El noble arte de hacer reír

Uno de mis recuerdos cinéfilos más alejados en el intrincado laberinto de mi memoria fue aquel desvencijado cine Avenida de Reus (Cataluña), con el áspero olor de pipas de girasol, butacas descosidas y pantalla amarillenta. Una sala que se me había hecho familiar porque estaba especializada exclusivamente en películas aptas para todos los públicos y que, en mis primeros años, se convirtió en un templo pagano donde adoraba a mis primeros ídolos proyectados en el descolorido lienzo.

El ratón Mickey, el pato Donald, Peter Pan y La Dama y el Vagabundo fueron mis héroes infantiles, unos personajes para mí tan entrañables que marcaron completamente mi infancia. Luego aparecieron otros en mi vida, Charlie Chaplin, Buster Keaton, los hermanos Marx, Stan Laurel, Oliver Hardy y muchos más que llenaban mis horas de alegría y de sueños. En aquel tiempo devoraba impacientemente aquellas reposiciones de cine añejo, y también me encantaba aquel viejecito de voz apagada llamado Pepe Isbert que veía en las películas españolas de antaño.

Ese cine mágico, donde siempre se producía una ruptura con la grisácea realidad cotidiana, que para mí era y es aún poco atractiva, motivaron que yo tuviera un sueño oculto: verme en una película de las mismas características.

Aquel sueño se materializó cuando yo lo creía inalcanzable fue cuando rodé "Un submarino en el mantel" (Un submarí a les estovalles, 1990) de Ignasi P. Ferré, la película que me lanzó como actor, fue cuando ya cumplí los cuarenta abriles.

Este film junto a "Boom Boom" (1989) de Rosa Vergés y "¿Qué te juegas, Mari Pili?" (1990) de Ventura Pons lanzaron el boom de la comedia catalana, género que ha tenido gran aceptación popular pero que no ha tenido continuidad por culpa de una serie de condicionamientos objetivos. El primero de ellos es el desorbitado apogeo de las multinacionales que controlan el mercado fílmico de todo el mundo, asfixiando a las cinematografías nacionales sin excepción.

En segundo lugar tenemos los prejuicios de la Administración central durante la era socialista y asimismo las autonómicas hacia el cine de género lo cuál dificulta la creación masiva de esa clase de cine, el único que puede arrebatarle espectadores a las producciones americanas. Debemos precisar aquí que la ministra de cultura socialista Carmen Alborch, durante los dos años de su mandato intentó rectificar los errores de sus predecesores, pero el daño ya estaba hecho.

En tercer lugar tenemos los prejuicios obstinados y absurdos que la crítica cinematográfica ha tendido desde los años de Edison hacia el cine de humor. Una comedia española, sea madrileña o catalana, es atacada con odio y ensañamiento por parte de nuestros articulistas. Un odio que a veces resulta completamente injustificado.

Pero este fenómeno no se circunscribe hacia las películas nacionales, sino que incluso es internacional. Sino leamos lo que dice Jerry Lewis en su excelente ensayo "El oficio de un cineasta" (Barral editores, 1973) respecto a Stan Laurel y Oliver Hardy: "La aceptación de la crítica llegó muy tarde para Laurel y Hardy. Pocas veces los críticos y la generación del jet le otorgan reconocimiento a algo mientras está vivo. Esperan que quede estático o lo entierren antes de arrastrarse lentamente en la noche y descubrir que en una época divirtió a las masas. Cuando el reconocimiento llega, las masas están ocupadas deleitándose con algo nuevo y activo".

"Admitiré —prosigue el genial Lewis— que no puedo esperar para escuchar lo que dirán de mí después que reviente. Formando parte de la misma farsa, admitiré, además que me gustaría irme ahora mismo a otro lugar para escucharlo."

¿Por qué estos prejuicios hacia el cine de humor? Buster Keaton fue ignorado durante muchas décadas y no fue reconocido como rey de la comedia hasta llegados los años sesenta, los hermanos Marx aún tuvieron que esperar más para que se hiciera justicia con ellos. Aún recuerdo mis primeros años de cine-club donde me llegaron a acusar de excéntrico sólo porque me gustaban las películas de este trío de cómicos y no me interesaba el cine cubano ni las epopeyas de Sergei M. Eisenstein.

Charlie Chaplin, uno de los clowns más célebres de la historia, si no el que más, recibió durante una larga temporada un descomunal baño de desmitificación basándose en su sentimentalismo. En realidad fue una absurda maniobra de algunos críticos para descubrir a Keaton, negándole el pan y el salero al inmortal Charlot olvidándose de que en la Historia del Cine hay sitio suficiente para ambos, como también hay lugar para Laurel y Hardy, los hermanos Marx, Jerry Lewis y todos los genios del género que nos hacen reír generación tras generación.

Por eso, con este trabajo quiero reivindicar no sólo el género cómico del pasado sino también el del presente y el del futuro.

El humor y la comicidad existen desde la época de Aristófanes y Plauto. A lo largo de la Historia celebridades tan dispares como Moliere, Cervantes, Jardiel Poncela, Serafí Pitarra, Noel Coward, George Bernard Shaw y otros han tratado la realidad de su tiempo desde un prisma jocoso. Una de las mejores novelas de todos los tiempos, "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha" es una obra maestra del humor donde Cervantes ridiculizó la sociedad española de su época.

Moliere satirizó con dureza los vicios del tiempo que le tocó vivir y la ironía de Bernard Shaw hizo lo mismo con su Inglaterra de principio de siglo.

El cine de humor, desde su creación, siempre ha tenido un carácter iconoclasta que no ha respetado a nada ni a nadie.

Tal vez por eso, el género molesta en el momento de su existencia. Que los hermanos Marx conviertan un teatro de la ópera en una casa de locos nos hace mucha gracia, pero que Ignasi P. Ferré ironice sobre la Cataluña moderna o sobre la actual Corona española en el arriba mencionado "Un submarino en el mantel" ya es harina de otro costal, porque estas instituciones actualmente están vivas y a cierta gente les disgusta que se pongan en cuestión.

A todo el mundo les divierte que el prójimo haga el ridículo, pero nadie acepta ponerse en evidencia ni convertirse en el centro de los dardos mortíferos de la desmitificación.

Es necesario pues un cine que en apariencia no se tome las cosas muy en serio, aunque en realidad el género del humor es el que más profundiza en la sociedad de su tiempo. Si se quiere conocer mejor a un país, como es por ejemplo, España es mucho más significativo el cine de Mariano Ozores que el de Carlos Saura porque Saura reflejaba sus obsesiones personales en sus películas, pero en cambio Ozores nos enseña el bajo nivel cultural de un pueblo que durante siglos ha permanecido en la retaguardia de Europa, un pueblo que irremediablemente vive anclado en el pasado.

Tal como sentenció Oscar Wilde respecto al arte o a la belleza: "La belleza es la única cosa que el tiempo no puede dañar. Las filosofías se derrumban como arena; las creencias pasan una tras otra; pero lo que es bello es un goce para todas las estaciones, una posesión para toda la eternidad."

El Cine cómico
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_062.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_063.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_064.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_065.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_066.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_067.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_068.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_070.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_071.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_072.xhtml