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Los aliados de los Estados Unidos sacaron la misma conclusión. La crisis de Suez les hizo comprender que una de las premisas de la Alianza del Atlántico, la afinidad de intereses entre Europa y los Estados Unidos, sólo era, si acaso, parcialmente válida. Desde este punto de vista, el argumento de que Europa no necesitaba armas nucleares porque siempre podría contar con el apoyo norteamericano tropezó con el recuerdo de Suez. Desde luego, Gran Bretaña siempre había tenido poder disuasivo independiente. En cuanto a Francia, un artículo aparecido el 9 de noviembre de 1956 en el diario francés Le Populaire expresó una actitud que había arraigado en Francia: «El gobierno francés sin duda tomará pronto la decisión de fabricar armas nucleares [...]. La amenaza soviética de emplear cohetes ha disipado todas las ficciones e ilusiones.»752
Los participantes en Suez no fueron los únicos en sentir la sacudida de la desautorización norteamericana a sus aliados directos. El canciller Adenauer, tan buen amigo de los Estados Unidos como el que más en la Europa de la posguerra, admiraba muchísimo a Dulles. Sin embargo, hasta él consideró que la diplomacia norteamericana en Suez era potencial precursora de algún tipo de acuerdo global entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, cuyo precio acabaría por pagar Europa.
Adenauer se encontraba en París el 6 de noviembre, el día en que Eden y Mollet decidieron que tendrían que ceder ante la presión norteamericana. Según el ministro francés de Exteriores, Christian Pineau, Adenauer declaró:
Francia e Inglaterra jamás serán potencias comparables a los Estados Unidos y la Unión Soviética, y tampoco Alemania. Sólo les queda una manera de desempeñar un papel decisivo en el mundo, que consiste en unirse para integrar a Europa. Inglaterra no está madura para ello, pero el asunto de Suez ayudará a prepararla. No tenemos tiempo que perder: Europa será vuestra venganza