Agradecimientos

Uno se siente a gusto con un editor que te arrastra al pub Porterhouse en Maiden Lane, en Londres, para una reunión de seis horas y espera pacientemente a que repases el manuscrito página por página. Así que mi agradecimiento a Darren Nash, australiano no practicante, director editorial de Orbit en el Reino Unido y buen amigo…

Y un enorme «chapeau» al jefe supremo de Orbit, Tim Holman, que me atiborró de comida y alcohol cuando volé a Nueva York —luchando contra la fiebre— para presentarle La Espada maldita. Me habría pedido que le pasase una sinopsis de una página de extensión a Devi Pillai, editora jefe y particular Ojo de Sauron, de Orbit en los Estados Unidos. Tras leerla, Devi asintió con la cabeza y eso fue todo. Íbamos a hacer negocios a ambos lados del Atlántico.

A mi agente, Mic Cheetham, por todo lo que trabajó para hacer posible este libro. A Joanna Kramer por mantenerme sano durante el proceso de corrección de estilo. A Darren Nash y Devi Pillai, de nuevo, por las reflexivas notas y, a veces, severas observaciones editoriales (eso va por ti, Devi), gracias a las cuales el libro ha mejorado mucho.

Como siempre, a los ex compañeros de comidas: Paul McAuley, Kim Newman, China Mieville, Chris Fowler, Barry Forshaw, Nick Harkaway, Pat Cadigan, por las bebidas, comidas, sesiones de llantos, conversaciones en general y la cordura. Y, si hubiera justicia en este mundo, Rob Holdstock todavía estaría en esta lista (pero está su espíritu).

A mi hijo Jamie, que, a pesar de estar en la otra punta del planeta, todavía me llama regularmente por eso de que es un desastre contestando a los mensajes de correo electrónico. Tus llamadas siempre me alegran el día.

Y, por último, Sam Baker. Dieciocho años de casados. Más de veinte juntos. No está mal para lo que iba a ser una copa rápida.

Gracias.