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En este proceso, Napoleón quedó prisionero de las crisis que él mismo había causado, porque le faltaba una brújula interna que le indicara el rumbo. Fomentó varias crisis, en Italia, en Polonia, y después en Alemania, sólo para retroceder ante sus últimas consecuencias. Poseía la ambición de su tío, pero no su valor, su genio ni, dado el caso, su fuerza bruta. Apoyó el nacionalismo italiano mientras estuvo confinado a la Italia septentrional, y favoreció la independencia polaca mientras no entrañara un riesgo de guerra. En cuanto a Alemania, simplemente no sabía por qué bando decantarse. Después de haber esperado una lucha prolongada entre Austria y Prusia, el propio Napoleón se puso en ridículo al pedir a la vencedora Prusia que lo compensara después de los hechos, por su propia incapacidad para adivinar cuál sería el vencedor.
Lo que más habría convenido al estilo de Napoleón era un congreso europeo que modificara el mapa de Europa, pues ahí él podría lucirse arriesgando lo mínimo; Napoleón tampoco tenía una idea clara de cómo deseaba alterar las fronteras. Sea como fuere, ninguna otra gran potencia estaba dispuesta a organizar semejante foro para conveniencia de las necesidades internas de Napoleón. Ninguna nación acepta modificar sus fronteras, especialmente en su perjuicio, si no existe una absoluta necesidad de hacerlo. Así pues, el único congreso que Napoleón presidió, el Congreso de París, que puso fin a la guerra de Crimea, no alteró el mapa de Europa, simplemente ratificó lo que se había conseguido en la guerra.
Se prohibió a Rusia mantener una armada en el Mar Negro, quedando así privada de capacidad defensiva contra otro ataque británico, y también fue obligada a devolver a Turquía Besarabia y el territorio de Kars, en la costa oriental del Mar Negro. Además, el zar tuvo que renunciar a su pretensión de ser el protector de los cristianos otomanos, que había sido la causa directa de la guerra. El Congreso de París simbolizó la escisión de la Santa Alianza, pero ninguno de los participantes estuvo dispuesto a emprender la revisión del mapa de Europa.
Napoleón nunca logró reunir otro congreso que modificara el mapa de Europa por una razón básica, que le señaló el embajador británico, lord Clarendon: un país que busca grandes cambios y no está dispuesto a correr grandes riesgos se condena a la futilidad.
Veo que la idea de un congreso europeo está germinando en la mente del emperador, y con ella el arrondissement de la frontera francesa, la abolición de tratados caducos y otros remaniements que pudieran ser necesarios. Yo improvisé una extensa lista de los peligros y dificultades que entrañaría ese congreso, a menos que sus decisiones fuesen unánimes, lo que no era probable, o que una o dos de las más grandes potencias entraran en guerra por lo que deseaban