4. Cómo se realizaron los sueños de Julio Verne y de Wells

Los submarinos de hoy no sólo han alcanzado al fantástico "Nautilus" de Julio Verne, sino que incluso lo han superado. Es verdad que la velocidad de los cruceros submarinos actuales es la mitad de la del "Nautilus", es decir, de 24 nudos contra 50 que tenía el de Julio Verne (un nudo es igual a 1,8 km por hora). El trayecto más largo recorrido por un submarino moderno es la vuelta al mundo, mientras que el capitán Nemo realizó un viaje dos veces más largo. Pero el "Nautilus" tenía un desplazamiento de 1.500 t solamente, su tripulación la formaban dos o tres decenas de hombres y podía mantenerse debajo del agua no más de 48 horas seguidas. El crucero submarino "Surcouf", construido en Francia en el año 1929, tenía un desplazamiento de 3.200 t, una tripulación de 150 hombres y era capaz de permanecer debajo del agua hasta 120 horas seguidas[3].

La travesía desde los puertos franceses hasta la isla de Madagascar fue realizada por este crucero submarino sin entrar en ningún puerto. Los compartimentos habitables del "Surcouf" quizá no fueran menos cómodos que los del "Nautilus". Pero el “Surcouf" tenía una ventaja indudable sobre el buque del capitán Nemo. Sobre la cubierta de este crucero submarino había un hangar impermeable en el que se alojaba un hidroavión de exploración. El "Nautilus" carecía de periscopio, aparato que permite observar el horizonte estando sumergido.

Sólo hay un aspecto en el que los submarinos reales tardarán mucho en alcanzar la creación de la fantasía del novelista francés. No referimos a la profundidad de inmersión. No obstante, hay que advertir que en este aspecto la fantasía de Julio Verne se sale de los límites de la verosimilitud. "El capitán Nemo - leemos en una parte del libro -, descendió hasta tres, cuatro, cinco, siete, nueve y diez mil metros de profundidad bajo la superficie del océano". En una ocasión el "Nautilus" bajó a una profundidad extraordinaria… ¡hasta 16 mil metros! "Yo sentía - relata el héroe de la novela - cómo temblaban los sujetadores del revestimiento de hierro del submarino, cómo flexionaban sus riostras, cómo cedían hacia adentro las ventanas forzadas por la presión del agua. Si nuestro buque no tuviera la resistencia de un cuerpo de fundición macizo, la presión lo aplastaría en el acto".

Este temor era realmente fundado, puesto que a 16 km de profundidad (si existiera esta profundidad en algún océano) la presión del agua debería alcanzar la cifra de

16.000:10 = 1.600 kg por 1 cm2

ó 1.600 atmósferas técnicas. Esta presión no trituraría al hierro, pero indudablemente aplastaría al submarino. Pero la Oceanografía moderna desconoce la existencia de semejantes profundidades. No obstante, en la época de Julio Verne (la novela está escrita en el año 1869) existía esta idea exagerada de las profundidades marinas, que era debida a la imperfección de los procedimientos que se empleaban para medir dichas profundidades. En aquellos tiempos las sondalezas iban sujetas no con alambre, sino con cuerdas de cáñamo. Estas sondas eran retenidas por el frotamiento con el agua, que aumentaba al aumentar la profundidad. A grandes profundidades este rozamiento aumentaba tanto, que la sonda no se hundía más por más cuerda que se soltase. Esta última se enredaba, dando la impresión de que la profundidad era enorme.

Los buques submarinos de hoy pueden soportar presiones poco mayores de 30 atmósferas. Esto determina que su profundidad máxima de inmersión sea de 300 m. Se han podido alcanzar profundidades mucho mayores en unos aparatos especiales llamados "batisferas" que se emplean para el estudio de la fauna de las vorágines oceánicas. Pero estos aparatos no se parecen al "Nautilus" de Julio Verne, sino a la creación de la fantasía de otro novelista, es decir, a la esfera de gran profundidad que Wells describe en su narración "En el fondo del mar". El héroe de esta narración se sumergió hasta el fondo del mar, a una profundidad de 9 km, en una gruesa esfera de acero. Este aparato se sumergía sin cables, pero tenía una carga (lastre) eliminable. Una vez alcanzado el fondo del océano la esfera soltaba el lastre y subía rápidamente a la superficie.

Figura 53. Batiscafo de Piccard antes de la inmersión (1957).

En las batisferas se han conseguido profundidades mayores de 900 m. Estos aparatos se sumergen con un cable desde un buque, con el cual mantienen comunicación telefónica los tripulantes de la esfera.

Recientemente se han hecho unos aparatos llamados batiscafos, para la investigación a grandes profundidades, en Francia, bajo la dirección del ingeniero Willm, y en Italia, según el proyecto del profesor belga Piccard (Figura 53).

Estos aparatos se diferencian de las batisferas en que se pueden mover, es decir, navegar a grandes profundidades, mientras que las batisferas permanecían colgadas de cables. Piccard se sumergió primeramente en un batiscafo hasta más de 3 km; después, los franceses Houot y Willm pasaron la siguiente frontera y alcanzaron la profundidad de 4.050 m. En noviembre de 1959 se descendió en batiscafo hasta 5.670 m, pero esto tampoco era el límite. El 9 de enero de 1960 el profesor Piccard hizo una inmersión de hasta 7.300 m y el 23 de enero su batiscafo alcanzó en el fondo de la fosa de las Marianas la profundidad de… ¡11,5 km! Según los datos modernos ésta es la mayor profundidad del mundo.

Física recreativa II
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