El entrañable Pepe Isbert
Su debut en el cine fue en un cortometraje "Asesinato y entierro de Canalejas" (1912) de Enrique Blanco, una reconstrucción argumental de este crimen político donde el menudo Isbert fue el asesino, personaje completamente atípico en su larga filmografía donde abundan los hombres de buen corazón. Sólo una vez más fue un criminal en la pantalla, "El cochecito" (1960) si exceptuamos su personaje de "El verdugo" (1963) que tiene otras características.
En el cine mudo su filmografía fue parca, el teatro le tenía absorto en esta época: "A la orden, mi coronel" (1919) de Julio Rochet, "La mala ley" (1923) de Manuel Noriega y "48 pesetas de taxi" (1929) de Fernando Delgado.
Al llegar el cine sonoro, Pepe Isbert era ya una estrella consagrada y parecía que su voz afónica, apagada, le iba a privar de la pantalla, pero no fue así. Esa particularidad provocó que adquiriera un gracejo especial que haría las delicias del público convirtiéndose en un secundario imprescindible para la mayor parte de las películas españolas.
Para valorar la gran importancia de Pepe Isbert basta con citar una anécdota acontecida en ell Festival de Cannes. Un cineasta extranjero, al reparar en él durante un cóctel, preguntó: "¿Quién es aquel viejecito tan simpático?", "Aquel viejecito es el cine español" le respondieron.
Antes de la Guerra, Isbert rodó pocos títulos como "¿Cuándo te suicidas?" (1931) de Manuel Romero o "El bailarín y el trabajador" (1936) de Luis Marquina. Acabada la contienda, apareció en más de un centenar de películas cuya relación se haría interminable, por lo que me limitaré a las más significativas.
"Alma de Dios" (1941) de Ignacio F. Iquino, fue su primer título tras la incivil contienda que tan cara nos ha costado a los todos españoles de la ideología que sea. Su vivaz personaje siempre era bienvenido en cualquier largometraje aunque su presencia fuera esporádica.
Con Rafael Gil (65) rodï "El fantasma y doña Juanita" (1944), protagonizada por Antonio Casal y María Delgado, film no exento de valores producida por CIFESA, empresa que en 1932 fue creada como distribuidora por Manuel Casanovas Llopis, en Valencia, pero que se inició en el campo de la producción en 1934. Tras la guerra CIFESA (cuyo eslogan publicitario fue célebre "La antorcha de los éxitos"), dirigida por Vicente Casanovas Giner, hijo del anterior, se convirtió en la productora más importante de España contando con sendos centros de producción en Madrid y Barcelona.
Pepe Isbert fue uno de los rostros habituales de ésta y de otras productoras, que a pesar de las dificultades políticas y económicas, crearon una industria cinematográfica seria: "El señor Esteve" (1948) de Edgar Neville; "El capitán Veneno" (1950) de Luis Marquina; "Cuentos de la Alhambra" (1950) de Florián Rey; "Lola la piconera" (1952) de Luis Lucía; "El tirano de Toledo" (Les amants de Toledo, 1952) de Henri Decoin; "Un día perdido" (1954) de José María Forqué; "Once pares de botas" (1954) de Francisco Rovira Beleta, donde Isbert convertido en un simpático cura le ponía velas a su santo patrón para que gane su equipo preferido; "La pícara molinera" (1955) de León Klimovsky, con Misha Auer; "Historias de la radio" (1955) de José Luis Sáenz de Heredia; "Faustina" (1956) del mismo realizador; "Los ángeles del volante" (1957) de Ignacio F. Iquino, una de sus películas más divertidas; "Don José, Pepe y Pepito" (1959) de Clemente Pamplona; "La pandilla de los once" (1961) de Pedro Lazaga; "La gran familia" (1962) y "Operación Dalila" (1965) de Luis de los Arcos, su postrero film.
Carrera demasiada larga para resumirla en escasas líneas, porque Pepe Isbert llenó con su presencia muchas películas provocando ternura, simpatía y diversión en títulos que la mayoría de las ocasiones se justificaban por cuestiones alimenticias.
Las mejores apariciones de tan entrañable actor son, para mi gusto, las realizadas en películas de Marco Ferreri y Luis García Berlanga, títulos que por sí solos justifican las irregularidades (por otra parte lógicas dentro de nuestras coordenadas) de una filmografía tan larga como variada.
Antes debemos reseñar la impagable composición de "La vida por delante" (1958) de Fernando Fernán-Gómez. Pepe Isbert es un testigo tartamudo en un juicio en el que todas las declaraciones son contradictorias. Fernán-Gómez muestra un ingenioso "Flash Back" donde el tartaja se encalla, encallándose asimismo la imagen visualizada.
En "Bienvenido Mr. Marshall!" (1952) de Berlanga, Isbert fue un alcalde de un pequeño pueblo castellano que se hace pasar por andaluz para agradar a los enviados americanos que, como todo el mundo sabe, pasarán de largo. En "Calabuig" (1955) fue un impagable farero con un código que databa del Imperio Astrohúngaro. Tras aparecer en "Los jueves milagro" (1956), Pepe Isbert consigue su mejor trabajo en "El verdugo" (1963), posiblemente su mejor película y su mejor papel. Ese anciano verdugo, cansado de la vida, que debe matar al garrote vil para ganarse un sustento que le permita vivir decentemente nos produce una mezcla de repeluzno y ternura al mismo tiempo.
Al ser ya viejo, la mano le tiembla y ya no puede realizar su trabajo con brillantez. Por eso, su yerno (un ex enterrador bordado por Nino Manfredi) debe sustituirle en su cometido aunque sea incapaz de matar una mosca.
Tal vez sea el humor negro una de las características principales del cine y la cultura española. Ni siquiera los americanos con todo su inmenso capital son capaces de triunfar en un terreno tan resbaladizo como éste. De la risa al terror sólo hay un paso o tal vez son dos caras de la misma moneda, Eros y Tánatos, la Vida y la Muerte.
Rafael Azcona, su guionista y maestro indiscutible de este género, ya había conseguido otro notable éxito en "El cochecito" (1960), dirigida por el italiano Marco Ferreri, que rodó sus mejores películas en España antes de caer en el más banal tremendismo de sus postreras realizaciones.
Pepe Isbert encarna con propiedad un anciano que para conseguir un status social necesita un cochecito de inválido, pero la familia se opondrá a su sueño y el senil abuelo acabará por envenenarles a todos pese a que la censura modificara el final para incluir un inoportuno arrepentimiento.
"Los dinamiteros (1962) de Julio García Atienza, otro de sus postreros títulos, supuso asimismo otro gran triunfo de este veterano actor que fue Pepe Isbert, así como otro título a reivindicar.
Al marcharse de este mundo, el entrañable actor dejó tras de sí una saga de actores, los más célebres fueron su hija María Isbert, también especializada en papeles cómicos, y Tony Isbert que se dedica preferentemente a los dramáticos.