5. En lugar de Galileo
Para los aficionados a las sensaciones fuertes se suelen organizar diversiones especiales, como, por ejemplo, el llamado "columpio del diablo". Aquí reproducimos la descripción de este artificio que se da en el libro de entretenimientos científicos de Fedaut:
"El columpio va colgado a una sólida barra horizontal que atraviesa toda la habitación, a una altura determinada sobre el suelo. Cuando todos ocupan sus asientos, un empleado cierra la puerta de la habitación, quita la tabla que sirve de pasarela de la entrada, dice que el respetable público va a tener ahora ocasión de realizar un pequeño viaje aéreo y comienza a balancear ligeramente el columpio. Hecho esto, se monta en la parte posterior de este último, lo mismo que hacían los cocheros en el estribo trasero, o se marcha de la sala.

Figura 34. Esto piensan los que se montan en el "columpio del diablo".
Entre tanto va aumentando el balanceo del columpio, éste llega hasta la altura de la barra, luego la sobrepasa cada vez más y finalmente describe un círculo completo. El movimiento se va acelerando de manera cada vez más sensible y las personas que se "columpian", aunque en la mayoría de los casos están advertidas, experimentan la sensación inconfundible del balanceo y del movimiento rápido; les parece que surcan el espacio cabeza abajo e instintivamente se agarran a los espaldares de los asientos para no caerse".

Figura 35. Esto es lo que ocurre en realidad
"La amplitud del balanceo comienza a disminuir; el columpio no sube ya hasta la altura de la barra, y al cabo de unos segundos se para por completo".

Figura 36. esquema del "columpio del diablo".
"En realidad, durante todo este tiempo el columpio no se mueve de su sitio. Lo que se mueve es la habitación, que por medio de un mecanismo bastante simple gira alrededor del eje horizontal y de los espectadores. Los muebles que hay en la habitación están sujetos al suelo y a las paredes de la sala; la lámpara que hay en la mesa está soldada a ella, pero de forma que al parecer puede caerse fácilmente. Esta lámpara consiste en una bombillita eléctrica tapada por una gran pantalla. El empleado, que parecía que empezaba a balancear el columpio dándole ligeros empujones, en realidad no hacía más que acompasar sus movimientos con las oscilaciones de la sala y fingir que balanceaba el columpio. De esta forma toda esta instalación contribuye a que el engaño sea perfecto".
El secreto de esta ilusión, como puede verse, es tan simple que hace reír. No obstante, si después de conocer este secreto se encontrara el lector en el "columpio del diablo", caería también en el engaño. ¡Tan grande es la ilusión que produce!
A propósito de esto, nos acordamos de unos versos que dicen:
Un sabio de larga barba,[2] Seguro de su opinión, Que el movimiento no existe Afirmó en una ocasión. Otro sabio allí presente[3], Palabra no respondió. Pero a pasear se puso Delante del anterior. Réplica más convincente A nadie se le ocurrió, Y la gente, al alabarla, Su ingenio reconoció. Ahora recuerdo otro ejemplo, Señores, ruego atención, ¿A caso sobre nosotros no pasa a diario el Sol? Claro está que nos, movemos, ¡Galileo tenía razón!
Entre los pasajeros del "columpio" que no conocieran el secreto, el lector sería una especie de Galileo, pero al revés, puesto que éste demostraba que el sol y las estrellas están fijas y que la Tierra y nosotros nos movemos, a pesar de todo lo que parece evidente, mientras que el lector pretendería demostrar que los que estamos fijos somos nosotros y que la habitación es la que se mueve en torno a nosotros. Y no está descartado que tuviera que sufrir la triste suerte de Galileo, es decir, que lo miraran como a quien discute… cosas evidentes.