SOL DE LA TARDE
ESTE cuarto —lo conozco tan bien—
ahora se renta, como los demás, para negocios.
Todo el edificio se ha convertido en oficinas
para agentes, comerciantes y compañías.
Este cuarto —cómo lo recuerdo.
Cerca de la puerta, aquí, estaba el sofá;
un tapete turco frente a él.
Junto, la alacena con dos floreros amarillos.
A la derecha, no, enfrente, un ropero con un espejo.
Al centro, la mesa donde él escribía
y las tres sillas austríacas.
Al lado de la ventana,
la cama donde tantas veces hicimos el amor.
Deben de estar por ahí esos vejestorios.
Junto a la ventana, la cama.
El sol de la tarde la ilumina hasta la mitad.
Una tarde, a las cuatro, nos separamos,
sería por una semana solamente...
Esa semana fue para siempre.
1919