Rufufú y Cía
Afortunadamente para el cine italiano tambien existe la otra cara de la moneda, "Rufufú" (I soliti ignoti, 1958) de Mario Monicelli, fue uno de los mayores éxitos de una comedia personal, genuina y fresca donde se reunieron las más brillantes figuras de la Península Itálica: Totó, Claudia Cardinali, Renato Salvatori, Vittorio Gassman y Marcello Mastroianni.
Monicelli nos muestra unos delincuentes que son unos auténticos ineptos, cuidando escrupulosamente todos los detalles de un robo que fracasará porque perforarán por error una pared equivocada, robando un potaje de garbanzos.
El éxito del film de Monicelli provocó dos secuelas de menor enjundia, naturalmente, como "Rufufú da el golpe" (Audace colpo del soliti ignoti, 1959) de Nanny Loy, con Claudia Cardinale, Vittorio Gasman y Nino Manfredi en el reparto. La segunda se rodó al cabo de mucho tiempo, "Rufufú veinte años después" (I soliti ignoti 20 anni dopo, 1985) de Amazio Todini, con Marcello Mastroianni y Vittorio Gassman recobrando sus papeles de antaño. Sin embargo la frescura del film original se había perdido para siempre.
"Crackers" (Crackers, 1983) de Louis Malle, con Donald Sutherland, Jack Warden y Sean Penn, fue una insensata versión americana de "Rufufú", pero el trasplante geográfico fue contraproducente. De la misma forma que los italianos, con sus western spaguetti, jamás igualaron ni de lejos a los clásicos norteamericanos, éstos tampoco son capaces de realizar películas tan neorrealistas como las realizadas por aquellos.
Más creíble resulta "Los alegres pícaros" (I picari, 1988) de Mario Monicelli, con Giancarlo Gianini, Enrico Montesano y Giuliana De Sio, más la aparición especial de Vittorio Gassman. Se trata de una rigurosa trascripción de los bribones de "Rufufú", no en vano tienen el mismo director, a la España cervantina de los pícaros y de los hidalgos holgazanes. Posiblemente esta combinación funcionó porque italianos y españoles compartimos muchas raíces culturales comunes y resulta mucho más fácil la comprensión entre las temáticas de ambos países.
La comedia italiana tiene una filmografía larga y muy variada, generalmente en el terreno tragicómico más que en el estrictamente burlesco. Posiblemente necesite un estudio más a fondo que estas apresuradas líneas donde hemos preferido centrarnos en los cómicos más tradicionales, es decir los más fieles al género. Los Dino Risi, Ettore Scola y Luigi Comencini tienen la suficiente personalidad para llenar un volumen. Si sus comedias han tenido éxito en España es debido a que el público español se ha identificado fácilmente con sus antihéroes.
Sin embargo no es un cine cómico puro porque en ellos existe mezcolanza de géneros. Para los italianos el cine es igual que la vida, tiene momentos trágicos y momentos divertidos. Aquí radica la gran diferencia entre la cinematografía de Hollywood, Fábrica de Sueños, y la italiana, un presunto espejo de la realidad.
Al salirse de sus propios géneros, Italia cae en la banal imitación y aparecen los nefastos Alvaro Vitalli, los subcómicos que basan su humor (?) en el cretinismo. Sin embargo, dentro del género cómico en su estado más puro, los que aquí interesan, han ido apareciendo algunos nombres que han redimido Cinecitta de sus imposibles bufones.
Maurizio Nichetti afortunadamente está muy lejos de Franco Franchi y Ciccio Ingrasia. Como actor y director ha intentado como mínimo un cine cómico de mayor ambición artística. Se dio a conocer con "Rataplan" (1980), pero con "El ladrón de anuncios" (Ladri di saponette, 1989), feroz sátira de los spots publicitarios que interrumpen los films programados en televisión, Nichetti ya va consiguiendo una obra mucho más personal. "Querer volar" (Volere volare, 1991), codirigida con Patrizio Roservi, mezcla personas con dibujos animados. Al menos es de elogiar su empeño de salirse de los senderos trillados.
Pero para nosotros, el más interesante personaje salido de Italia en los últimos años es Roberto Benigni quien empezó su carrera en teatro experimental, debutando en el cine con "Tu mi Turbi" (1982), a la que siguieron "Non ci resta che piangere" (1984), codirigida con Massimo Troisi, y "Tuttobenigni" (1985), cuyo guión se inspiró en su propia obra teatral.
Emparejado con el americano Walter Matthau, Benigni protagonizó y dirigió "Soy el pequeño diablo" (Il piccolo diavolo, 1988). Una peluquera (Nicoletta Braschi) es exorcisada y de su interior aparecerá un travieso diablo (el propio Benigni) que hará la vida imposible al sacerdote Maurice (Matthau), mientras intentará pasárselo lo mejor que pueda en nuestro mundo.
Admirador de la comedia americana y sobretodo del gran Billy Wilder, los homenajes cinematográficos están siempre presentes en sus películas. Por eso contrató a Matthau, uno de los actores preferidos del director de "En bandeja de plata".
Con "Johnny Palillo" (Johnny Stecchino, 1991), Roberto Benigni consigue un doble triunfo al mismo tiempo que un gran éxito taquillero. Se trata del clásico film con un doble, tal como hizo Buster Keaton en "El rey de los Campos Elíseos". Precisamente fue Federico Fellini, su director en "La voz de la luna" (La voce della luna, 1990), quien comparó al cómico italiano con el gran Keaton, pero debemos reconocer que sus respectivos estilos no pueden ser más distintos.
Otros trabajos suyos a destacar son "Camas calientes" (Letti selvaggi, 1979) de Luigi Zampa, "Chiedo asilo" de Marco Ferreri y "La luna" (La luna, 1979) de Bernardo Bertolucci. Su consagración popular pudo venirle con "El hijo de la Pantera Rosa" (The Son of Pink Panther, 1993) de Blake Edwards, como el despistado hijo del inspector Clouseau y Maria Gambarelli. Roberto Benigni es un digno sucesor de Peter Sellers, cuyo fallecimiento dejó un profundo vacío en la serie. Nicoletta Braschi aparecía brevemente como su hermana gemela. Desgraciadamente este nuevo jalón no tuvo éxito comercial, pese a los evidentes méritos de Benigni quien demostraba estar a la altura de las circunstancias. Se trata de un film donde se evidencia el declive de su realizador, Edwards ya no tenía el pulso de antaño, pero destacan por encima de todo dos secuencias. Uno, el pregenérico con dibujos animados y homenaje al recientemente fallecido Henry Mancini. Dos, la secuencia del hospital con clara referencia a "Un día en las carreras" de los hermanos Marx, donde Benigni hacía de las suyas atormentando al comisario Dreyfus (genial Herbert Lom).
Con "El monstruo" (Il monstro, 1994), dirigida por el propio actor, obtuvo un éxito sin precedente en la cinematografía italiana desbancando a las más ambiciosas producciones norteamericanas. Nicoletta Braschi volvía a ser su compañera. La policía busca a un obseso sexual que ya ha atacado a 18 personas, pero como no lo pueden localizar entregarán el caso a una bella inspectora que hará asimismo de cebo. Ese éxito italiano no se revalidó en España ni en otros países poco sensible a sus excesos faciales.
Es por eso que al Benigni que preferimos es al que descubrimos en sus incursiones americanas realizadas por Jim Jamusch. Integrado en un buen argumento, con una realización ingeniosa y sobria. En "Bajo el peso de la ley" (Down by Jaw, 1986) es un italiano que es encarcelado por un crimen, intimará con sus compañeros de celda y se escapará con ellos. al principio éstos tratarán de deshacerse de tan molesta compañía, pero finalmente le aceptarán como a uno de ellos hasta que una vez más Nicoletta Braschi se cruce en su camino. "Noche en la tierra" (Night on Earth, 1991), el gran éxito de este cineasta independiente, está formado por diversos episodios que transcurren durante una noche en diversas ciudades del mundo. Todas ellas están formadas por un taxista y su ocasional cliente. El episodio de Roma es una pequeña obra maestra del humor negro. El taxista romano compuesto por Benigni es verdaderamente impagable, lejos de los excesos de otras ocasiones.
Posiblemente sea Roberto Benigni el gran cómico que necesite el cine italiano, y también el mundial en estos años de sequía humorística que estamos padeciendo en la actualidad.