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La Fórmula de San Antonio fue uno de los puntos decisivos de la guerra. Los Estados Unidos ofrecieron suspender la acción militar contra Vietnam del Norte, una obligación precisa, a cambio de unas conversaciones «productivas», siempre que Hanoi no se aprovechara del cese de los bombardeos. No se expuso ninguna norma para definir qué era «productivo» o «provecho». Sin embargo, tras haber demostrado su capacidad para manipular el debate interno norteamericano, a Hanoi le quedaron pocas dudas de que todo intento norteamericano por reanudar los bombardeos causaría controversias y pérdida de tiempo. No «aprovechar» el cese ciertamente no pareció obligar a Hanoi a suspender la guerra de guerrillas o, para el caso, abandonar algo que ya estuviera haciendo; si acaso, la cláusula significaba que Hanoi no intensificaría una estrategia que estaba dándole la victoria.
Fue típico de las tácticas negociadoras de Hanoi que rechazara hasta una oferta tan unilateral. En realidad, Hanoi utilizó la oferta como red de seguridad para proteger el esfuerzo militar total que estaba a punto de desencadenar. Por esos días mi canal con Hanoi fue bloqueado. Los norvietnamitas, al ver que por detener los bombardeos los norteamericanos pedían un precio tan modesto como abstracto, trataron de aumentar las presiones sobre Johnson antes de sentarse a la mesa de negociaciones y aceptar la propuesta. Faltaban pocos meses para la Ofensiva del Tet.
Hanoi había juzgado correctamente que el creciente descontento de los norteamericanos no toleraría un estancamiento en Vietnam, como no lo había tolerado en Corea. Sin embargo, hubo una diferencia cualitativa en el carácter de las siguientes controversias internas. Nunca se había dudado de que la participación norteamericana en Corea fuese correcta; los desacuerdos habían sido sobre las medidas necesarias para triunfar. Con respecto a Vietnam, de pronto se evaporó el consenso inicial que había apoyado la política de los Estados Unidos. En Corea, los críticos del gobierno habían deseado que los Estados Unidos hicieran más; su alternativa a la política de Truman había sido la estrategia de escalada de MacArthur; en Vietnam, la abrumadora mayoría de los críticos pidieron reducir el esfuerzo norteamericano, y con el tiempo, abandonarlo por completo. Sus deseos iban desde una modificación de la estrategia norteamericana hasta la retirada incondicional. En Corea, los adversarios de los Estados Unidos se habrían encontrado ante una alternativa mucho peor si la oposición hubiese prevalecido. En Vietnam, cuando se vio hasta dónde llegaba la escisión interna, Hanoi pronto aprendió que una diplomacia en favor del estancamiento, combinada con las presiones militares, funcionaría a su favor. Los estancamientos se achacarían a falta de iniciativas diplomáticas del gobierno de Johnson, y las continuas bajas norteamericanas provocarían peticiones de reducción de tropas, si no al abandono de la guerra.
La crítica a la política norteamericana en Vietnam comenzó de una forma bastante tradicional, con preguntas razonables sobre si se podía ganar la guerra y sobre la relación de los medios con los fines. El 11 de marzo de 1968, Walter Lippmann aplicó su ya bien conocida crítica a la contención en Vietnam. Los Estados Unidos, arguyó, se habían extendido demasiado, y la política de contención estaba destruyendo todo equilibrio racional entre las metas de la nación y los recursos por los cuales se las podría alcanzar:
El hecho es que sus objetivos de guerra [de LBJ] son ilimitados: prometen la pacificación de toda Asia. Para alcanzar fines tan ilimitados no es posible ganar una guerra con medios limitados. Como nuestros objetivos son ilimitados, seguro que seremos «derrotados»