Los Marx en la Metro
Al fracasar "Sopa de ganso", Zeppo el menor de los Marx había decidido retirarse del cine. Sus interpretaciones anteriores eran cada vez más grisáceas e insignificantes, siempre en papeles de comparsa, y al obtener tan pésimos resultados se decidió por cambiar de oficio fundando una agencia artística en Hollywood, al igual que su hermano Gummo en Nueva York.
Chico había coincidido en algunas partidas de bridge con Irving Thalberg, el productor de la Metro consideraba que los Marx tenían mucho talento pero que las películas que habían rodado en la Paramount eran demasiado locas, no tenían argumento y que eran inaccesibles al gran público.
La fórmula Thalberg consistía en colocar a los hermanos Marx en una sólida trama argumental, con menos gags pero con una factura lujosa y atractiva. De hecho intentó repetir la misma tarea domesticadora que años atrás había intentado sin éxito con Buster Keaton, pero sin embargo tuvo más suerte con el alocado trío. "Una noche en la ópera" (A Night of the Opera, 1935) y "Un día en las carreras" (A Day at the Races, 1937), ambas dirigidas por Sam Wood, obtuvieron un éxito impresionante reventando las taquillas de todo el mundo. (37)
"Una noche en la ópera" resulta una película compacta, perfecta, con los mejores gags de toda su filmografía, pero sin el poder corrosivo de sus anteriores títulos. Los Marx en cierta forma se aburguesan, se convierten en cómicos más convencionales, pero es de reconocer que nunca conmovieron mejor al público con delirantes secuencias como la firma del contrato entre Groucho y Chico, "la parte contratante de la primera parta" o el camarote abarrotado, tal vez uno de los puntos más altos del cine de humor de todos los tiempos, unos diálogos modélicos y una delirante persecución en el teatro de la ópera, momentos afortunados que han llenado de alegría a espectadores de todos los países durante décadas.
Lamentablemente Irving Thalberg falleció durante el rodaje de "Un día de las carreras" siendo sustituido por el nefasto Lawrence Weingarten, de quien los cinéfilos tenemos amarga memoria por haber hundido la carrera de Buster Keaton con una serie de títulos mediocres. Aunque este film tenga excelentes secuencias, resulta algo larga y recargada de números musicales un tanto horteras. No obstante tenemos la impagable Ivie Anderson cantando "Todas las criaturas de Dios tienen ritmo" con su coro de bailarines negros.
Pero el genio de los hermanos emerge pese a todo en la secuencia del quirófano, así como en el sabotaje de las carreras de caballos, lo mejor del film.
Al morir Thalberg, los hermanos Marx perdieron interés en rodar películas y eso se nota en sus siguientes títulos, empezando por el grisáceo "El hotel de los líos" (Room Service, 1938) de William A. Seiter, con Lucille Ball, producida por la RKO, donde el trío se ve ausente en una comedia de enredos muy alejada de su humor.
Desengañados volvieron a la Metro para rodar tres películas más, en la línea de los anteriores pero aunque de inferior calidad hicieron las delicias de sus fans. "Una tarde en el circo" (At the Circus, 1939) de Edward Buzzell; "Los hermanos Marx en el Oeste" (Go West, 1940) de Edward Buzzell y "Tienda de locos" (The Big Store, 1941) de Charles F. Reisner son vehículos irregulares con grandes momentos junto a otros inferiores, contando con el asesoramiento de Buster Keaton en las secuencias de humor visual. No estoy de acuerdo en absoluto con Allen Eyles, autor de "Todas las películas de los hermanos Marx" cuando dice que la secuencia del tren en "Los hermanos Marx en el Oeste" la podía haber interpretado cualquier cómico, para mí es una persecución estrictamente marxiana con la salvaje destrucción de los vagones para extraer madera para el fogón.
En el verano de 1955, Harpo volvió a la escena para representar "The Man Who Came to Dinner", una comedia de George S. Kaufman y Moss Hart, en el papel de Banjo. Por vez primera desde los tiempos del vodevil, el pelirrojo de los Marx tenía diálogos dejando oír su voz ante el asombrado público que le creía mudo de verdad.
En aquel tiempo, Groucho Marx firmó el guión de "The King and the Chorus Girl" (1937) de Mervyn Le Roy y más adelante una obra de teatro "Time for Elizabeth" (1948).
Pero la nostalgia pudo con ellos y volvieron a reunirse en un nuevo largo, "Una noche en Casablanca" (A Night in Casablanca, 1946) de Archie L. Mayo, más apagado si cabe que los anteriores, pero donde aún brillaba esporádicamente su talento.
Groucho volvió a intentar romper con su personaje habitual y en solitario protagonizó "Copacabana" (Copacabana, 1947) de Alfred W.Green, compartiendo cartel con Carmen Miranda. A pesar de que en su día defraudó, "Copacabana" emerge actualmente como una obra irónica y mordaz sobre el mundo del espectáculo, así como la mejor interpretación de Groucho Marx en las últimas décadas.
Este musical tiene un divertido guiño al espectador, Groucho interpreta a un agente teatral sin su célebre mostacho. En una secuencia anunciará la gran actuación en el Copacabana de uno de sus representados, apareciendo por última vez en las pantallas Groucho Marx, desdoblado en un segundo personaje, luciendo el atuendo de siempre y su célebre bigote pintado para cantar una canción del Oeste rodeado de bellas señoritas.
Pero los Marx ya nunca más volvieron a ser lo que fueron, la edad les pesaba como una losa y ya se habían fatigado de sus locuras. "Amor en conserva" (Love Happy, 1949) de David Miller fue su despedida oficial de las pantallas, un film hecho a mayor gloria de Harpo con apariciones secundarias de sus hermanos y de la principiante Marilyn Monroe.
Groucho continuó rodando en solitario algunos títulos más, pero lejos de sus mejores tiempos: "Mr. Music" (1950) de Richard Haydn; "Don Dólar" (Double Dynamite, 1951) de Irving Cummings jr.; "A Girl in Every Port" (1952) de Chester Erskine y una breve aparición en "Una mujer de cuidado" (Will Succes Spoil Rock Hunter?, 1957) de Frank Tashlin. Sin embargo los hermanos volvieron a juntarse, aunque en episodios separados, de "La historia de la humanidad" (The Story of Mankind, 1957) de Irwin Allen.
"The Incredible Jewel Robbery" (1959) de Mitchell Leisen, un telefilm de la serie "G. E. Theater" presentado por Ronald Reagan, les reunió por última vez. Fue un adiós emocionado a una comicidad que desaparecía para siempre.
Hablando de televisión, fue en ella donde Groucho consiguió por fin triunfar en solitario. Aunque primero encabezó un programa de radio, "You Bet Your Life" (1947-1949), que obtuvo el premio Peabody 1949, en 1950 pasó a la televisión durando en antena once temporadas. Todo un record cuando Groucho estaba completamente convencido de que ya había pasado a la historia. Posiblemente fue aquí cuando el ya maduro comediante se encontró realmente a sí mismo.
Por su parte, Harpo también consiguió reverdecer antiguos laureles aunque de forma esporádica en dos ocasiones. En un episodio de la telecomedia "I Love Lucy" (1955) pudo emparejarse con Lucille Ball, un show completamente memorable. "Silent Panic" (de la serie "The June Allyson Show", 1960) de Arthur Hiller fue un telefilm donde el mudo de los Marx interpretó por única vez en su vida un papel dramático, demostrando gran talento. Su personaje era un sordomudo testigo de un asesinato que pedirá insistentemente ayuda pero nadie le creerá por su propia condición de disminuido, expresando la tristeza y el aislamiento que sienten esas personas que ven dificultadas sus relaciones con el prójimo por no poder ni hablar ni oír. Precisamente la cara amarga del personaje de Harpo Marx.
Desafortunadamente, en esta última etapa se malogró un proyecto de Billy Wilder de reunir de nuevo a los hermanos Marx, pero la precaria salud de Chico y de Harpo se lo impidió. En una de sus últimas apariciones, el mudo pelirrojo protagonizó un programa de "The Ed Sullivan Show" con nuestra Marisol, en su presentación en los Estados Unidos. Marisol o Pepa Flores tuvo la desgracia de encontrarse con una serie de vehículos ñoños en su filmografía infantil donde su talento se malogró, pero aún así pudo un día compartir show con el genial cómico a quien en muestra de respeto exigió a Ed Sullivan que fuera Harpo y no ella quien cerrara el espectáculo, tal como estaba previsto.
Antes de irse de este mundo, el entrañable pelirrojo nos legó un maravilloso libro de recuerdos "Harpo Speaks" (1963), escrita en colaboración con Rowland Barber. Editorial Montesinos la editó en español en 1988, con el título "Harpo habla!".
Mucho más extensa es la carrera literaria de Groucho Marx, autor de unos libros antológicos, donde su humor corrosivo se vuelve lúcido y amargo: "Camas" (Beds, 1930); "Many Happy Returns" (1942); "Groucho y yo " (Groucho and Me, 1962); "Memorias de un amante sarnoso" (Memoirs of a Mangy Lover, 1965); "Las cartas de Groucho" (The Groucho Letter's, 1967) y "The Grouchophile" (1976), un lujoso álbum ilustrado con 600 fotografías de toda su carrera profesional.
De sus últimos años como actor debemos destacar, sobretodo, su actuación en la versión televisiva de "The Mikado" (serie "Bell Telephone Hour", 1960) de Norman Campbell; adaptación libre de la opereta de Gilbert y Sullivan donde fue Ko-Ko, el atribulado verdugo. Tampoco nos podemos olvidar de su actuación en "The Hollywood Palace" (1965) donde revivió viejos éxitos, actuando por última vez con su inseparable Margaret Dumont quien falleció días después.
La última aparición cinematográfica del genial bigotudo fue en un papel secundario de "Skidoo" (1968) de Otto Preminger, una comedia psicodélica donde encarnó a un gangster llamado Dios. Haciendo un corrosivo juego de palabras, el amargado Groucho realizó un juicio atroz de esta cinta: "mi papel y la película son divinamente horrorosas".
Con su muerte se cerró un ciclo, el cine de humor ya nunca más fue el mismo sin los hermanos Marx. Pero su influencia se ha dejado sentir en otros grupos como los Monty Python británicos, las apariciones cinematográficas de los Beatles dirigidos por Richard Lester o las chaladuras del grupo ZAZ (los hermanos David y Jerry Zucker con Jim Abrahams), obteniendo en la actualidad un éxito y una comprensión superior a la que recibieron en su tiempo.
Los hermanos Marx pusieron en solfa la estupidez de una sociedad encerrada en sí misma, de ahí su valía que les ha convertido en mitos indispensables de la cultura moderna.