
y se pasman árboles retorcidos junto a los muros negros,
a través de su máscara de plata atisba el espíritu del mal;
la luz con su látigo magnético expulsa a la noche de piedra.
Oh, tañir sumergido de las campanas de la tarde.
Una puta entre escalofríos glaciales da a luz un niño muerto;
terrible azota la cólera de Dios la frente del poseso,
peste purpúrea, hambre que lacera los ojos glaucos.
Oh la horrible risa del oro.
Pero quieta en oscura cueva sangra la muda humanidad,
construye de recios metales la cabeza redentora.