17. El punto ciego de nuestro ojo
Si le dicen que dentro de su campo visual hay un espacio que usted no ve en absoluto, a pesar de que lo tiene delante, lo más probable es que no lo crea. ¿Cómo es posible que durante toda la vida no nos hallamos dado cuenta de un defecto tan grande de nuestra vista? Sin embargo, no hay más que hacer un simple experimento para convencerse de que esto es así.

Figura 124. Dibujo para descubrir la mancha ciega.
Sostenga usted la Figura 124 a unos 20 centímetros de su ojo derecho (teniendo cerrado el izquierdo) y fíjese en la crucecita que hay a la izquierda. Vaya acercando despacito el dibujo al ojo y verá como forzosamente llega un momento en que la gran mancha negra que se encuentra en la intersección de las dos circunferencias desaparece sin dejar rastro. No la verá usted a pesar de que sigue estando dentro de la zona visible y de que las dos circunferencias situadas a la derecha y a la izquierda de ella se seguirán viendo perfectamente.
Este experimento lo realizó por vez primera en el año 1668 (aunque de una forma un poco diferente) el eminente físico Mariotte. Los cortesanos de Luis XIV se divertían mucho cuando Mariotte les hacía la demostración de la manera siguiente: sentaba a dos de aquellos aristócratas, uno frente a otro, a 2 m de distancia, y les decía que mirasen con un ojo cierto punto lateral, entonces cada uno veía sin cabeza al que tenía enfrente.
Aunque parezca extraño, hasta el siglo XVII nadie se había enterado de que en la retina existe un "punto ciego". Este es el punto de la retina por el cual el nervio óptico entra en el globo del ojo sin dividirse aún en las pequeñas ramificaciones provistas de los elementos sensibles a la luz.

Figura 125. Cuando se mira con un ojo un edificio no vemos una parte pequeña C del campo visual, que corresponde a la mancha ciega c.
Si no nos damos cuenta de este "agujero negro" que hay en nuestro campo visual es porque estamos acostumbrados. Nuestra imaginación llena este hueco con los detalles del fondo que lo rodean. Por ejemplo, en la Figura 124, cuando no vemos la mancha prolongamos mentalmente las líneas de las circunferencias y quedamos convencidos de que vemos perfectamente los sitios en que se cortan.
Si usa usted gafas puede hacer el experimento siguiente: pegue un pedacito de papel en uno de los cristales (no en el centro mismo, sino a un lado). Los primeros días el papelito le molestará bastante, pero al cabo de una o dos semanas se acostumbrará usted de tal manera que ni se dará cuenta de él. Esto es algo que saben muy bien todos los que por cualquier causa han tenido que llevar durante algún tiempo las gafas con un cristal roto. La fractura del vidrio sólo se nota los primeros días.
De la misma forma, la costumbre hace que no nos demos cuenta de la existencia del punto ciego del ojo. Hay que tener en cuenta además que el lugar del campo visual que cubre el punto ciego de un ojo no coincide con el que cubre el del otro, por lo tanto, cuando miramos con los dos ojos no existen lagunas en el campo visual común.
Y no piense usted que el punto ciego de nuestro campo visual es insignificante. Cuando miramos (con un ojo) una casa situada a 10 m de distancia, por ejemplo, el punto ciego nos impide ver una parte bastante considerable de la fachada. Esta parte tiene más de un metro de diámetro, es decir, se trata de un sitio en el que cabe una ventana. Y si miramos al cielo, el espacio que no vemos tiene un área igual a la de… ¡120 discos de la Luna llena!