PRIMAVERA DEL ALMA
UN grito en el sueño; por negras callejas se precipita el viento,
un guiño azul de primavera a través del ramaje,
purpúreo rocío de la noche y ya palidecen en tomo las estrellas.
Verdoso riela el río, plateadas las viejas alamedas
y las torres de la ciudad. Oh dulce embriaguez
en la barca veloz y las oscuras quejas del mirlo
en infantiles jardines. Ya se desvanece el velo rosado.
Jubilosas murmuran las aguas. Oh húmedas sombras de los prados,
furtivo animal; verdeante, florida rama toca
la cristalina frente; balanceándose brilla tenue una barca.
Quedo suena el sol entre rosadas nubes sobre la colina.
Grande es el silencio de los abetos en el bosque, las sombras graves a la orilla del río.
¡Pureza! ¡Pureza! ¿Dónde están los pavorosos caminos de la muerte,
del tétrico silencio de piedra, las rocas de la noche
y las sombras sin paz? Esplendente abismo del sol.
Hermana, yo te encontré en el claro solitario
del bosque y era mediodía y grande era el silencio del animal;
blancura bajo silvestres encinas, y plateado florecía el espino.
Violento el morir y las llamas que cantan en el pecho.
Oscuras se cierran las aguas sobre los bellos juegos de los peces.
Hora de duelo, silenciosa mirada del sol.
Es el alma cosa extranjera en la tierra. Oscurece
místico azul por encima del bosque golpeado y tañe
largamente una oscura campana en la aldea; compañía apacible.
Quedo florece el mirto sobre los ojos blancos de los muertos.
Dulcemente resuenan las aguas en la tarde que cae
y oscuro verdea el erial en la orilla, alborozo en el viento rosado;
el tierno canto del hermano en la colina vespertina.
[De Sebastián en sueños, 1915]