8. Una maquina voladora magnética
Al principio de este libro hice alusión a la obra de Cyrano de Bergerac "Historia Cómica de los Estados e Imperios de la Luna". En este libro se describe una máquina voladora muy interesante, cuyo funcionamiento se basa en la atracción magnética. En esta máquina se marchó a la Luna uno de los héroes de la novela. Reproduzco íntegramente este pasaje:
"Mandé hacer un carrito ligero de hierro, me monté en él cómodamente y empecé a echar hacia arriba un imán esférico. El carro de hierro comenzó inmediatamente a subir. Cada vez que me acercaba al sitio hacia donde me atraía la esfera, volvía a tirarla para arriba. Pero el carro seguía subiendo incluso cuando yo tenía la esfera en las manos, puesto que tendía a acercarse a ella. Después de echar por alto el imán muchas veces y subir otras tantas el carro, llegué al sitio donde comenzó mi caída en la Luna. Y como en este momento yo tenía bien cogida la esfera-imán, el carro no me abandonó. Para no matarme al caer, lanzaba la esfera de forma que su acción frenaba la caída del carro. Cuando me hallaba a dos o tres centenares de brazas del suelo lunar, empecé a tirar la esfera en ángulo recto con la dirección de la caída, hasta que el carro llegó muy cerca de la superficie de la Luna. Entonces salté de él y descendí suavemente hasta la arena".
Nadie duda - ni el autor del libro ni sus lectores - que esta máquina voladora es absolutamente inútil. Sin embargo, pienso que no son muchos los que pueden decir correctamente por qué es irrealizable este proyecto. ¿Por qué no se puede tirar el imán estando montados en un carro de hierro? ¿Por qué el carro no ha de ser atraído por el imán? ¿Por qué?
No, el imán se puede echar hacia arriba y él a su vez puede atraer al carro, si tiene la suficiente potencia. Pero a pesar de todo la máquina voladora no se movería del sitio.
¿Ha intentado usted alguna vez tirar algo desde una barca a la orilla? Si lo ha hecho se habrá dado cuenta de que la propia barca se retira en sentido contrario. Sus músculos, al mismo tiempo que impulsaban el objeto en una dirección, empujaban a su cuerpo (y a la barca junto con él) en dirección contraria. Aquí se pone de manifiesto la ley de la igualdad de la acción y la reacción, de que ya hemos hablado anteriormente. Al lanzar el imán ocurriría lo mismo. El pasajero, al tirar la esfera hacia arriba (con mucha fuerza, puesto que es atraída hacia el carro) empujaría inevitablemente al carro hacia abajo. Y cuando la esfera y el carro se volvieran a juntar, como resultado de la atracción mutua, se encontrarían otra vez en el sitio de partida. Por lo tanto, aunque el carro no pesara nada, lo único que se podía conseguir echando por alto el imán, es que oscilase en torno a una posición media; pero lograr que avanzara por este procedimiento es absurdo.
En la época de Cyrano de Bergerac (mediados del siglo XVII) aún no había sido formulada la ley de la acción y la reacción. Por esto, lo más probable es que el propio satírico francés no pudiera explicar claramente por qué era irrealizable su proyecto.