La saga de los Ozores
La familia Ozores es uno de los clanes más importantes del cine español, aunque su cine no guste al público más refinado. En realidad su humor bastorro está dirigido a los espectadores más elementales y de menor educación cultural. Sin embargo es necesario reconocerles oficio y si su cine no es brillante ¿lo es la sociedad que les ha tocado vivir?
Si fuera necesario realizar un profundo análisis de la sociedad española sería inútil recurrir a las películas de Carlos Saura tan alabadas por la crítica. El cine de Saura sólo interesa a una elite, pero no al espectador medio. Son títulos que reflejan las inquietudes de su privilegiado autor, encerrado en su torre de marfil, pero que no es asequible a la llamada mayoría silenciosa que la rechazará radicalmente.
Tal como he apuntado más arriba Mariano Ozores y Carlos Saura son en cierto modo los dos polos del cine español. Dos extremos que suponen una radicalización de la función del cine en nuestra sociedad. Por un cine de consumo, realizado con gran profesionalidad pero siempre de forma mecánica, y por el otro un cine intelectual hermético de gran brillantez pero escasamente comunicativo.
Pero volvamos a nuestro tema, el clan Ozores. Los progenitores de tan peculiar clan se llamaban Mariano Ozores Francés y Luisa Puchol Butiea. El padre era un celebrado intérprete teatral a quien he visto muy pocas veces en una pantalla ya en sus últimos años: "Jenaro, el de los catorce" (1973) dirigida por su propio hijo, Mariano Ozores Puchol, y "Un curita cañón" (1974) de Luis María Delgado. Era un actor muy gracioso, bajito y con voz de cornetín, especializado en personajes cómicos generalmente secundarios. Sus tres célebres hijos fueron los también actores José Luis y Antonio, además del realizador Mariano Ozores, ya mencionado, uno de los más prolíficos de nuestra paupérrima industria nacional.
José Luis Ozores nació en Madrid el 8 de junio de 1925 y falleció en la misma ciudad el 5 de marzo de 1968. Para mi gusto era el mejor del clan. A veces tartamudeaba, tenía nariz de bruto pero muy buen corazón. Su mayor virtud consistía en parecerse al hombre de la calle, generalmente al paleto venido del pueblo para labrarse un porvenir en la gran ciudad. Modesto pero honrado, jamás estúpido, aunque tal vez sea excesivamente ingenuo.
Debutó con "El camino de Babel" (1944) de Jerónimo Mihura apareciendo a continuación en dos films del gran Edgar Neville, "El último caballo" (1950) y "Cuento de hadas" (1951). Apareció brevemente en "Esa pareja feliz" (1951) de Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga, una comedia que iba a cambiar la faz del cine español.
Tras varios títulos menores, José Luis fue protagonista en "El diablo toca la flauta" (1953) de José María Forqué, alegre cinta donde aparecía también su hermano Antonio aunque en un papel secundario. Peluche era un diablo menor que vivía una serie de aventuras divertidas, vivaces. Forqué dijo de él que era un actor intuitivo, genial, con una gran fantasía y un poder de comunicación excepcional. El guión de Noel Clarasó y el propio Forqué era ingenioso, con tres historias independientes ligadas por el infeliz diablo y algunos detalles absurdos como el indio que lleva una chistera alta para esconder su pluma en la cabeza.
"Buenas noticias" (1953) de Eduardo Manzanos era una cinta muy ingenua donde Peluche era un cartero que conseguía la prosperidad de su pequeño pueblo. En "Historias de la radio" (1955) de José Luis Sáenz de Heredia fue un sacerdote de una aldea.
Otro de sus éxitos en estos años fue "Recluta con niño" (1955) de Pedro J. Ramírez. Aquí José Luis era el clásico paleto que va a la mili siendo víctima de la crueldad de sus compañeros que se mofarán de él, pero ojo! el ingenuo aldeano se convertirá en el soldado más lustroso de la compañía. Es necesario destacar aquí al cascarrabias sargento interpretado por Manolo Morán, otro nombre fundamental del cine humorístico español.
Con "Calabuig" (1956) de Luis García Berlanga, Ozores compone un impagable torero que viaja siempre con su toro Bocanegra en una camioneta destartalada. Otro buen papel lo tuvo en "Los ladrones somos gente honrada" (1956) de Pedro J. Ramírez y tambien en su siguiente título "Los ángeles del volante" (1957) de Ignacio F. Iquino.
"La cenicienta y Ernesto" (1957) de Pedro J. Ramírez; "El fotogénico" (1957) de Pedro Lazaga; "El tigre de Chamberí" (1957) de Pedro J. Ramírez; "El aprendiz de malo" (1957) de Pedro Lazaga; "El gafe" (1958) de Pedro J. Ramírez y "Las dos y media y veneno" (1959) de su hermano Mariano Ozores fueron ejemplos de un cine popular realizado siempre con inusual dignidad, dirigidos al español medio quien se identificaba con su querido Peluche.
"Ahí va otro recluta!" (1960) de Ramón Fernández fue un intento de remedar su éxito de "Recluta con niño"; "Margarita se llama mi amor" (1961) de Ramón Fernández estaba en la misma línea del precedente film; "Salto mortal" (1961) de Mariano Ozores estaba ambientado en ambientes circenses; "Su alteza la niña" (1962) del mismo realizador y "Sabían demasiado" (1962) de Pedro Lazaga eran los nuevos jalones a una carrera que si no fue genial sí fue en cambio un ejemplo de honestidad.
Precisamente bajo la dirección de su hermano Mariano y con Antonio en papeles secundarios se fue cerrando la carrera de este cómico malogrado por una parálisis que le apartó de las pantallas y de los escenarios: "Suspendido en sinvergenza" (1962; "Alegre juventud" (1962), ambientada en un seminario.
Merece destacarse "La hora incógnita" (1963), una curiosa tentativa de ciencia ficción en tono dramático con el clan Ozores al completo y un sonado fracaso comercial. Mariano aprendió pronto la lección y supo a partir de entonces que nunca más podría jugar con fuego.
En "Hoy como ayer" (1965), la postrera aparición de Peluche en la pantalla, arropado por todo el clan, José Luis se despidió de su público que tanto le había querido. Cuando le vimos sentado en su silla de ruedas (fue la única vez que rodó en esta situación) se nos hizo un nudo en la garganta y cuando se nos fue todos los españoles perdimos a un gran amigo.
Pero la vida sigue, los hermanos Mariano y Antonio Ozores siguieron rodando. Se calcula en un centenar los largometrajes dirigidos por el primero. Aunque sean cintas que gustan al gran público son odiadas por los críticos de una forma visceral.
Su sentido del humor desmadrado a veces resulta molesto, pero es necesario reconocer que Mariano Ozores tiene oficio y conoce a la perfección la técnica cinematográfica. Pero sus productos son demasiado estándar y repetitivos, a veces fatigan y en cierto modo sus gracias pueden resultar pesadas, pero es evidente que tienen un gran poder de comunicación.
Si su cine es basto, seamos claros, se debe a que el público al cual va dirigido sus películas también lo es. Si el gran público de nuestro sacrosanto país tiene un nivel cultural muy bajo ¿de quién es la culpa? de la injusticia social, de las desigualdades, también de unos intelectuales egoístas encerrados herméticamente en su torre de marfil.
Las películas de Ozores atraían y divertían al público, algo que no han conseguido sus sucesores en los ochenta por mucha subvención oficial que reciban del Gobierno socialista.
Los primeros títulos de su filmografía resultan correctos desde su debut con "Las dos y media y veneno" con sus hermanos José Luis y Antonio además de su cuñada Elisa Montes esposa de éste. El fracaso de "La hora incógnita" y de "Morir en España" (1963), réplica de "Morir en Madrid" (Mourir à Madrid, 1963) una película de montaje de Fréderic Rossif que daba una imagen negativa de la España franquista, motivaron que a partir de entonces Mariano recitara aquel célebre texto de Escarlata O'Hara de "Lo que el viento se llevó" (Gone With the Wind, 1939): "A Dios pongo por testigo de que nunca más ni yo ni ninguno de los míos volverán a pasar hambre".
Asi el realizador del clan se pasó al cine más comercial, detestado por la crítica precisamente por eso, porque daba dinero. Además, Mariano jamás ha ocultado su pensamiento de derechas lo cual supone una afrenta para este colectivo donde la izquierda domina de forma abrumadora.
Con "Operación secretaria" se empezó un nuevo estilo de comedia popular, basado en el emparejamiento de dos grandes histriones José Luis López Vázquez (actor y figurinista en películas de Forqué) y Gracita Morales, actriz de voz chillona, la chacha por excelencia del cine nacional. El éxito fue fulminante. El esquema de cada cinta es siempre el mismo, multitud de enredos en los que López Vázquez llevará las de perder, número de travesti incluido.
La fórmula siguió con "Operación cabaretera" (1967), "Objetivo Bikini" (1968) u "Operación Mata — Hari" (1968). Muchos críticos, sobretodo los de "Fotogramas", le reprochaban a López Vázquez que se prestara a realizar todas esas payadas estridentes y no rodara más títulos como "Peppermint frappé" (1967) de Carlos Saura, donde apareció en un papel serio, olvidándose que dicho actor no escribe los guiones de las películas de Ozores, que es un profesional que vive de su trabajo, que nunca ha hecho votos de pobreza y que el mercado cinematográfico está sujeto a la Oferta y la Demanda.
Un hecho es indiscutible, según las listas de recaudaciones las películas de Ozores tienen más éxito popular que las de Saura destinadas a públicos más selectos.
Así a lo largo de ese centenar de películas Ozores ha contado con lo más granado del cine cómico español, Alfredo Landa, Lina Morgan, Manolo Gómez Bur, Manolo Alexandre e incluso José Sacristán quien tajantemente ha declarado que no tiene nada de que arrepentirse de su pasada carrera. Yo le doy la razón.
En los noventa la fórmula Ozores parece haber decaído, pero aún así tiene su público que se reirá con sus chascarrillos. En el fondo esta es su misión, la cumple y no es justo cuestionar su legitimidad pues para algo vivimos en un país libre.
La actriz Emma Ozores, vista en la serie "Farmacia de guardia" de Antonio Mercero, demuestran que la sucesión del clan está bien asegurada.