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La tercera premisa de la política norteamericana, su sueño secreto de emerger como dirigente del mundo en desarrollo, resultó imposible de realizar. Richard Nixon, probablemente el más profundo estudioso del interés nacional entre los dirigentes norteamericanos de la posguerra, colocó a los Estados Unidos en la vanguardia de la lucha anticolonial el 2 de noviembre, cuatro días antes de las elecciones, al proclamar:
Por primera vez en la historia hemos mostrado nuestra independencia de una política anglo-francesa respecto de Asia y África que, según nos pareció, reflejaba la tradición colonial. Esa declaración de independencia ha tenido un efecto electrizante en el mundo entero