833.
Esto explica el procedimiento diplomático casi estereotipado de De Gaulle, de presentar propuestas con un mínimo de explicación y, si eran rechazadas, de aplicarlas unilateralmente. Para De Gaulle, lo más importante era que los franceses se viesen a sí mismos y fuesen vistos por los demás actuando de acuerdo con su propia y libre voluntad. De Gaulle trató la humillación de 1940 como un retroceso temporal que sería superado por una dirección severa e intransigente. A su modo de ver, Francia jamás podría aceptar la menor apariencia de estar subordinada, ni siquiera a su temido y respetado aliado norteamericano:
[...] con respecto a los ricos, activos y poderosos Estados Unidos, [Francia] se encontró en una posición de dependencia. Necesitó constantemente su ayuda para evitar un desplome monetario. De los Estados Unidos recibió las armas para sus soldados. La seguridad de Francia dependió por completo de su protección [...]. Estas empresas, a modo de integración, estaban tomando automáticamente como postulado la autoridad norteamericana. Esto ocurrió con el proyecto de una llamada Europa supranacional, en que Francia como tal habría desaparecido [...]. Una Europa sin realidad política, sin fuerza económica, sin capacidad de defensa y por tanto condenada, ante el bloque soviético, a no ser más que un cliente de esa gran potencia occidental, que sí tenía una política, una economía y una defensa: los Estados Unidos de América