Capítulo 37
El suelo de la oficina sigue cubierto de cerros de papel. Estoy sentada al escritorio, revisando a ritmo lento pero seguro uno de ellos, bastante elevado, por cierto. La mayoría de los papeles deberían haberse archivado tiempo atrás. Se ve que Nick no hace limpiezas generales en su sistema de archivos; a lo mejor es que carece de sistema.
A cargo de las bebidas un día más, Nick remueve el té con aire pensativo.
- Bueno -le digo, levantando la vista de los documentos-, da la impresión de que vais a volver.
Nick se encoge de hombros sin comprometerse.
- Eso parece.
Se acerca con el té y se sienta en la silla de jardín frente a mí. Una expresión afligida le ensombrece el semblante. Abandono cualquier intento de poner en orden el amasijo de facturas.
- Podrías mostrarte un poco más entusiasmado -sugiero.
- Ya lo estoy -Nick acompaña su afirmación con un desdichado resoplido apenas audible-. Es increíble. Estaba casado y de pronto me encuentro en trámites de divorciarme. Ahora, por lo visto, vuelvo a estar casado otra vez.
- Así que le ha dado la patada a Bone, el carnicero.
Nick bebe un ensimismado sorbo de té.
- No exactamente.
- ¿A qué te refieres?
- Janine no quiere precipitarse -explica Nick-. Voy a quedarme en casa de mi madre un poco más.
Involuntariamente, arqueo las cejas ante la noticia.
- Es que necesita encontrar el momento adecuado para comunicárselo con delicadeza.
- ¿Acaso tuvo la misma atención contigo?
- Me temo que la respuesta es la misma que antes: no exactamente.
- Humm, entiendo. Así que tú sigues durmiendo en tu antigua y estrecha cama en casa de tus padres mientras el carnicero continúa compartiendo con tu mujer tu cama doble y tu atractiva residencia con cuatro dormitorios y jardín.
- Por ahora, sí.
- ¿Y qué sales ganando tú con ese acuerdo?
Nick frunce el ceño.
- Aún no estoy seguro.
Suelto un bufido sarcástico.
- Suena exactamente igual que las jugarretas de mis ex maridos. Bruno se las ingenió para convencerme de que nuestra relación se fortalecería si tuviéramos un matrimonio «abierto». Lo que venía a significar era que él tenía carta blanca para salir todas las noches por ahí a echar polvos como un loco mientras yo tema que quedarme en casa a cuidar de… -noté que me sonrojaba-, del gato.
Nick se mostró sorprendido.
- ¿Tienes un gato?
- Ya no -me apresuré a decir en un intento por echar tierra sobre las zonas secretas de mi vida-. Desapareció el mismo día que mi marido. Eran tal para cual, dos machos sin castrar.
Nos echamos a reír a la vez.
- Me gusta que estés en la oficina -comenta Nick.
- Y a mí me gusta estar.
- Esta mañana me he dado prisa por llegar -admite él, mientras que un leve rubor riñe sus mejillas. Dios santo, adoro a los hombres que se sonrojan. Cada vez escasean más-. Hacía mucho tiempo que la idea de venir a trabajar no me entusiasmaba tanto.
No entiendo muy bien las implicaciones de su franqueza, pero es verdad que se le ve un tanto desaliñado esta mañana. En un sentido atractivo, debo decirlo.
- Juntos podemos hacer grandes cosas -continúa.
- ¿En la oficina?
- ¿Dónde si no? -se extraña él.
Claro, ¿dónde si no?
- En fin… -vuelve a suspirar y se aprieta la taza contra el pecho-, ¿qué me aconsejas?
- Hablas con la persona menos adecuada para ofrecer consejos sobre las relaciones de pareja -declaro yo-. Soy a las relaciones de pareja lo que Sweeney Todd a los pasteles de carne. Mi marcador actual es el siguiente: Cabrones, dos puntos; Anna, cero puntos.
- ¿Estás segura de que en la descripción de tu puesto de trabajo no se encuentra la organización de la vida Personal de tu jefe, además de la de sus archivos?
- No tengo una descripción de mi puesto de trabajo
- Si la tuvieras -dice Nick-, deberías añadir eso.
- Te las tendrás que arreglar tú solo.
No quiero que me echen la culpa de lo que pueda ocurrir, o no, entre Nick y su mujer. Aunque la verdad es que me muero por decirle con pelos y señales lo que tiene que hacer. Y eso estaría relacionado con mandar a alguien a tomar viento fresco y la posible infelicidad de la encantadora y caprichosa Janine.
- Quiero darle tiempo para que se organice -me lanza una mirada melancólica-. El tiempo es lo único que me sobra…
- Nick -le interrumpo-, ¿te han dicho alguna vez que eres demasiado bueno para este mundo?