Capítulo 91

Los montones y montones de documentos para la franquicia del concesionario se cumplimentaron con rapidez y relativa facilidad. Aun así, tuvieron que transcurrir tres meses hasta conseguir el dinero del señor Hashimoto y el del banco para la construcción del nuevo edificio. Luego pasaron otros tres meses para la aprobación de los planos por parte del Departamento de Urbanismo de Milton Keynes. Aunque a mediados de verano, cuando llegaron las excavadoras y empezaron a perforar, el terreno no estaba empapado de lluvia y el espléndido estado del tiempo permitió a los constructores tomarse la revancha. Pronto, una flamante gama de automóviles japoneses honraría con su presencia el patio delantero fruto de la reforma.

Nick se encontraba contemplando los cimientos del nuevo edificio y los elegantes muros de ladrillo gris, que ahora le llegaban a la altura de la cintura. Puede que todavía no llamara mucho la atención, pero acabaría por eclipsar la arcaica caseta prefabricada que se encontraba al lado. Una vez terminada, la sala de exposición sería un excelente ejemplo arquitectónico de acero y cristal. El terreno embarrado en el que ahora se encontraban los coches de segunda mano se convertiría, gracias al milagro del pavimentado en piedra, en una obra de arte sobre la que se exhibirían filas y filas de brillantes vehículos de la marca Hivanti. Los operarios, bronceados y desnudos de cintura para arriba, se afanaban de un lado a otro de la estructura como si de un enjambre de abejas obreras se tratara. El señor Hashimoto, ataviado con un elegante traje de dos piezas de lino negro, fumaba un cigarrillo con el ansioso fervor propio de los japoneses, aspirando el humo en rápidas boqueadas que le llegaban directamente a los pulmones. El nuevo socio de Nick contemplaba las obras y soltaba gruñidos de aprobación mientras el sol del mediodía caía sobre ambos.

- Me gusta.

El señor Hashimoto dio una palmada en la espalda de Nick y luego señaló con un amplio gesto de la mano la obra que tenían enfrente.

- Quedará estupendo -respondió Nick con una nota de orgullo.

- Unos cuantos meses y te habrás convertido en un hombre diferente -comentó su socio.

- Tienes razón.

Incluso a esas alturas, un destello de su proverbial sentido de la lealtad asaltó a Nick. ¿Quién proporcionaría a la población de Milton Keynes vehículos fiables, aunque fueran anticuados, ahora que él iba a dedicarse a la venta de automóviles más lujosos?

El señor Hashimoto consultó su reloj.

- Tengo que irme -anunció.

Los dos se dieron la vuelta y se encaminaron hacia el reluciente Jaguar del japonés.

- Para ti será un cambio positivo.

Ya lo había sido. Durante los últimos seis meses se había encontrado más ocupado que nunca, lo que en cierta manera conseguía que no todos sus pensamientos durante las horas que pasaba despierto estuvieran relacionados con Anna. Aun así, las horas que pasaba dormido seguían suponiendo un problema.

Estaban junto al coche del señor Hashimoto.

- ¿Hoy no contamos con la encantadora ayudante?

- No -respondió Nick-. Por desgracia, la encantadora ayudante ha emigrado a otras tierras.

Brindó a su socio una sonrisa serena.

- Es una lástima -respondió el japonés de corta estatura-. Era muy divertida.

- Sí -coincidió Nick.

- Confiaba en que trabajara con nosotros en el concesionario.

- Yo también.

- Quiero que la sala de exposición tenga un toque de cordialidad femenina, que las mujeres jóvenes y modernas adquieran nuestros coches. Anna habría resultado ideal para ese objetivo -el socio de Nick le estrechó la mano y, con una leve inclinación de cabeza, se montó en su coche-. Deberías llamarla -dijo- y ofrecerle un empleo.

- Puede que lo haga -respondió Nick.

Agitó la mano mientras el señor Hashimoto se alejaba en la distancia ronroneando suavemente y luego se dirigió con paso lento hacia la caseta prefabricada. Tal vez debería llamar a Anna. Podía seguir la sugerencia de su socio y ofrecerle trabajo. No tenía nada que perder. Había tardado meses en volver a archivar los papeles en los ficheros correspondientes y la declaración de objetivos seguía acechando en el ordenador, por desgracia incompleta. Por otro lado, tal vez sería peor tener a Anna trabajando a su lado día tras día, a sabiendas de que se encontraba fuera de su alcance. Dicen que el tiempo todo lo cura, pero quienes apoyan semejante creencia popular no han sufrido heridas demasiado profundas. Nick había seguido diferentes caminos a la hora de poner fin a su desconsuelo -grandes cantidades de alcohol, noches de juerga con Sam, interminables horas en el negocio de vehículos usados-, pero ninguna había dado resultado. Incluso el último recurso -las clases de baile country con su madre- había fracasado estrepitosamente. Seguía añorando a Anna con la misma intensidad.

Sí, decidió que la llamaría por teléfono, por simple cortesía, nada más. ¿Qué tenía eso de malo? Mientras se dirigía a la oficina, un coche se detuvo y un hombre calvo con barriga y su escuálida mujer se bajaron del automóvil.

- ¿Qué tal, colega? -saludó el recién llegado-. Necesito un coche, por la parienta -lanzó el pulgar en dirección a la mujer de aspecto un tanto agobiado que tenía a su lado.

Nick contempló la posibilidad de hacer un chiste acerca de no aceptar esposas como parte del pago, pero se lo pensó mejor.

- ¿En qué horquilla de precios está pensando?

El hombre se giró hacia una hilera de Opel Corsa de ocasión.

- Algo de ese estilo.

- Perfecto -dijo Nick-. Éste de aquí va bien. ¿Quiere que lo saquemos a dar una vuelta?

La pareja asintió con entusiastas gestos de cabeza.

- Voy a por las llaves -dijo Nick.

Mientras se dirigía a zancadas hacia la caseta prefabricada cayó en la cuenta de que había estado a punto de ponerse en ridículo con Anna una vez más.

Me vuelves loca
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml