KONSTANTINO KAVAFIS
TRADUCCIÓN DEL GRIEGO Y NOTAS DE CAYETANO CANTÚ
En Kavafis (1863-1933) no existen semejanzas ni símbolos. Lo que es se expresa tal como es. Él apuntó que en la antigua Grecia el lenguaje era un signo en su totalidad cierto y transparente de las cosas, porque se les parecía. Trataba de depositar los nombres sobre aquello que estos designaban, llegando a reunificar las palabras con las cosas; el contenido está a la vista, si la forma en que se describe es la precisa.
Kavafis se descubre a sí mismo poeta en Constantinopla a la edad de 19 años. Es allí donde suspende la escritura de su diario, el cual escribía desde los 13 años. La primera página del diario contenía una sola palabra: “Alejandrino” (había nacido en esa ciudad el año de 1863). En agosto de 1884, su hermano Juan le escribe acerca del levantamiento antieuropeo de 1882 y le cuenta que los ingleses sometieron Alejandría mediante bombardeos; le dice: “No te puedes imaginar cómo nuestro infortunio me ha hecho odiar a los ingleses; ellos, su pompa y grandeza son una gran falacia, una imposición viva. Hay un descontento general en todos lados, y ellos simplemente lo ignoran. ‘Oh, dice el inglés, tú eres inferior y puedes esperar’ con esa exclusiva y autosufíciente estupidez, como si uno fuera el ajeno en su país”.
La respuesta de Kavafis fue cerrar definitivamente su diario personal; por otra parte, no se dedicó a escribir ataques en contra de la dominación inglesa, sino a cumplir su función de poeta tal como él la entendía.
Su obra no se caracteriza por el propósito de publicación; por el contrario, cede muy poco a las presiones de sus amigos a este respecto, y lo más que estos lograron fue que publicara en periódicos y revistas de escasa circulación. Cuando Kavafis decide ser poeta, lo hace de acuerdo a la concepción clásica del término: hacer de la palabra arte. Él se sentia poeta al hablar, de allí su escasa producción y sus pocas cartas. Quedan testimonios sobre él en personas que lo conocieron y que fueron marcadas definitivamente por su contacto, gente como G. Savidis, G. Séferis, E. M. Forster, S. Tsirkas, M. Ralli, F.T. Marinetti.
Kavafis expresa, en su obra, un deseo vehemente de regresar a los orígenes y patrones culturales griegos; adopta el griego común y es el primero que lo utiliza por escrito; entiende el desarrollo natural y no así el progreso desculturizante. Hasta cierto punto era un hombre del pasado. Para él no fue la conquista romana la que terminó con el mundo helénico; ello ocurrió el día en que Roma se volvió cristiana. Y ése es un tema persistente a lo largo de toda su producción poética.
Para Kavafis, Alejandría continuaba siendo griega, pero estaba en peligro de convertirse en inglesa: era conveniente señalar los grandes errores que dejaron que el mundo helénico se derrumbara, y así denuncia a los príncipes griegos que por ansia de poder personal y orgullo mal entendido no supieron unirse ante las dominaciones extrañas y sucumbieron tristemente uno por uno.
Los griegos no diferenciaban alma de cuerpo; Kavafis no separa sentir de actuar. Todo es una unidad y como tal se expresa. La voz más desinhibida que escuchamos en su poesía es la de la intensa fascinación que siente por la vida griega: hedonismo, arte, filosofía sofista y especialmente el “gran lenguaje griego”.
En Kavafis resultaría grotesco oponer la vida a la escritura; de la misma forma que decir que no escribía lo suficiente por conformismo o cobardía. Buscaba una línea, un tipo de expresión que arrastrara consigo política, economía, burocracia, jurisdicción, imposiciones y olvidos; vive, ve y escribe. En él, arte y vida no se oponen; y no se le puede juzgar con conceptos y cánones de literatura común y corriente.
Le molestaba que lo trataran de escritor mundano y sucio, cuando arrojaba en sus poemas soledades, sufrimientos y sentimientos íntimos. No son más que formas, el contenido está por encima de ellas. Decía: “Soy mezcla de cristiano y pagano; pero ante todo soy heleno, así me expreso y así vivo”.
Hay tres características básicas en la obra de Kavafis que nos permiten entender por qué su expresión es tan potente y directa: la primera es la negación a escribir en el idioma culto que correspondía a la literatura griega establecida; de esta forma llegaba a la comprensión del pueblo que no gusta de leer en un lenguaje diferente al que habla; este mecanismo sirvió también para que la población culta, minoría opresora que habla un idioma ajeno a las masas, se diera cuenta de su posición artificial y su lenguaje acartonado. La segunda tiene que ver con la política: en él todo es político. En Kavafis el problema individual no tiende a unirse a otros problemas no menos individuales para dejar, de esa manera, el medio social como ambiente o trasfondo; él agranda el problema individual y lo hace necesario, indispensable, lo conecta con la política; y así la raíz del malestar o de la actitud particular no se encuentra en el interior del afectado sino en el medio social que oprime, revelando que las causas de los problemas son muy distintas de las que se mueven en el interior del individuo. La tercera puede enunciarse así: en Kavafis todo adquiere un valor colectivo. En efecto, la consciencia colectiva de las masas se encuentra a menudo inactiva en la vida pública y siempre dispersa, y sucede que el poeta es el encargado de la función de enunciación colectiva e incluso revolucionaria: es la expresión de la palabra la que produce una solidaridad activa, a pesar del escepticismo. La poesía es cosa del pueblo.
F. José Férez Kuri