Capítulo 45

Nos encontramos en la calle, a las puertas de Nobu, despidiéndonos afectuosamente del señor Hashimoto, quien parece haberse recuperado de su terrible experiencia sufrida con mis inapropiados cuidados maternales. Observamos cómo nuestro invitado se sube a un taxi y se despide de nosotros con un gesto de la mano. Es media tarde y el tráfico empieza a aumentar de cara al largo y lento viaje de regreso a casa. La luz comienza a desvanecerse y deja paso a la noche invernal, y la temperatura desciende a toda velocidad. A la entrada del hotel Dorchester, las alegres bombillas blancas que se encienden durante todo el año relucen en los árboles, aportando un toque festivo al ambiente sofisticado de Park Lane.

Nick y yo giramos por la calle lateral en la que está aparcado el coche y caminamos en silencio. Mi jefe espera con las manos en los bolsillos mientras abro el vehículo y luego nos subimos a él. En su rostro se adivina una expresión sombría. Me acomodo en el asiento del conductor y agarro el volante, mirando al frente en todo momento.

- Dime, ¿cuántos hijos tienes? -pregunta Nick.

- Dos -confieso yo.

Nos mantenemos callados unos instantes mientras reflexiono sobre la manera en la que he arruinado la importante comida de negocios de Nick.

- Debería habértelo contado -me disculpo-. Sé que debería haberlo hecho -agacho la cabeza. Me cuesta mucho admitirlo-. Pero quería aparentar que era alguien que no soy.

Nick se frota las sienes.

- ¿Me lo aclaras?

- Quería que me tomaras por una mujer atractiva, soltera y sin ataduras.

- Dos de tres, no está tan mal. Suspiro con desconsuelo.

- Temía que si te enterabas de que en realidad soy una divorciada desesperada con dos hijos a mi cargo no me darías el empleo.

- Me dijiste que no eras secretaria -me recuerda Nick-, y aun así te di el trabajo.

- Porque eres demasiado bueno -razono yo.

- No es verdad -Nick se gira en su asiento para mirarme-. Es que tenía otros motivos.

Ahora me toca a mí quedarme perpleja.

- Esa falda tuya tan escandalosamente corta…, me gustaba la idea de tenerla en la oficina, sobre todo si tú la llevabas puesta.

- Ahora va a resultar que eres un libidinoso repulsivo.

Nick esboza una amplia sonrisa.

- Cosas peores me han llamado. Sólo que no me acuerdo cuándo.

Coloco una mano sobre el brazo de Nick.

- Me he portado como una auténtica idiota, y eso que la cita era muy importante para ti.

- Ni que decir tiene que el señor Hashimoto da por sentado que me acuesto contigo.

- Me siento tan humillada… -entierro la cabeza entre las manos-. ¿Qué habrá pensado de mí?

- No lo sé -responde Nick-, pero me dijo que tengo muy buen gusto.

Mi jefe suelta una carcajada y, sin poder evitarlo, me echo a reír también, aunque todavía me siento como una gilipollas de primera categoría.

- ¿De verdad que le corté el filete?

- Sí -responde Nick-, de verdad.

A los dos nos entra un ataque de risa. Nick sacude el cuerpo de tanto carcajearse y a mí las lágrimas me corren por las mejillas. No recuerdo haberme reído de esta manera desde hace mucho tiempo. Una pareja que pasa junto al coche nos mira a través de la ventanilla y nos sonríe.

Cuando consigo recuperar el control de mí misma, digo:

- Lo siento, Nick. Lo siento muchísimo.

- Si te sirve de consuelo, al señor Hashimoto le pareciste encantadora -dice él-. Que estabas como un cencerro, sí, pero encantadora a más no poder.

- ¿Y tú qué opinas?

Me muerdo el labio con nerviosismo. Si yo estuviera en su lugar, probablemente me despediría.

- Le doy toda la razón.

- Me alegro -tengo la voz temblorosa-. ¿Vas a despedirme?

- No -responde Nick-. Eres demasiado divertida como para perderte. Además, mi propuesta resulta razonable y el señor Hashimoto es un hombre astuto Confío en que el trato siga en pie.

Suspiro aliviada.

- Yo también.

Deseo besarle o hacer algún gesto en señal de agradecimiento. En cambio, ambos nos quedamos inmóviles unos momentos. Luego intercambiamos una tímida sonrisa. Arranco el motor y me adentro poco a poco en el denso tráfico vespertino de la ciudad de Londres.

Nick se acomoda en el asiento del acompañante.

- Entonces -dice-, ¿cuándo me vas a presentar a esos hijos tuyos?

Me vuelves loca
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml