541.
La idea de que el jefe del Kremlin era, en lo más hondo de su corazón, un hombre moderado y pacifista, necesitado de ayuda para superar a sus intransigentes colegas, siguió siendo un elemento constante de los estudios norteamericanos, cualquiera que fuese el dirigente soviético en el poder. En realidad, estas evaluaciones sobrevivieron hasta el período poscomunista, cuando fueron aplicadas primero a Mijaíl Gorbachov y luego a Boris Yeltsin.
Mientras la guerra se acercaba a su fin, los Estados Unidos continuaron afirmando la importancia de las relaciones personales entre los dirigentes y la existencia de una armonía subyacente entre las naciones. El 20 de enero de 1945, en el discurso de su cuarta toma de posesión, Roosevelt describió su enfoque citando a Emerson: «[...] la única manera de tener amigos es ser amigo»542. Poco después de Yalta, Roosevelt describió a Stalin ante el gabinete diciendo que «había algo en él aparte de esta cosa revolucionaria y bolchevique». Atribuyó esta cualidad especial a la temprana educación de Stalin para el sacerdocio: «Creo que en su naturaleza penetró algo del modo en que debe comportarse un caballero cristiano.»543
Sin embargo, Stalin era un maestro en el arte de la Realpolitik, no un caballero cristiano. Al avanzar los ejércitos soviéticos, estaba aplicando lo que en privado había dicho a Milovan Djilas, el entonces líder comunista yugoslavo:
Esta guerra no es como las del pasado; el que ocupa un territorio también le impone su propio sistema social. Cada cual impone su propio sistema hasta donde llega su ejército. No puede ser de otra manera