33.
En una carta enviada un mes después a Rudyard Kipling, Roosevelt reconoció la dificultad de hacer que el poderío norteamericano pesara en el conflicto europeo, según sus convicciones. El pueblo norteamericano se negaba a seguir una dirección tan estrictamente definida por razones de política del poder:
Si propusiera todo lo que yo creo, no haría ningún bien a nuestro pueblo, pues éste no me seguiría. Nuestro pueblo es miope y no comprende los asuntos internacionales. Vuestro pueblo ha sido miope, pero no tanto como el nuestro en estos asuntos [...] Gracias a la inmensidad del océano, nuestro pueblo cree que no hay nada que temer de la actual pugna y que no tiene ninguna responsabilidad en ella