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Muchos historiadores recordaron este pasaje cuando la Unión Soviética invadió Afganistán en 1979. Paradójicamente, también es verdad que durante los últimos doscientos años el equilibrio europeo del poder fue conservado en varias ocasiones por los esfuerzos y el heroísmo de Rusia. Sin Rusia, es casi seguro que Napoleón y Hitler habrían logrado establecer imperios universales. Rusia, como Jano, fue al mismo tiempo una amenaza al equilibrio del poder y uno de sus componentes claves, esencial para el equilibrio pero no elemento completo de él. Durante gran parte de su historia, Rusia sólo aceptó los límites que le fueron impuestos por el mundo exterior de mala gana. Sin embargo, hubo períodos, especialmente los cuarenta años que siguieron a las guerras napoleónicas, en que Rusia no aprovechó su enorme poderío y en cambio se dedicó a proteger los valores conservadores en la Europa central y occidental.
Aun cuando Rusia buscaba la legitimidad, sus actitudes eran mucho más mesiánicas y, por tanto, imperialistas, que las de las otras cortes conservadoras. Mientras que los conservadores de la Europa occidental se definían por sus filosofías de moderación, los gobernantes rusos se alistaban al servicio de verdaderas cruzadas. Como no existía en realidad ningún desafío a la legitimidad de los zares, éstos tenían una limitada comprensión de los movimientos republicanos, aparte de considerarlos inmorales. Fueron los promotores de la unidad de los valores conservadores, al menos hasta la guerra de Crimea, pero también estuvieron dispuestos a aprovechar su legitimidad para aumentar su propia influencia, lo que le valió a Nicolás I el apodo de «gendarme de Europa». En la cúspide de la Santa Alianza, Friedrich von Gentz escribió acerca de Alejandro I:
El emperador Alejandro, pese a todo el celo y entusiasmo que constantemente ha mostrado por la Gran Alianza, es el soberano que más fácilmente podría prescindir de ella [...] Para él, la Gran Alianza sólo es un instrumento con el que ejerce su influencia en asuntos generales, que es uno de los principales objetos de su ambición [...] Su interés en la conservación del sistema no es, como el de Austria, Prusia o Inglaterra, un interés basado en la necesidad o el temor; es un interés libre y calculado que Alejandro puede abandonar en cuanto otro sistema le ofrezca mayores ventajas