LA LINDA PELIRROJA
HEME aquí ante todos un hombre de buen sentido
Que conoce de la vida y de la muerte lo que un ser viviente puede conocer
Que ha probado las penas y los goces del amor
Que ha sabido imponer algunas veces sus ideas
Conocedor de varios idiomas
Y ha viajado lo suficiente
Que ha visto la guerra en la Artillería y en la Infantería
Herido en la cabeza trepanado bajo el cloroformo
Que ha perdido a sus mejores amigos en la espantosa lucha
Sé de lo antiguo y de lo nuevo cuanto un hombre solo podría saber de ambos
Y sin inquietarme hoy en día por esta guerra
Entre nosotros y para nosotros amigos míos
Juzgo esta larga disputa entre la tradición y la invención
Entre el Orden y la Aventura
Vosotros cuya boca fue hecha a imagen de la de Dios
Boca que es el orden mismo
Sed indulgentes cuando nos comparéis
Con los que fueron la perfección del orden
A nosotros que sobre todo buscamos donde fuere la aventura
No somos vuestros enemigos
Queremos daros vastos y extraños dominios
Donde el misterio en flor se ofrece a quien quiere cogerlo
Hay allí nuevos fuegos de colores nunca vistos
Mil imponderables fantasmas
A los que es preciso dar realidad
Queremos explorar la bondad comarca enorme donde todo calla
Existe también el tiempo que podemos expulsar o hacer que regrese
Piedad para nosotros los que siempre combatimos en las fronteras
De lo ilimitado y lo porvenir
Piedad para nuestros errores piedad por nuestros pecados
He aquí que llega el estío de la estación violenta
Y mi juventud ha muerto al igual que la primavera
Oh Sol es el tiempo de la Razón ardiente
Y espero
Para seguirla siempre la forma noble y dulce
Que ella toma con el fin que sólo yo la ame
Ella viene y me atrae como el imán al hierro
Tiene el encantador aspecto
De una adorable pelirroja
Sus cabellos se diría que son de oro
Un bello relámpago que dura
O estas llamas que se pavonean
En las rosas-té que se marchitan
Pero burlaos burlaos de mí
Hombres de todas partes sobre todo los que aquí
Pues que hay tantas cosas que no me atrevo a deciros
Tantas cosas que no me dejaríais decir
Tened piedad de mí
[De Caligramas, 1918]