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En abril de 1939, Roosevelt se dirigió directamente a Hitler y a Mussolini en un mensaje que, aun cuando fue ridiculizado por los dictadores, había sido bien pensado para demostrar al pueblo norteamericano que los países del Este sí tenían planes de agresión. Roosevelt, sin duda uno de los presidentes norteamericanos más astutos y tortuosos, pidió a los dictadores, pero no a Gran Bretaña ni a Francia, garantías de que no atacarían a unas 31 naciones europeas y asiáticas, especificadas, durante un período de diez años486. Luego, pidió garantías similares a esas 31 naciones con respecto a Alemania e Italia. Por último, ofreció la participación de su país en cualquier conferencia de desarme, resultante de una relajación de las tensiones.
La nota de Roosevelt no pasará a la historia diplomática como ejemplo de minucioso trabajo de equipo. Por ejemplo: Siria y Palestina, que eran territorios bajo protección francesa y británica, respectivamente, aparecían en ella como Estados independientes487. Hitler se divirtió de lo lindo empleando el mensaje de Roosevelt para pronunciar algunos de sus discursos en el Reichstag. Ante la hilaridad general, Hitler leyó lentamente la larga lista de países que Roosevelt estaba rogándole que dejara en paz. Mientras el Führer pronunciaba los nombres de uno y otro país, en el Reichstag resonaban las carcajadas. Hitler procedió luego a preguntar si cada uno de los países enumerados en la nota de Roosevelt (muchos de los cuales ya estaban gimiendo bajo su bota) en realidad se sentían amenazados. Ellos, desde luego, se apresuraron a negar toda preocupación.
Aunque Hitler se anotó el punto oratorio, Roosevelt alcanzó el objetivo político. Al pedir garantías sólo a Hitler y a Mussolini, los había estigmatizado como agresores ante el pueblo norteamericano, el único público que, por el momento, le importaba. Para lograr que su pueblo apoyara a las democracias, Roosevelt necesitaba presentar las cuestiones en términos que fuesen más allá del equilibrio del poder, como una lucha en defensa de víctimas inocentes contra un agresor maligno. Tanto su nota como la reacción de Hitler le ayudaron a alcanzar este objetivo.
Roosevelt se apresuró a convertir el nuevo umbral psicológico de los Estados Unidos en moneda estratégica. En el mismo mes de abril de 1939, fue acercando a los Estados Unidos hacia una cooperación militar de facto con Gran Bretaña. Un acuerdo entre los dos países dejó libre a la Marina Real para concentrar todas sus fuerzas en el Atlántico, mientras los Estados Unidos llevaban el grueso de su flota al Pacífico. Esta división del trabajo implicaba que los Estados Unidos asumían la responsabilidad de defender las posesiones asiáticas de Gran Bretaña contra Japón. Antes de la Primera Guerra Mundial se había firmado un acuerdo análogo entre Gran Bretaña y Francia (que había originado la concentración de la flota francesa en el Mediterráneo) como argumento de que Gran Bretaña estaba moralmente obligada a entrar en la Primera Guerra Mundial en defensa de la costa atlántica de Francia.
Los aislacionistas, que observaban las acciones de Roosevelt, se sintieron profundamente preocupados. En febrero de 1939, antes de que estallara la guerra, el senador Arthur Vanderberg había planteado con elocuencia el argumento aislacionista:
Cierto; vivimos en un mundo acortado en que, en comparación con la época de Washington, el tiempo y el espacio parecen relativamente aniquilados. Pero aún doy gracias a Dios por dos océanos aislantes; y aunque se hayan acortado, siguen siendo nuestra bendición suprema si se los sabe aprovechar de manera debida y prudente [...].
Tenemos todas nuestras simpatías y nuestras emociones naturales en favor de las víctimas de ataques nacionales o internacionales por todo el mundo; pero no somos ni podemos ser el protector ni el policía del mundo