8. ¿Termómetro o barómetro?
Es bastante popular la anécdota de aquel que no se quiso bañar por la siguiente causa:
- Metí el barómetro en el agua y marcó tempestad, ¡cómo me iba a bañar!
Sin embargo, no siempre se puede distinguir con facilidad un termómetro de un barómetro. Hay unos termómetros, o mejor dicho, termoscopios, que con el mismo derecho se podrían llamar barómetros, y viceversa. Puede servir de ejemplo el antiquísimo termoscopio ideado por Herón de Alejandría (fig. 85). Cuando los rayos del sol calientan la esfera, el aire que hay en su parte superior se dilata, presiona sobre el agua y hace que ésta salga por el tubo encorvado.

Figura 85. Termoscopio de Herón.
El agua comienza a gotear por el extremo de este tubo al embudo, desde donde después escurre al cajón inferior. Cuando hace frío, al contrario, el aire que hay en la esfera se contrae y la presión del aire exterior obliga al agua del cajón a subir por el tubo recto a la esfera.
Pero este aparato también es sensible a las variaciones de la presión barométrica. Cuando la presión exterior disminuye, el aire que hay dentro de la esfera conserva la presión anterior, que era más elevada, se dilata y hace que una parte del agua salga por el tubo encorvado y vaya a parar al embudo. Por el contrario, cuando la presión exterior aumenta, una parte del agua que hay en el cajón se ve obligada a pasar a la esfera debido a que la presión exterior es mayor. Cada grado de diferencia de temperatura produce aproximadamente la misma variación en el volumen del aire que hay en la esfera que una variación de presión de 760/273=2,5 mm de la columna de mercurio. En Moscú, por ejemplo, las oscilaciones barométricas alcanzan 20 o más milímetros, lo que corresponde a 8 °C del termoscopio de Herón, es decir, esta disminución de la presión puede confundirse fácilmente con un aumento de temperatura de 8 grados.
Como puede verse, el antiguo termoscopio es en la misma medida un baroscopio. Hace tiempo se vendían barómetros de agua, que al mismo tiempo eran termómetros, aunque, por lo visto, ni el público ni el inventor sospechaban esto.